Pablo Álvarez, el hombre que buscaba la vida escondida en Marte
PREPARANDO A ROSALIND FRANKLIN. Pablo Álvarez, hoy el hombre más importante de Europa, es el arquitecto mecánico del Exomars Rover que buscará de nuevo rastros de vida en el Planeta Rojo. Lo hará esta vez bajo el suelo. El ingeniero leonés es responsable de los instrumentos científicos. [Reportaje publicado en el suplemento Innova de DiarIo de León hace ahora tres años]
Encontrar material orgánico en el subsuelo de Marte para desentrañar su historia es el objetivo de la misión del Exomars Rover Rosalind Franklin . Un vehículo que se desplazará por la superficie del Planeta Rojo y está previsto que se lance en agosto, y que aterrice en su destino en marzo de 2021. Se trata de una nueva misión, compleja y con tecnología avanzada, que forma parte del programa Exomars de la Agencia Espacial Europea (ESA) y Roscosmos, que se ha desarrollado en las instalaciones de Airbus Defence and Space en Stevenage, Reino Unido; y en los últimos meses se ha supervisado en Toulouse.
Desde hace dos años Pablo Álvarez Fernández es el arquitecto mecánico del Exomars Rover , el responsable del diseño y desarrollo de la estructura y la instalación de los distintos instrumentos científicos con los que va equipado el vehículo, así como de su integración en la plataforma de aterrizaje. «Responsable de asegurar que todos los requisitos y especificaciones necesarios para que el Rover llegue y funcione en Marte se cumplan».
El ingeniero leonés ha supervisado los ensayos del Rover en las instalaciones de Airbus en Toulouse
Pablo Álvarez es ingeniero aeronáutico por la Universidad de León y realizó un master en Ingeniería Aeroespacial en la Universidad de Varsovia. «Antes de este proyecto he trabajado en el cálculo y diseño de estructuras aeronáuticas en distintos proyectos de Airbus. Proyectos principalmente de aviación, como el A350 o el A380, aunque también he colaborado en proyectos para el 777 de Boeiing y para el C919 Comac, un fabricante chino».
Ahora el ingeniero leonés está volcado en el proyecto que rastreará de nuevo restos de vida en Marte. Su trabajo como responsable del diseño de los instrumentos científicos que tendrán que acceder a los materiales del planeta y analizarlos, pero también soportar las condiciones ambientales a las que se verán expuestos, pasa igualmente por coordinar las aportaciones que los expertos en distintas áreas, como fabricación, materiales, procesos, diseño, cálculo de estructuras o cálculo térmico deben hacer. «Y responder a cualquier problema que surja durante la fabricación o ensamblaje del vehículo espacial».
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Álvarez ha supervisado durante los últimos meses la campaña de ensayos del Rover que se han llevado a cabo en las instalaciones de Airbus en Toulouse. «En estos trabajos hemos sometido al Rover a un test acústico, a otro de vacío en el que hemos simulado la atmósfera y la temperatura de Marte durante varios días, para comprobar la funcionalidad del Rover. Y también a un test de compatibilidad electromagnética, en el que se ha comprobado que todos los equipos funcionan correctamente en presencia de distintos fenómenos electromagnéticos», explica el ingeniero.
Los equipos ultiman los ensayos del Rover que se están haciendo en las instalaciones de Airbus en Toulouse. DL
Una vez superadas estas fases quedan las últimas etapas antes de afrontar la prueba final del lanzamiento, el viaje, y la misión que deberá llevar a cabo este vehículo espacial. «En los próximos meses el Rover se va a integrar con la plataforma de aterrizaje en Cannes, para luego ser transportado a Baikonour. Allí se instalarán tres Unidades de Calor de Radioisótopos, que consisten en unos pocos gramos de plutonio-238 que libera calor por su propio decaimiento radiactivo, y sirve para mantener caliente el Rover en las frías noches marcianas». Cuando las temperaturas pueden llegar a los -120 grados.
A partir de ahí el vehículo se instalará en un cohete Protón Ruso. «Si todo va bien, será lanzado el próximo mes de agosto desde Baikonour. Después le quedarán nueve meses de viaje hasta aterrizar en Marte, en marzo de 2021».
Pablo Álvarez explica que el principal objetivo de este Rover es «encontrar material orgánico bien conservado en la superficie de Marte, particularmente en el subsuelo. Es ahí donde se encuentran las capas más antiguas que pueden darnos una mejor idea de la historia del planeta. Además, estas no están expuestas a la radiación cósmica que sufre la superficie de Marte debido a la debilidad de su atmósfera y de su campo magnético. Una radiación que destruiría cualquier tipo de materia orgánica en la superficie, pero no en el subsuelo. Encontrar trazas de materia orgánica en el subsuelo sería un indicio de vida presente o pasada en Marte».
Álvarez es ingeniero aeronáutico por la ULE y máster en ingeniería aeroespacial
Para llevar a cabo esta misión, según explica Pablo Álvarez, «el Rover está equipado con un taladro y distintos equipos científicos capaces de extraer muestras del subsuelo y analizarlas para establecer sus propiedades físicas y químicas». Unas muestras que pueden ser extraídas a distintas profundidades, hasta un máximo de dos metros. «El taladro tiene un espectrómetro capaz de caracterizar la mineralogía de la muestra nada más recogerla».
Una vez recogida, la muestra pasa al interior del vehículo espacial. Ahí se encuentra un laboratorio analítico que llevará a cabo análisis mineralógicos más completos, así como la caracterización de las propiedades químicas de la muestra, con especial énfasis en la identificación de sustancias orgánicas.
«Esta última caracterización, explica Pablo Álvarez, hace que los requisitos de limpieza del Rover sean extremos. Todo tiene que estar totalmente estéril. Por eso durante la fabricación es necesario tomar medidas extraordinarias». Por ejemplo, todos los operarios que entran en la sala blanca donde está el Rover tienen que cubrir su cuerpo completamente con dos capas de ropa estéril. También han de pasar por una ducha de aire, porque es imprescindible no contaminar el vehículo».
Por eso «todas las herramientas que se usan son esterilizadas a su vez en cada turno. La Sala Blanca es una zona especial en la que el aire está filtrado para que no existan partículas de más de 0,3 micrómetros, que es el tamaño de la bacteria más pequeña». El ingeniero destaca que «con estas condiciones extremas se aseguran dos cosas: la primera es que Marte se mantendrá limpio, y que no enviaremos allí vida terrestre. La segunda, que en caso de encontrar materia orgánica en Marte, no habremos sido nosotros mismos los que la hemos enviado».
En el vehículo de exploración espacial en el que trabaja el ingeniero leonés participan equipos de ingenieros de toda Europa y de Rusia, y el conjunto de instrumentos científicos incluye cámaras que permitirán ver lo que ocurre en Marte, además de recuperar muestras del suelo, en las que las herramientas científicas del laboratorio buscarán una vez más pruebas de vida.
Álvarez entra ahora en un nuevo club
El club de los astronautas españoles cuenta desde hoy con una nueva incorporación, Pablo Álvarez Fernández, que se une a Pedro Duque de la Agencia Espacial Europa (ESA) y Miguel López-Alegría de la NASA, quienes saben lo que es mirar nuestro planeta desde el espacio.
La ESA ha anunciado el nombre de sus cinco nuevos astronautas de carrera, entre ellos el leonés Álvarez-Fernández (1988); doce de reserva, con la también leonesa Sara García Alonso (1989), además de una persona con discapacidad.
El astronauta español más conocido dentro de nuestras fronteras es Duque (Madrid, 1963), que fue además ministro de Ciencia e Innovación, frente al hispano-estadounidense López-Alegría (1958), madrileño de nacimiento, pero que se crio y desarrolló su carrera en Estados Unidos.
Duque ha estado dos veces en el espacio, una en la Estación Espacial Internacional (EEI), una experiencia imposible de olvidar, según señaló en una entrevista con EFE con motivo de los 20 años del laboratorio espacial, en la que aseguró que “no se puede ir al espacio, ver la Tierra desde allí y no ser conservacionista".
Pero su carrera como astronauta había empezado mucho antes, cuando el ingeniero aeronáutico decidió, en 1990, contestar a un anuncio de prensa en el que se pedían ingenieros y científicos para ser astronauta de la ESA.
Dos años más tarde fue seleccionado, como hoy lo ha sido Álvarez Fernández, para formar parte del cuerpo de astronautas de la ESA, tenía 29 años y era el más joven de los seis de aquella promoción.
Su ocasión para ir al espacio llegó en 1998, en el transbordador Discovery y junto a una leyenda John Glenn -el primer estadounidense que orbitó la Tierra (1962)-. Durante nueve días, se dedicó a la investigación en gravedad cero y al estudio del Sol.
De las estrellas a uno de los mayores reconocimientos mundiales. En 1999, aquella tripulación (Duque, Glenn, Chiaki Mukai y Valeri Poliakov) mereció el Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional, como "artífices de la exploración pacífica del universo".
La EEI esperaba a Duque en 2003, donde tuvo diez días para desarrollar la misión Cervantes, con 25 experimentos de biología, física y observación de la Tierra.
Tras ocupar diversos puestos en la ESA y el sector privado, Duque se convirtió en el ministro astronauta. Entre 2018 y 2020 fue puesto al frente de la cartera de Ciencia e Innovación por Pedro Sánchez.
Aún como ministro, presentó su candidatura a director general de la ESA, cargo que recayó en el austríaco Josef Aschbacher, y siempre ha reconocido que le gustaría volver al espacio.
Ese sueño de volver a la gravedad cero tras haber abandonado la carrera sí lo ha cumplido López-Alegría, que fue seleccionado por la NASA en 1992, tras graduarse en ingeniería de sistemas y servir en la Marina estadounidense como piloto de pruebas de aviación.
López-Alegría, quien siempre se ha sentido “de corazón muy español”, voló al espacio por primera vez en 1995 con el transbordador Columbia durante 16 días; en 2000 volvió a estar en órbita con el Discovery y dos años después con el Endevour.
El astronauta permaneció siete meses en la EEI en 2006, en su momento fue un récord, y realizó diez caminatas espaciales hasta colgar la escafandra en 2012 para trabajar en el sector privado, cuando pensó que aquella sería su despedida del espacio .
Sin embargo, en abril de este año volvió a la EEI como comandante de la primera expedición privada, la misión Ax1 de la compañía Axiom Space, de diez días de duración, en un cohete reutilizable de SpaceX.