Los palacios que León logró salvar
Una historia convulsa. Incendios, demoliciones, especulación, desamortizaciones, guerras y restauraciones nefastas acabaron con muchos de los palacios de León capital desde la Edad Media hasta el siglo XX. De los cuatro palacios reales con los que llegó a contar la ciudad apenas quedan huellas. La reconversión de mansiones nobiliarias en museos, edificios administrativos, hoteleros o viviendas ha sido la salvación para la mayoría. Más de una veintena han conseguido sobrevivir.
León derribó o dejó caer más de una treintena de palacios. Otra veintena han permanecido, aunque con otros usos. Antiguas residencias nobiliarias son hoy hoteles y restaurantes, sedes institucionales, museos o edificios de viviendas. Sus fachadas y escudos preservan las señas de identidad de sus primeros moradores.
Tras años de abandono, el palacio de Jabalquinto abrió sus puertas, poco antes de la pandemia, transformado en hostel. Previamente, se sometió a una gran reforma para convertir el edificio —que anteriormente fue restaurante y taller de artesanos— en un confortable hotel de 88 plazas. El Hostel Quartier León no es, sin embargo, propietario de este inmueble que lleva el nombre de la familia en la que recayó el título a comienzos del siglo XIX, al extinguirse sus constructores, los marqueses de Castro Janillos.
El palacio renacentista de los marqueses de Villasinta, del siglo XVI, es una de las edificaciones más singulares de la Calle Ancha. Fue pasto de las llamas a principios del XX. La construcción, hundida y seriamente dañada, fue rehabilitada por el arquitecto Torbado, quien trasladó los grandes balcones de la fachada a la calle del Cid. A poca distancia, junto a la muralla, se encontraba el palacio de Ramiro Díaz de Laciana, convertido en 1663 en convento de monjas agustinas y en 1894 en el cuartel del regimiento de Burgos, demolido por el Ayuntamiento en 1970.
Al final de la calle del Cid, la Audiencia Provincial ‘engulló’ en 1945 el palacio de los Ceas, donde supuestamente nació el héroe leonés Guzmán el Bueno y que hoy muestra, encajada en la fachada, la monumental portada creada en el siglo XVIII para la Real Fábrica de Hilados de León.
En la plaza de San Isidoro, junto a la columna trajana, se halla el palacete del vizconde de Quintanilla, residencia particular de una conocida familia. En la calle Serranos se alza el palacio del marqués de Lorenzana, del siglo XVII, de estilo renacentista, con una impresionante arco de medio punto y un enorme escudo heráldico sostenido por leones rampantes. Esta casona, en la que vivió el célebre anarquista Ataúlfo, un personaje icónico del barrio de Santa Marina, fue erigida por Álvaro de Neyra y Quiñones, caballero de la Orden de Santiago, a quien Felipe IV concede el título de marqués de Lorenzana en 1642. El inmueble ha tenido tres propietarios en la última década. En Torres de Omaña está la que fuera residencia del ilustre cardenal Lorenzana, construida en el siglo XVIII, y convertida un siglo después en casa de vecinos.
Petrus Deustamben, arquitecto de San Isidoro, diseñó también el palacio de Doña Berenguela, del que sólo se conserva la torre, dentro del patio del colegio de las Teresianas. Del siglo XIII, es un ejemplo único de edificación civil medieval en León. Otro arquitecto singular, Juan del Ribero Rada, que brilló en el siglo XVI, trabajó en el desaparecido monasterio de San Claudio y proyectó la conocida Casa de las Carnicerías —palacete que sirvió de sede a León cuando fue capital gastronómica— y también el palacio de la Poridad, que hoy acoge el salón de plenos del Ayuntamiento y otras dependencias y oficinas municipales.
En 1560, el segoviano Rodrigo Gil de Hontañón diseñó el palacio de los Guzmanes. Gil de Hontañón está considerado como uno de los mejores arquitectos españoles del siglo XVI. Este palacio llegó a finales del siglo XIX en un estado de ruina tal que fue adquirido en 1882 por la Diputación Provincial, que inició una serie de restauraciones parciales a cargo de Juan Bautista Lázaro y Francisco Blanch y Pons, además de otros arquitectos cuyos proyectos, en muchos casos, no llegaron a materializarse. Incluso en 1957 intervino Juan Torbado; hasta que entre 1963 y 1973 el arquitecto Felipe Moreno Medrano acometió la ampliación y reconstrucción del edificio, completando la planta rectangular en torno al patio central.
La sede del Museo Vela Zanetti se ubica en el palacio de Villapérez, donde además de los tesoros del artista burgalés se preserva un extraordinario artesonado del siglo XV. Un ejemplo de palacete decimonónico es la sede de la Fundación Sierra-Pambley, con su delicioso museo dedicado a la vida cotidiana de una de las más destacadas familias de la época. A pocos metros se alza el palacio episcopal, del siglo XVII, con uno de los patios porticados más hermosos del Noroeste.
El palacio del Conde Luna es, probablemente, el más ‘camaleónico’. Ha albergado un café musical, una funeraria, un almacén de frutas, un banco y una casa de vecinos. El actual Museo del Reino de León lo iniciaron Claudio Fernández Vigil de Quiñones, cuarto conde de Luna, y su esposa Catalina Pimentel, nieta del conde de Benavente. Monumento Nacional desde 1931, ha sufrido numerosos accidentes, como la explosión de una bombona en 1976 y el desplome del torreón renacentista en 1979, lo que acrecentó la ‘leyenda negra’ del edificio.
El palacio equivocado
El palacio de Don Gutierre, del XVI, es en realidad el de los Villafañe y Tapia. El primero, ya desaparecido, se ubicaba entre la actual calle de Cascalerías y el edificio de Bodegas Manchegas; el segundo, se desplomó en 2002. Fue restaurado y es propiedad del Ayuntamiento. Además de oficinas municipales, acoge exposiciones temporales.
En Fernández Cadórniga, convertido en edificio de viviendas, se halla un palacete renacentista de los Quiñones de Luna, del siglo XVII, que fue inicialmente morada del Corregidor Perpetuo de León. El convento de las Concepcionistas, en la Rúa, es en realidad el palacio de María de Quiñones, quien lo cedió en el siglo XV a estas monjas de clausura. Pegado a él se preserva parte del palacio de los Acuña, del mismo siglo.
El Nuevo Recreo Industrial, asentado sobre el palacio de Torreblanca, pasó por numerosos propietarios. En 1672 pertenecía al regidor de León, luego pasó al marqués de Torreblanca, a fines del siglo XVII fue adquirido por un noble matrimonio y luego llegó a Bernardo Escobar, casado con doña María Álvarez Acebedo, matrimonio que se distinguió mucho en la resistencia leonesa contra la francesada. La casa fue saqueada por las tropas napoleónicas. Una nieta de aquel matrimonio, Eusebia Escobar, se casó con el general guipuzcoano Pedro Balanzátegui y Altuna, quien dejó el ejercito y llegó a ser nombrado alcalde de la ciudad. Aquí se instaló el telégrafo en 1857, luego pasó a gobierno civil, después fue adquirido por el Casino Leonés y más tarde por la sociedad Nuevo Recreo Industrial.
El Colegio de Arquitectos tiene su sede en el Palacio de Gaviria, que además alberga el Museo Liceo Egipcio. El viejo consistorio de la Plaza Mayor, aunque apenas cumplió esta función, es un palacete construido entre 1674 y 1677 con la participación de los arquitectos Simón de Vayas, Francisco del Piñal y Pedro del Hoyo. De un barroco incipiente, el ‘Balcón del pueblo’ ha sido cuartel, escuela pública, sede de los juzgados, Archivo Municipal y Casa de Socorro. Poco queda de la original casa-palacio de Hernando de Villafañe, que hoy ocupa el restaurante Marcela y anteriormente el comercio Yalex, ubicada en la plaza de San Marcelo, obra de Juan del Ribero Rada.