Historia
El año en que los judíos de Bembibre perdieron su sinagoga
El investigador Manuel Olano escarba en la historia de la judería de la capital del Bierzo Alto en el último número de la revista ‘Bierzo’
Ocurrió en 1490, dos años antes de que los Reyes Católicos decretaran la expulsión de todos los judíos de los reinos de Castilla y Aragón. Dos años antes de la caída del reino nazarí de Granada, del descubrimiento de América. Dos años antes de que la Edad Moderna, con todas sus tensiones, enterrara a la Edad Media en los libros de Historia. Y ocurrió que los judíos de Bembibre, donde llevaban tres siglos asentados, se quedaron sin su sinagoga nueva porque «superaba en tamaño y magnificencia» a la iglesia de la parroquia de San Pedro Apóstol donde oraban los cristianos, recuerda el investigador Manuel Olano en el último número de la revista Bierzo presentado ayer. La sinagoga pasó entonces a ser la iglesia. Y ahí sigue, con sucesivas reformas, incendios (como el que sufrió en la revuelta minera de 1934) y modificaciones, plantada en mitad de lo que hoy es la plaza del Ayuntamiento; uno de los escasos espacios urbanos con un templo en el centro.
Bembibre era en 1490 una villa señorial con castillo y judería, y la comunidad sefardí había crecido tanto que la sinagoga donde rezaban se les había quedado pequeña. La judería de Bembibre, cuenta Olano, se encontraba a extramuros de la Villavieja y de su fortaleza medieval, en lo que entonces se conocía como Pradoluengo y hoy es el centro de la localidad. «No se encontraba en el barrio de la Fuente, el artículo en la revista Bierzo corrige eso», explicaba ayer el historiador bembibrense.
Los judíos, que también contaban con barriadas en Ponferrada, Los Barrios de Salas, Cacabelos, Villafranca y Vega de Valcarce, Castropodame, Carracedo y Valdueza, habían prosperado en Bembibre, un lugar donde se habían asentado a comienzos del siglo XIII por la pujanza que le concedía a la localidad su situación en la ruta de Castilla a Galicia y «por su condición de villa jacobea y cabeza de la jurisdicción del Boeza».
La bonanza económica y el aumento de la población llevaron a la comunidad sefardí de Bembibre, que pagaba tributos a la Corona y se re reconocían «vasallos de la iglesia de Astorga» a solicitar en 1490 autorización para sustituir su vieja sinagoga, «de traza humilde», por otra de nueva construcción y de mayores proporciones. Pero el rector de la parroquia de San Pedro Apóstol, Diego González, «viendo que el templo recién edificado superada en tamaño y magnificencia a la iglesia de la localidad, obtuvo el beneplácito del provisor episcopal para apropiarse del mismo y destinarlo al culto cristiano».
Y ocurrió que los judíos no se resignaron. Y acudieron a la justicia seglar de la villa, que en un primer momento les dio la razón y obligó al párroco a sacar la Cruz y la imagen de la Virgen María del templo para reponer la Torá judía en su lugar de privilegio. Diego González llevó entonces el pleito ante el Consejo de los Reyes Católicos, en un proceso donde la aljama judía estuvo representada por Ravi Za Conueto y el juez elegido por las partes para ejercer como árbitro fue el obispo de Córdoba y oidor de la Real Chancillería de Valladolid, Iñigo Manrique de Lara.
La suerte ha querido que los legajos de aquella pugna no se quemaran en el incendio que sufrieron las casas del escribano de la jurisdicción de Bembibre, Manuel López Carvajal, en el año 1654 , y tampoco desaparecieran en la quema del archivo municipal y parroquial durante la Guerra de la Independencia (1808-1814). Por eso podemos saber que la sentencia dictada el 19 de mayo de 1490 falló que el templo debía pertenecer a la parroquia cristiana de San Pedro, amparándose en los decretos pontificios de Gregorio IX (1227-1241); los judíos no tenían derecho a que su nueva sinagoga fuera « más sunptuosa que la que antes tenían » y por ello « justamente la merecieron perde r». La sentencia estableció que no se debió restituir el templo a los judíos y les daba un plazo de 20 días para sacar la Torá y dejar libre el edificio.
El cura Diego González, eso sí, estaba obligado a construirles una casa de madera de cinco tapias a los judíos de Bembibre para que la usaran como sinagoga. Olano cree que ese último templo estuvo en la antigua calle Escobar, hoy avenida Villafranca.
Pero apenas duró un año y medio. El 31 de marzo de 1492, Isabel y Fernando ordenaban salir de sus reinos a todo aquel que no renunciase a su fe en favor del catolicismo. Los sefardíes comenzaban su diáspora. Y en Bembibre, Ravi Za Conueto pasaba a llamarse Antonio Fernández.