Un personaje fascinante
El leonés que soñó con construir Europa
Botines inaugura el día 23 una exposición sobre Gil y Carrasco que viajará a Astorga, Villafranca, Madrid, Ponferrada y el Parlamento Europeo
Enrique Gil y Carrasco es un personaje fascinante. Irreal para una provincia que en el siglo XIX vivía sumida en el subdesarrollo. El escritor y diplomático tuvo la visión de una gran Europa. La Casa Botines adelanta su reapertura al día 23 para albergar una exposición dedicada a Un romántico en la construcción de Europa —como reza el título—. La exposición presenta por primera vez una nueva imagen de Gil y Carrasco, su aportación a las vanguardias y a la construcción de Europa y sugiere una relectura contemporánea de su trayectoria.
La muestra, organizada por la Biblioteca Enrique Gil y Carrasco con el apoyo de Acción Cultural Española (ACE), reúne una decena de manuscritos del autor de El Señor de Bembibre, así como varios paneles sobre su vida y su legado. Hasta el 19 de julio podrá verse en el Museo de Gaudí; luego viajará a Astorga, Villafranca, Madrid y Ponferrada, para recalar finalmente en el Parlamento Europeo.
Gil y Carrasco (Villafranca del Bierzo, 1815-Berlín, 1846) fue uno de los más destacados diplomáticos españoles en Europa y, quizás, el primero en estudiar a fondo la unión aduanera prusiana, el Zollverein, antecedente directo de los tratados de comercio europeos y de la actual Unión Europea. El escritor berciano, que ejerció como periodista y crítico teatral, desempeñó además una relevante actividad como político progresista.
El romántico villafranquino llegó a estrechar lazos con algunos destacados miembros de la realeza prusiana y se codeó con las figuras más destacadas de su época. Por la vida de Gil y Carrasco desfilaron los más variopintos personajes. Conoció en sus años de estudiante de Derecho al autor de Don Juan Tenorio, José Zorrilla, y mantuvo espléndidas relaciones con el mismísimo presidente del Gobierno Luis González-Bravo, que le enviará con una ‘ambigua’ misión a Prusia. Entre su círculo de amistades hay que mencionar a un actor que causaba furor en aquella época, Julián Romea, que llegaría a ser una de las máximas figuras del teatro español de todos los tiempos.
Última carta de Enrique Gil y Carrasco desde Berlín, fechada el 20 de enero de 1846, que se conserva en el Archivo Histórico Nacional. DL
Coleccionista de amigos
Gran amigo del científico y geógrafo alemán Alexander von Humboldt, pese a la diferencia de edad entre ambos —el barón tenía 75 cuando conoce al escritor berciano, de 29—, Gil y Carrasco no deja de ‘coleccionar’ amigos durante su breve pero intensa vida. Paradojas del destino, Humboldt sobrevivirá al joven escritor por el que el explorador alemán —que había tenido con anterioridad efusivas amistades con otros hombres— siente una atracción innegable. Fue además el compañero inseparable en las últimas horas de Gil y Carrasco. Quizá el amplio abanico de amigos sea el rasgo que mejor defina la personalidad intrépida de un joven soñador que llega a ser diplomático en Berlín, donde dará clases de español a María de Sajonia-Weimar, esposa del príncipe Carlos de Prusia, quien otorgará a Gil y Carrasco la gran medalla de oro de las artes y las letras.
La exposición
Presenta una nueva imagen de Gil y Carrasco y su aportación a la construcción de Europa
En El Parnasillo, la tertulia de intelectuales que se reunían a mediados del XIX en el café del Príncipe, de la que surgiría el Ateneo de Madrid, Gil y Carrasco se codea con Mariano José de Larra, Zorilla y José de Espronceda, que se convierte en su ‘protector’ y le consigue un empleo en la Biblioteca Nacional en 1840, que le proporciona unos ingresos anuales de 9.000 reales. Funda con su amigo Miguel de los Santos Álvarez la revista El Pensamiento. Gil y Carrasco recibiría una dura estocada en 1842 con la muerte de su gran amigo Espronceda, en cuyo funeral recita: «¿Qué tengo yo para adornar tu losa? / Flores de soledad, llanto del alma...».
Entre sus primeras colaboraciones periodísticas figura el Semanario Pintoresco Español, dirigido por Mesonero Romanos, uno de los escritores mejor relacionados en el Madrid de la regencia de María Cristina, a quien el autor romántico leonés pudo conocer en persona en varias recepciones oficiales. Hasta después de muerto sus amigos le siguieron siendo leales. Así, Joaquín del Pino y Fernando de la Vera e Isla publicarán en 1883 Obras en prosa de D. Enrique Gil y Carrasco, que había fallecido 37 años antes.