El hospicio de nunca acabar
Los restos del edificio histórico están abandonados en un solar desde 1966
Fue el refugio de varias generaciones de niños y niñas cuando las cosechas eran miserables en León, cuando las calamidades obligaban a emigrar al cabeza de familia y a abandonar a sus hijos o cuando los pequeños morían en León de fiebres ardientes. Se dice que sólo en la primera década de 1900 pasaron por el Hospicio de León más de 400 chavales huérfanos o expósitos. El edificio se encontraba frente a los jardines de San Francisco, donde hoy está levantado el edificio de Correos, el auditorio Ángel Barja y el aparcamiento de Santa Nonia. Hoy, restos de aquella impresionante casa de misericordia se encuentran abandonados en el solar propiedad de la Diputación Provincial. Una vista desde el satélite hace fácilmente comprobable el hecho de que las piedras nobles del antiguo hospicio se encuentren tiradas entre el centro de salud mental de Santa Nonia y la Biblioteca Pública desde que el edificio histórico fuese demolido en 1966. Su uso no ha sido aclarado por la Diputación de León. Según ha podido saber este periódico, la intención de la institución provincial es que el Ayuntamiento recalifique este terreno que le fue devuelto a finales del año pasado por parte del Estado, a quien se le había entregado de forma gratuita en 1978 para que construyera un edificio administrativo y un almacén de Fomento. Se trata de 9.000 metros cuadrados en pleno centro de la capital que ahora son gestionados por un colectivo de personas con capacidad reducida. El Plan de Ordenación Urbana (PGOU) en vigor contempla este suelo para uso social y cultural. Sin embargo, la Diputación tendría interés en reordenar el suelo para revenderlo y propiciar la construcción de edificios comerciales o de servicios.
Las piedras del hospicio son, al igual que en el caso de las lápidas reutilizadas en la calle del Maestro Uriarte, procedentes de la montaña leonesa, tales como mármoles rosáceos, grises y azules. Su construcción fue promovida por el obispo Antonio Cuadrillero y Motta, quien la inauguró en 1793 como Casa de Misericordia. Fue el prelado quien solició terrenos al propio monarca Carlos III y éste le cedió la parcela donde antes se ubicaba la Real Fábrica de Hilados, en lo que de aquella se conocía como prado de San Francisco. Los curas de San Bartolomé y Valporquero regalaron madera de robles y chopo, mientras que el duque de Uceda entregó grandes vigas de roble para la edificiación, además de transportar cantos rodados del Bernesga y piedra de Boñar. El edificio tenía una fachada alargada, al estilo de San Marcos, un reloj y campanil y constaba de una planta baja y principal y cinco patios, además de una enorme huerta.
En 1966 el edificio fue totalmente demolido. En aquellos años, las propuestas parar reemplazarlo fueron muchas, desde sede del Museo Provincial hasta un Colegio Mayor o la facultad de Ciencias Biológicas. Finalmente se construyó el Conservatorio Provincial y el nuevo edificio de Correos. El hospicio fue trasladado a la carretera de Carbajal. Algunos de los restos, como la fuente, fueron llevados a San Marcos. Lo demás se amontonó para la historia.