Influencias
Dos artistas leoneses en el museo de las maravillas
LA OBRA de Eduardo Arroyo y de Alberto García-Alix está empapada de horas en el ‘museo de las maravillas’. La escritora y periodista María de la Peña Fernández-Nespral relata en un libro la influencia del Museo del Prado en diez artistas contemporáneos, entre ellos los dos leoneses.
Es probable que los cuerpos femeninos, especialmente La maja desnuda de Goya, causaran una conmoción a Alberto García-Alix cuando visitó por primera vez el Museo del Prado a los 13 años, en una España a la que aún le quedaban seis años de oscura dictadura. Eduardo Arroyo se enfrentó a los hermanos Hubert y
Jan van Eyck. Cuando vio La adoración del cordero místico, un políptico pintado en 1432 por los artistas flamencos para el altar de la Catedral de San Bavón, se quedó fascinado.
En primera persona
«Me hice a mí mismo el encargo de reinterpretarlo», confesó. El artista de ascendencia lacianiega expuso en 2012 en El Prado 21 dibujos en blanco y negro —tantos como tablas tiene el retablo, una de las siete maravillas de Bélgica—, junto a la única tabla que posee la pinacoteca madrileña de la escuela de Jan van Eyck, La fuente de la gracia.
No es que la obra de Arroyo y la de García-Alix no se entiendan sin El Prado, sino que, allí, durante incontables horas, aprendieron la mejor lección de arte.
Portada del libro. DL
La periodista María de la Peña Fernández-Nespral, jefa de prensa durante doce años de la gran pinacoteca nacional, publica ahora Diez artistas y El Museo del Prado (Editorial La Fábrica), fruto de largas conversaciones con los dos leoneses, así como con Miquel Barceló, Rafael Canogar, Cristina iglesias, Carmen Laffón, Antonio López, Blanca Muñoz, Soledad Sevilla y Juan Uslé.
La autora se empapó de los primeros recuerdos de estos artistas en el Museo del Prado y llegó a conocer los maestros que más fascinaron a cada uno. «Mi intención ha sido que los artistas contaran su historia particular con el Prado en primera persona, sin la interrupción de un interlocutor, para que los lectores sientan cerca y conozcan, de la fo
El artista de ascendencia lacianiega Eduardo Arroyorma más directa posible, su relación de intimidad creativa con el museo», afirma la autora en el texto introductorio.
El artista de ascendencia lacianiega Eduardo Arroyo. RAQUEL P. VIECO
Los artistas llegaron a establecer un diálogo con muchas de las obras del museo, que el libro recoge en su parte gráfica, en una sorprendente confrontación de trabajos: Arroyo lo hace en La maja de Torrejón, su particular versión de la modelo de Goya, probablemente, Pepita Tudó, que conmocionó a Alix en su estreno en El Prado. En el mismo libro, algunas de las composiciones fotográficas de García-Alix se enfrentan a las obras que claramente las han inspirado, como el Cristo muerto sostenido por un ángel, de Antonello de Messina.
A Arroyo siempre le sedujo ‘repintar’ algunas obras maestras, como cuando le puso la cara de Dalí a un enano de Velázquez. La relación con El Prado del artista que quiso hacer de Robles de Laciana un ‘parnaso cultural’ le llevó a escribir una singular guía para recorrer el museo. En las páginas de Al pie del cañón. Una guía del Museo del Prado, Arroyo cuenta su relación con su abuelo Eduardo y con sus maestros del Liceo Francés. Cuando emprendió el camino del exilio, harto de la España franquista, desde París Arroyo recordaba el museo español. «Era un refugio para los que no nos gustaba lo que nos había tocado vivir. La mugre exterior se detenía en sus puertas», decía.