Diario de León

UN SAINETE EN TRES ACTOS

Un plan grotesco para tirar la muralla

A mediados del siglo XIX comienza a fraguarse un plan para liberarse del yugo de la muralla

La muralla donde se quería edificar en Ruiz de Salazar. NORBERTO

La muralla donde se quería edificar en Ruiz de Salazar. NORBERTO

León

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La muralla de León ha sido un estorbo en los últimos dos siglos. La demolición de algunos lienzos y una treintena de cubos obedece a un obtuso plan para librarse del cerco que asfixiaba cualquier intento de modernidad. Políticos y empresarios apelaron a razones de higiene, progreso y embellecimiento para derribar tramos sustanciales de la fortificación tardorromana. Casi nadie alzó la voz para impedir uno de los mayores atentados contra el Patrimonio que ha sufrido León.

La Catedral fue trazada por encima de la muralla, incrustándose en ella, por razones defensivas. Sin embargo, Puerta Obispo fue arrasada sin contemplaciones. En 1919 el arquitecto Leopoldo Torres Balbás, en su artículo El aislamiento de las catedrales , aseveraba que «suprimir las construcciones adosadas a las catedrales es adulterar por completo la creación de los artistas medievales que las labraron, reduciendo su efecto al mínimo. Es curioso que, con frecuencia, se invoca el amor a las catedrales góticas para desfigurarlas, aplicándolas los preceptos de esa estética tan opuesta a aquella otra en que se concibieron». El profesor de la Universidad de León Emilio Morais relata en varios trabajos las últimas funciones defensivas de la muralla y su destrucción progresiva tras las guerras carlistas.

Las razones

Los políticos apelaron a la modernidad, seguridad y embellecer la ciudad para sacrificar la muralla

Describe cómo entre 1851 y 1856 el Ayuntamiento aprobó el derribo de cinco puertas medievales (Ánimas, San Francisco, Santa Ana, Peso de la Harina, Santo Domingo), otras dos más entre 1864 y 1868 (Sol y Moneda), hasta culminar con la demolición en 1910 de Puerta Obispo, «la que más tiempo resistió porque era la más monumental, pero sobre todo porque permanecía oculta en terreno catedralicio», recuerda el investigador. De todas ellas solo han quedado las marcas labradas en el suelo para indicar que existieron.

La muralla de León , de la que se conservan 2,4 kilómetros, fue construida entre los siglos I y IV y con añadidos en el XII, tiene una altura media de diez metros y conserva la mitad de los cubos que tuvo originalmente.

El derribo de siete cubos en la calle Carreras, cuyos arranques han emergido durante las actuales obras de peatonalización de este enclave, sin que el Ayuntamiento tuviera la valentía de llevar a cabo su reconstrucción volumétrica —como exige el Plan Director de la Muralla, redactado por el arquitecto Melquíades Ranilla—, estuvo tan perfectamente planificado que la ‘gesta’ fue muy aplaudida entre la ciudadanía. En febrero de 1906 la prensa se hacía eco de la noticia, ensalzando que «al fin» León tenía permiso para derribar la «inútil muralla». Algunas fotos de la época permiten contemplar a brigadas de operarios tirando a golpe de maza la fortificación erigida por los romanos.

Con la eliminación de las puertas y algunos lienzos se perseguía suprimir barreras urbanas «sin valor», para dar paso a un modelo de ciudad ‘cosmopolita’.

El vodevil de ruiz de Salazar

Antes de tirar los cubos de Carreras, la piqueta se llevó por delante un tramo de la muralla similar al que se conserva en Ramón y Cajal. Se trata del segmento que discurría por la plaza del Rastro Viejo (actual Ruiz de Salazar). El 10 de febrero de 1860 el Ayuntamiento autoriza el derribo de esos cubos para la construcción de casas. Fue una historia rocambolesca. Un mes después, las Agustinas Recoletas, que tenían convento en la calle del Cid, presentan junto a Pedro Rodríguez Cármenes un memorial al gobernador, en el que defienden que tienen derecho a disponer de las murallas en el tramo donde está previsto edificar.

A finales de ese mes de marzo de 1860, Telesforo Unzué, contratista del derribo de los cubos, que había llevado a cabo la demolición bajo el supuesto de que cada uno tenía 500 varas cúbicas, pide una indemnización por haber sufrido perjuicios de consideración, al resultar que eran 800 varas cúbicas.

Abatida la muralla, parecía que ya no habría impedimentos para iniciar la construcción de viviendas, pero el ‘caso’ sufre un giro inesperado. El Gobierno Civil alega que ha perdido el expediente donde constaban las casas que se iban a construir y, por consiguiente, pide reiniciar todos los trámites. Los adjudicatarios desisten y se produce una nueva subasta de los terrenos en 1861. Solo se presentó a la puja Benito Lafuente, que se quedó con cuatro de las quince parcelas.

Mejor tirar que reparar

Hubo otros derribos que se justificaron por razones de seguridad, como la demolición de un cubo en Conde Rebolledo, en la esquina de los lienzos Oeste y Mediodía de la muralla, en abril de 1935, a pesar de que cuatro años antes la fortificación había sido declarada Monumento Nacional. Diario de León publicó un incendiario artículo: «Cabe que los particulares, en los interiores de sus casas adosadas a la muralla, burlando la ley, sigan haciendo fechorías con estas piedras milenarias.... pero que un Ayuntamiento, oficialmente ordene, sin más ni más, el derribo nada menos que de un trozo de muralla, no puede tener la menor justificación».

Al día siguiente, la Alcaldía respondía que había «dos grietas» en el cubo. «Si el monumento se hunde por sí solo, con grave riesgo para las personas, habrá que tomar medidas. Por ello, el Ayuntamiento no vaciló en tomar medidas, a cambio de evitar el clamor de un pueblo si se hubiera tenido que lamentar cualquier desgracia».

Una década después, en febrero de 1945, el alcalde de la ciudad, Aguado Smoliski, visitó al marqués de Lozoya, entonces director general de Bellas Artes, para la resolución del expediente de derribo de la muralla en la calle Independencia; expediente que se encontraba pendiente de la firma del ministro. En enero de 1968, el director general de Bellas Artes, Gratiniano Nieto, acompañado por el arquitecto conservador de Monumentos de León, Luis Menéndez Pidal, visitó las murallas de la calle Independencia. Bellas Artes indica que el problema estriba el eliminar las casas adosadas a la muralla. Aconseja su limpieza y restauración. El gobernador Ameijide estima que las expropiaciones de esos «tendejones» ascienden a nueve millones de pesetas y que la muralla «no merece esas inversiones, a no ser que también se derribe».

Las demoliciones no solo se produjeron en los siglos XIX y XX. En 2001, con motivo de las obras de construcción del aparcamiento subterráneo de la Plaza Mayor, la Comisión Territorial de Patrimonio dio su consentimiento al derribo de tres metros de la muralla en la calle Caño Badillo.

En 2008 un particular inició las preceptivas excavaciones arqueológicas en la calle Ruiz de Salazar, con el fin de levantar un edificio de viviendas en un cubo, contando con el permiso del Ayuntamiento, que, finalmente, por la presión popular, rectificó e impidió la construcción.

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