| Entrevista | Maribel Verdú |
«A partir de ahora sólo voy a hacer cine que me emocione de verdad»
La madrileña tiene en cartel la producción «El niño de barro», una sórdida historia de asesinatos de niños basada en un hecho real y ambientada en el Buenos Aires de 1912
Es el año Verdú en el horóscopo Maribel. Y no es el primero. Había cierto runrún sobre el tema por aquello de El laberinto del fauno y sus devaneos con los Oscar. Pero viene ella a confirmar el rumor y exclama: «¡Sí, es mi año!». «Si no tuviera esa sensación estaría muerta. Me están pasando cosas maravillosas», asegura Maribel Verdú Rollán (Madrid, 1970). Y es que la actriz promociona estos días El niño de barro , de Jorge Algora y la gallega Adivina Producciones, una película sórdida y truculenta, rodada íntegramente en Argentina, que narra hechos reales ocurridos en Buenos Aires a principios de siglo, cuando se produjo el asesinato en serie de varios niños. Es la historia conocida en Argentina como la del Petiso Orejudo. Cruel y legendaria y perteneciente a la memoria colectiva en aquellas tierras. Y en toda esta historia, Maribel Verdú irrumpe con toda su potencia de actriz. Al igual que lo hace Chete Lera, o el argentino Daniel Freire, o el niño Juan Ciancio, un protagonista de 11 años elogiado por todos. La también protagonista de la recordada Amantes , la enorme La buena estrella o la inolvidable Belle Epoque , entre otras grandes películas, lleva una racha que cada vez que salta a un rodaje sienta cátedra. Y eso que, tal y como confiesa, antes de decir sí a Guillermo del Toro, estuvo más de dos años sin probar bocado cinematográfico porque no le ofrecían nada interesante. En El niño de barro , Maribel Verdú encarna a una mujer sufrida y de vida compleja en el contexto social de principios del siglo XX. Y Verdú vuelve a hacerlo: borda su papel. De entre todas las actrices de su generación siempre ha sido la más cercana. Por eso, puede que muchos reservaran para otras las necesarias dosis de glamur que reclama el mundo del celuloide. Pero todo pertenece ya a percepciones pasadas, porque si de algo goza la actriz hoy en día es de la máxima credibilidad, ésa que garantiza una intérprete sólida. Demasiado joven para ir de mujer madura, Verdú asegura que nunca más hará un papel que no le guste. Y esta Estela sufriente le encanta. Por eso, de manera espontánea, pide: «Por favor, recomendad la película. ¿A que está muy bien?». Dicho queda. -Mujeres de época en una sociedad machista. Sufridas pero con carácter. Sus dos últimos papeles coinciden en ese planteamiento. ¿Disfruta de estos personajes con mucha complejidad? -Yo creo que no había comenzado a rodar El Laberinto del fauno cuando me ofrecieron este papel. En realidad no tienen nada que ver salvo esas coincidencias. Porque si se trata de alguien que sufre, ¿quién no ha sufrido alguna vez en la vida? Todos lo hemos pasado mal alguna vez. -Hay una historia real detrás de esta película. ¿Cómo abordó esa tesitura realista tan truculenta? -El Petiso Orejudo es un mito allí en Argentina. Leí el guión y me puse a llorar como una tonta. Piensas que hace falta que haya justicia en el mundo para la gente más débil. -Rodaron en Argentina una historia que usted dice que allí impresiona. ¿Fue duro? -En estas cosas, los actores somos bastante anormales. Hicimos una película durísima pero en el rodaje lo pasamos como enanos. Estar en Buenos Aires es maravilloso. Si no viviera aquí, viviría allí. Como Jorge (Algora) tenía mucho trabajo con la dirección, Daniel, Chete y yo hicimos un trío fabuloso. Salíamos a bailar tangos y a ver cosas. -Es decir, el personaje se quedaba en el rodaje. ¿Lo hace siempre? -Soy muy loca e intento pasármelo bien y tomarme la vida con humor. Me gusta reírme. Con estos papeles me desquito. Porque soy de las que cuando tiene problemas no lo expresa. Me preguntan que qué tal y aunque esté fatal no lo digo. -¿Por eso hace últimamente papeles dramáticos? -Ahora me han tocado dos en las que no hago de guapa. Pero ya me tocará. Este año estreno otras dos pelis y en esas sí me verás de guapa. De todas formas, lo que más nos gusta a los actores es hacer de personajes que no tengan nada que ver con nosotros. -¿Qué huella deja Estela, su personaje en «El niño de barro»? -Es una mujer que sufre. Es un papel dramático, muy fuerte, que me ha encantado hacer. Hay dos de las escenas más duras que me han tocado interpretar. -Pero no sufrió al hacerlas. -Consigo abstraerme. Hacer la escena y, hala, ya pasó. Hombre, sufrir, sufro. Porque hace frío, llueve, o por cosas a así. O ves al niño hacer una escena en la que está empapado y piensas: a ver si acabamos y nos vamos para el hotel. -Jorge Algora, el director, asegura que hay temas que hay que sacar a la palestra para que se produzca una catarsis y se reflexione. -Vamos a ver: en 1912 había personas que compraban fotos de niños para masturbarse, mujeres maltratadas, violadas, policías corruptos, impunidad¿ 2007, el panorama no ha cambiado tanto¿ -Recapitulando: ¿es el año Verdú? -Estuve dos años y medio sin hacer cine porque no quería hacer por hacer. Me ofrecían cosas fuera. Y no me apetece hacer cine en Estados Unidos. Ahora tengo proyectos que me convencen y me atraen. Con El niño de barro me ha pasado eso y no quiero cambiar. A partir de ahora, sólo haré cine que me emocione. En junio, comienzo el rodaje de Los girasoles ciegos , del libro de Alberto Méndez. Y ya estoy emocionada.