El valle encantado de León
Imágenes del valle, en el que puede verse el Sabinar de Crémenes, el inicio de la calzada romana y el faedo de Argovejo. RAMIRO
Como si de un cuento de hadas se tratase, Crémenes es una de las zonas de la provincia ce mayor belleza natural. El sabinar de Crémenes, el Hayedo de Argoviejo y la calzada romana que lo atraviesa convierte el entorno en un lugar de obligada visita. El sabinar está compuesto de troncos retorcidos y agrietados de hoja perenne, siempre verde. Está ubicado en el parque Regional Montaña de Riaño y Mampodre, en su vertiente sur y muy cerca del embalse de Riaño. Un bosque muy singular que bien podríamos denominarlo ‘reliquia’ ya que se trata de un reducto de los bosques que poblaban la Tierra en el Cuaternario. Este bosque de sabinas se encuentra situado entre las poblaciones de Las Salas y Crémenes, en una ladera caliza donde se pueden observar los ejemplares a la perfección a través de sus diversas rutas de senderismo.
En pleno corazón de la Montaña Oriental se encuentra la primera calzada romana de Crémenes, un monumento que las legiones abrieron para comunicar la meseta norte con la costa cantábrica a través de los pasos de montaña de la cordillera leonesa.
Otro de los paraísos de esta zona de la montaña cantábrica es el faedo de Argovejo, uno de los rincones en los que hay que perderse más de una vez para ser conscientes de la grandiosidad de la naturaleza en esta rinconada leonesa. Cruzando el puente sobre el río Esla en Crémenes uno se interna en un inmenso túnel de vegetación formada por robles, cerezales, chopos y demás especies propias de estas latitudes. Todo un recorrido de categoría que nos conducirá a través de un estrecho valle a la montañesa localidad de Argovejo, a más de 1.080 metros de altitud y uno de los pueblos más bonitos de León.
El camino es sencillo incluso para realizar con niños, que disfrutan en todo momento de unos paisajes adulados por los colores y con el río como maestro de ceremonias. Los numerosos saltos de agua del arroyo, la belleza del musgo y los colores de las hayas van mostrándonos un otoño mágico. Los árboles crecen con una inusual inclinación, como si estuvieran rindiendo pleitesía al arroyo que alimenta sus raíces. Cubierta de hojas otoñales que aportan aún más colorido al paisaje encontramos por el camino un sinfín de cascadas, que se cierran con la que se ha convertido en objetivo de todoss los fotógrafos.
Cuando la garganta se estrecha y parece que no podemos continuar, es el momento de dar por finalizada la excursión y regresar sobre nuestros pasos, o bien, continuar hacia la hoz de las Escaleras. Si elegimos la segunda opción, tenemos que alejarnos del río y girar a la izquierda siguiendo las flechas y los puntos rojos marcados en los troncos de los árboles. Comienza entonces un ascenso pronunciado por el hayedo hasta llegar a un repecho tras el que se abre la espléndida panorámica de la hoz.