Voto en blanco: votar, pero a nadie
El voto en blanco es el voto de los que quieren acudir a las urnas y ejercer su derecho a expresar su opinión democráticamente, pero no desean respaldar a ninguna de las candidaturas que se presentan a los comicios.
En las elecciones generales de noviembre de 2019 se decantaron por el voto en blanco 217.227 electores, casi el 1%. En el barómetro del CIS de mayo de 2023 afirmaron que elegirían el voto en blanco en las próximas elecciones el 3,4% de los encuestados.
¿Cómo se vota en blanco?
Para votar en blanco al Congreso de los Diputados hay que introducir en la urna un sobre vacío, sin papeleta.
En el caso del Senado, también se puede introducir en el sobre la papeleta, pero sin marcar a ningún candidato.
¿Cuál es su significado?
En general, se interpreta el voto en blanco como un gesto de descontento hacia la clase política pero que expresa, al mismo tiempo, el respaldo al sistema democrático.
Es un sufragio que no va directamente a ninguna de las candidaturas que se presentan a las elecciones pero sí influye en los resultados: hace que los partidos necesiten más votos para conseguir un escaño.
Para calcular el reparto de escaños en España se utiliza la ley d´Hont. Se trata de una fórmula proporcional que establece que ninguna candidatura puede obtener escaños si no obtiene el 3 % de los votos válidos.
Así, cuantos más votos hay en las urnas, más difícil es para un partido pequeño conseguir el 3 % de esos votos. Esa es la razón por la que se dice que el voto en blanco "regala escaños" a los partidos más grandes.
¿En qué se diferencia del voto nulo?
Al contrario que los votos nulos, que son considerados no válidos por la Ley Orgánica del Régimen Electoral General (LOREG), los votos en blanco sí cuentan. Se trata de votos depositados en la urna cumpliendo con las exigencias legales y computan a efectos de participación.
Más votos en blanco para el Senado que para el Congreso
A lo largo de la democracia el porcentaje de votos en blanco ha ido creciendo y, en el caso de las papeletas para el Congreso ha pasado del mínimo del 0,25 en los primeros comicios democráticos (los de 1977) a un máximo del 1,58 en los de marzo de 2000 y los del mismo mes de 2008.
Y en todas las elecciones generales la proporción de votos en blanco ha sido más alta en las urnas para el Senado que para el Congreso. Así, para la Cámara Alta el porcentaje mayor de papeletas sin ninguna cruz se registró en los comicios de noviembre de 2011, con un 5,36 por ciento, y en los siguientes de diciembre de 2015 (un 4,06 por ciento).
El voto en blanco para el Senado nunca ha bajado del 1 por ciento.
Mientras, en las elecciones municipales también fueron las primeras, las de 1979, las que apenas registraron voto en blanco. Solo un 0,03 por ciento de los que ejercieron el derecho al sufragio quiso votar pero no tenía claro a quién.
El porcentaje más alto de voto en blanco en los comicios locales fue en los de 2011, cuando a un 2,59 por ciento no le convenció ningún candidato a la alcaldía de su localidad.