Diario de León

león lucha por la minería La estela de la I Marcha Negra

«Seguimos siendo mineros»

Los veteranos de 1992 esperan que Rajoy dé una alegría a los mineros, como anoche la selección de fútbol a todo el país, y regresen de Madrid «con las alforjas llenas».

Un grupo de mineros de la I Marcha Negra salieron ayer a las cinco de la mañana de Villablino para acompañar con sus pies y dar ánimo a sus compañeros.

Un grupo de mineros de la I Marcha Negra salieron ayer a las cinco de la mañana de Villablino para acompañar con sus pies y dar ánimo a sus compañeros.

Publicado por
ana gaitero | león-villamañán
León

Creado:

Actualizado:

«Venimos a dar un empujoncillo a nuestros compañeros a ver si pegan el salto y triunfamos, porque nos quieren quitar todo lo que ganamos». Jose, el Carnicero, no habla del partido de fútbol entre España y Portugal. Es uno de los 40 veteranos de la I Marcha Negra que, llegados desde Laciana, se sumaron ayer a la columna que emula su gesta.

Pasan unos minutos de las siete de la mañana y el hombre, emocionado, acaba de dar un salto de 20 años. En 1992, la I Marcha Negra llevó a Madrid a casi 500 mineros de la «difunta» MSP. Entonces José Manuel González Pevida era carnicero, como indica su apodo. Ahora es minero en paro.

Entonces se subió al todoterreno y con el paso de los días se convirtió en una pieza clave del avituallamiento de los marchistas. «Llevaba bebidas, fruta, chocolate, aspirinas... Todo me lo daban los sindicatos, no es que lo pagara yo», matiza.

Era marzo y recuerda que por las mañanas «hacía mucho frío». Las imágenes de aquella epopeya de la lucha obrera afloran mientras camina sobre el asfalto de la carretera de Benavente: «¡Cómo se portó la población con nosotros: nos daban tanta fuerza que era demasiado!», exclama.

La columna del 92 cierra el desfile minero con sus viejos cascos, los bastones y una mezcla de camisetas combativas y pantalones azules de faena con moderna ropa de montaña. Partieron de Villablino a las 5 de la madrugada y amanecieron en León con el cielo encapotado, algo fresco, y «con ganas de andar para dar ánimo a los compañeros. A ver si vuelven de Madrid con las alforjas llenas».

En dos décadas la reconversión de la minería a otras actividades económicas ha sido un fracaso. Pero, ¿cómo se reconvirtió un canicero en minero? «Por culpa de las vacas locas. No se vendía un duro y me ofrecieron trabajo en la mina», contesta. Ahora vive de la ayuda del paro. Tiene 62 años.

«A ver si llegamos...», dice socarrón al encarar la subida al polígono de Onzonilla. Pasadas las dos de la tarde la columna del 92 entró triunfante en Villamañán. Los 160 mineros de la marcha del 2012 les brindaron honores y agradecieron su nueva hazaña levantando sus cachas en alto y haciéndoles el paseíllo minero. A la mañana, al salir del pabellón Margarita Torres, del Polígono X, los veteranos hicieron el mismo gesto a los marchistas del 2012 para que entraran con buen pie en la larga etapa entre León y Villamañán.

El primero en echar a andar el camino en León fue José Ángel Villa, histórico del Soma-UGT, de 68 años. Con el callo curtido, saca a relucir su ristra de argumentos: «El Gobierno quiere liquidar unos territorios con movimiento obrero y sindicatos con conciencia social», declara acalorado al finalizar la etapa. «El PP ya lo intentó en 1998 con el protocolo eléctrico», apostilla.

Sin reconversión

«Seguimos siendo mineros y estamos con ellos», asegura a la altura de la fábrica de Antibióticos, Antonio Carro, prejubilado desde hace casi diez años. «Sigo en la comarca, en Caboalles de Arriba, y me dedico a la huerta y a los caballos», aclara. Ningún obrero de la industria farmacéutica, también en crisis permanente, sale a recibir a la columna. Suenan cláxones y muchos conductores sacan por la ventana la mano en puño en señal de apoyo.

Antonio Carro tenía 26 años cuando se echó a la carretera en 1992. Trabajaba en el pozo Paulina y cree que aquella movilización marcó un hito en la lucha obrera y pacífica. Lamenta que dos décadas después la «incertidumbre» siga siendo el signo de la minería. La solución para salir de la carretera, una vez más, «está en manos de los políticos». Laciana «se ha desintegrado en estos veinte años y el futuro de los jóvenes es muy triste: sin futuro y sin proyecto de vida», lamenta.

Carro exige que a la clase política que cree empleo. «No estamos empecinados en vivir de la minería. El problema es que no ha habido una reconversión». Antonio tiene tres hijos y otras tantas razones para seguir caminando. Uno en la mina, una hija que va a ser madre, esposa de minero y un estudiante.

Los del ‘Sintron’

«Tenemos 20 años más y 20 kilos más... Ya no cantamos: aquí están, eston son los que sacan el carbón; cantamos: aquí están estos son los que toman el sintron o si esto no se arregla, viagra, viagra, viagra», bromea más atrás Marcelino Martínez, que en el suspiro de estas dos décadas ha pasado de minero a cronista radiofónico en Radio Laciana.

Diez años después de la marcha se prejubiló. «Entre los años 79 y 82 entramos mucha gente en la mina y somos los que nos jubilamos por esas fechas», precisa. No cree que su situación sea un privilegio después después de 23 años de mina. «Hubo dinero pero nadie se ocupó de controlarlo y ahora se habla de lo que cobran los prejubilados; de lo que no se habla es de que había que diversificar la economía y no se hizo. De ser un valle de vida y juventud somos una residencia de la tercera edad», constata.

La cruda realidad es que entonces «éramos casi 3.000 trabajadores en una sola empresa», muchos más que hoy en todo el sector en la provincia. Marcelino tiene tres hijos y dos de ellos viven fuera del valle. El pequeño, de una segunda relación sentimental, tiene cuatro años.

Manuel Méndez trabajaba en «la María», el pozo amenazado de cierre en 1992 que desencadenó la Marcha Negra. Nunca había caminado por la carretera de Benavente. Aquella marcha bajó por el Bierzo siguiendo el trazado de la n-VI. «Por aquí sólo he venido una vez a las bodegas de Valdevimbre», admite.

Acabó su vida laboral en Calderón, la última mina de interior de la MSP que pervivió en el valle. De aquella marcha, subraya, «lo mejor fue el recibimiento de todo el mundo. No sólo en las cuencas: Astorga, La Bañeza y luego Valladolid y Madrid».

Vive en Caboalles de Abajo y tiene dos hijos de 13 y nueve años. El declive de las minas afecta también a la educación por falta de población: «En el instituto los dos grupos de primero de ESO los han fusionado en uno masificado. Acabarán cerrando los colegios y nosotros haciendo la maleta», vaticina. Detrás del problema, antes y ahora, «están las eléctricas».

Padre tras la marcha

Rafael Martínez Guerra ya se fue aunque sigue vinculado al valle. Regresó a su pueblo natal, Berlanga del Bierzo, porque allí «mi hijo tiene más posibilidades de trabajar». Está empleado en la construcción. Fue uno de los niños que nacieron tras aquel conflicto minero. Dicen que a finales de 1992 hubo muchos nacimientos en Laciana.

A Rafael la prejubilación le cambió la vida. Se ha convertido en un alumno aventajado de la Uned y ha sacado dos carreras a curso por año. Educación Social y Antropología. Ahora va a por Psicología. Es voluntario de la Asociación Española contra el Cáncer y todas las semanas apoya a enfermos en el Hospital del Bierzo. Su rosario de actividades es agotador: practica atletismo, yoyga, esquí... y se sumó a la marcha de apoyo a los trabajadores de Vitro.

Algunos quieren repetir la llegada a Madrid el 11 de junio. «Como no se arregle la minería, el valle va a la ruina», comenta Antonio Cepada al llegar a Villamán. Después de un bocadillo de chorizo y un refresco emprenden el viaje de regreso a Villablino: «A ver si la selección nos da una alegría, pero más importante es que se sienten a negociar», repone otro minero. «No, no... hay que conseguir las dos cosas», tercia Jose el Carnicero. La selección cumplió. Ahora le toca a Rajoy.

tracking