Diario de León

LEÓN ■ PATRIMONIO

'El Escorial leonés' está de estreno

Es un icono monumental y religioso de los valles orientales de León, epicentro de recordadas romerías y corros de lucha

En la página anterior, la fachada del santuario, aún enfajado en andamios.

En la página anterior, la fachada del santuario, aún enfajado en andamios.

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Emilio Gancedo | León
León

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El santuario de la Virgen de la Velilla —en un rincón poblado de robles del valle del Tuéjar, La Mata al fondo y todo un anfiteatro de peñas en derredor—, estuviera en otra autonomía, su visita no es que fuera obligada sino que más bien el lugar sería foco de un peregrinaje continuo. Tal es la presencia imponente de este templo de piedra repleto de historias y milagros, uno de los más señeros de la Montaña Oriental, recuerdo de los días en los que la zona no era un lugar silencioso, apartado de las grandes rutas de comunicación y sumido, como tantos otros, en la despoblación rural sino que hervía de gentes y ganados bajo la mirada poderosa de los marqueses de Prado. Pero aún hay personas que velan por la suerte del monumento, y fruto de ese interés ha sido la gran reparación de la que acaba de ser objeto: unas intensas obras adjudicadas a la empresa Valuarte y que ha costado 267.790 euros, financiados en su mayor parte por la Junta de Castilla y León con el apoyo del Fondo Europeo de Desarrollo Regional de la Unión Europea.

El arquitecto redactor del proyecto, Enrique Luelmo Varela, explicó al Diario que, en lo que respecta a las cubiertas, los trabajos han procurado su renovación completa, «colocando teja nueva en canales y teja reutilizada en cobijas, con sistema de cubierta ventilada», pero que además sustituyeron todo el tablero de soporte de la teja, «retirando el antiguo de fibrocemento con fibras de amianto, actualmente prohibidas, y colocando placas de cemento reforzado». Otras actuaciones pasaron por proteger los puntos débiles de los faldones, por colocar baberos de chapa de plomo protegidos con piezas voladas de piedra arenisca procedente de la sierra de la Demanda, y por la protección superior de los contrafuertes de las fachadas Norte y Sur con chapa de plomo. «No sólo eso, también se instalaron piezas bateaguas sobre los vértices de coronación de las cubiertas de las sacristías y se repusieron todas las piezas que estaban deterioradas, rotas o caídas, de la cornisa». La actuación ha debido respetar y cumplir todos los requisitos de seguridad vigentes, y a tal fin se colocaron las llamadas «líneas de vida» en cumbrera y limatesas, de cable trenzado de acero inoxidable «para facilitar la seguridad de los operarios de mantenimiento», como recordó Enrique Luelmo; amén de instalar una escalera exterior con objeto de facilitar el acceso a las cubiertas y dotar al santuario de pararrayos adecuado.

En lo que respecta a la torre del campanario y al coro, las labores se centraron en eliminar por completo la palomina acumulada durante años y en incorporar una nueva escalera de acceso desde el coro a la cámara de cubierta, con peldaños de madera de iroko, y barandillas y pasamanos de acero inoxidable. «No hay que olvidar que también se renovó la barandilla de protección del hueco de la escalera de acceso al coro desde la nave, así como la escalera de transición entre la cámara de cubierta y la torre del campanario», detalló Luelmo, remitiéndose a un informe técnico que también habla de la nueva escalera de acceso a la plataforma de campanas y la renovación total de esa plataforma, «formando un alfarje de vigas, viguetas y tablero de madera». El proyecto no olvidó tampoco colocar rejas de protección en las ventanas de la torre para impedir la entrada de aves y la renovación de la instalación eléctrica para toques automatizados de campanas, altavoces e iluminación de la torre —incluye cuadro de mando y protección, cableado y equipos de emergencia y señalización—. Y aunque esos dos aspectos, cubiertas y torre, han sido los prioritarios, en los muros exteriores se eliminaron muchos enraizamientos vegetales y se rejuntaron los paramentos de la torre, de la nave (especialmente en la fachada Norte) y del cimborrio sobre el crucero con mortero de cal, cemento y arena. En el interior, por último, se reparó el desconchón existente en la bóveda y el arco de la cabecera y se sustituyó todo el cableado del circuito eléctrico.

Con todas esas actuaciones, el santuario luce casi como nuevo y suponen una invitación a la visita de un monumento cuyas raíces están en la ermita construida tras una supuesta aparición mariana, registrada en 1470, a Diego Prado y María Díaz —una placa lo atestigua—, convertida después en poderoso santuario. Sus maravillas pasan también por hermosos retablos de los siglos XVII y XVIII, por un fascinante camarín con notables pinturas barrocas y hasta por restos del primitivo y del todo desaparecido monasterio de San Guillermo de Peñacorada. No faltan curiosidades como los numerosos exvotos de estilo casi naïf, donados tras curaciones milagrosas, imágenes de la gran restauración —casi salvación— del templo en los años ochenta o la leyenda de la escultura del ángel que cayó de lo alto de la bóveda pero que quedó a resguardo en una cornisa —y ahí sigue—. Quizá por esas y por más cosas lo llamen ‘El Escorial leonés’.

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