Guerra de la Independencia en León: 1809
ANTONIO VIÑAYO GONZÁLEZ
Se van concentrado tropas en lugares estratégicos de la Montaña Central leonesa para expulsar a los franceses de la Capital. El 12 del mismo mes, un cualificado informante, Francisco Álvarez Acevedo, le comunica «desde el Cantón de Benllera» que «podrá bajarse con su tropa a las Babias o al lugar de Vega Arienza, donde se le remitirán todos los voluntarios reunidos nuevamente... Acabo de saber están las avanzadas de los franceses en Lorenzana, y la que yo tengo puesta en la Casa de San Isidro, a media legua, no ha llegado, y habrá tomado rumbo a la Robla. Los que hasta ahora han entrado son 2 divisiones, diferentes a los que han salido. Se dice llegan otros dos mil... Para no perder momento en la entrada de la Capital, a su debido tiempo, y sin riesgo, por posta, se le dará a V. S. parte, a fin de que sea el primero que la ocupe». Al día siguiente, 13, el mismo Acevedo informa a Sosa, desde Canales «y tres de la tarde, que tenía pensado pasar a Riello para entrevistarse [con él], donde éste se encontrase. Más la razón que me llega del Puente de Órbigo, en que están en movimiento los enemigos, y el adjunto parte que recibo de Lorenzana, me hace suspender la marcha... El que V. S. avance con las tropas a Riello y con el aviso y movimientos que ocurran en este día y noche, concertemos las operaciones de entrada en nuestra Capital». También le avisa que tropas asturianas de Porlier y Boster, deben hallarse en Pola de Gordón y Villanueva. Entre todos, cree Francisco Álvarez Acevedo que podrán reunirse cuatro mil hombres. También aconseja que, «la Caballería, por lo que pueda ocurrir, convendría estuviese en este punto  ¿Canales de la Magdalena?  a las diez del día de mañana».
En continuo desasosiego
El 17 de julio, desde La Coruña, el General en Jefe, Marqués de la Romana, contesta a Sosa, que le notificaba «la reocupación de León por los enemigos», y recomendándole «que conviene que cubra V. esa posición adelantando sus avanzadas y, en fin, dirigiéndose en sus movimientos con arreglo a las noticias y al tino militar de V. a quien ayudarán bien pronto la división del General Ballesteros que no tardará en bajar. Es muy conveniente tener entretanto al enemigo en continuo desasosiego e interceptarles las partidas sueltas, que salen con descaro a robar los lugares».
El 27 de julio, desde Villablino, y a las 6 y media de la mañana, el Presidente de la Junta Provincial, D. Bernardo Escobar, avisa a nuestro Coronel en Jefe: «Por el adjunto oficio se enterará V. S. de haber evacuado los franceses a León. Mediante lo cual nosotros nos dirigimos ahora mismo hacia allá, y V. S. podrá hacerlo con su Ejército a Canales en donde tendrá aviso de cuanto hubiere para que le sirva de regla, a fin de avanzar o no». Sosa, siguiendo las insinuaciones del Marqués de la Romana, ocupó León el 29 de julio, acompañado de algunas fuerzas asturianas mandadas por Porlier. El coronel en Jefe, como él mismo manifiesta, recelaba de encerrase en León, porque suponía que la retirada de los franceses no ser más que una añagaza, ya que sólo se habían trasladado a la izquierda de Esla y seguían acantonados en Mansilla de las Mulas. Con pocas tropas y escaso armamento, «se propuso mantener y conservar dicha posición a pesar de que los enemigos ocupaban la de Mansilla de las Mulas con fuerza de quatrocientos caballos con otros ciento y tantos que tenían en el punto inmediato de Valencia de Don Juan y que unida a la de doscientos hombres de infantería con que frecuentemente reforzaban en el citado pueblo de Mansilla, apoyados en otros novecientos infantes que conservaban en las villas de Mayorga y Valderas», como sus espías le aseguraban. Tomó sus providencias reforzando todas las puertas de la Ciudad con empalizadas. El día 31 de julio dirige una encendida proclama a los vecinos de la Capital: «LEONESES. Fernando VII ha vuelto a reinar en vuestra Ciudad... Pronto se os anunciará el momento en que debemos postrarnos a los pies de los altares para tributar nuestras alabanzas al Todopoderoso y dirigirle nuestros votos ferventísimos... León, 31 de julio de 1809. Luis de Sosa. Comandante General». Por esas mismas fechas, acaso el mismo 30 de julio, el Coronel envió un oficio al General Ballesteros, solicitándole ayuda, éste le contesta el día 2 de agosto, desde Oviedo: «Me halló con órdenes del Excmo. Sr. Marqués de la Romana relativas a las operaciones de su Ejército de que es parte la División de mi mando, por lo cual sin sus determinaciones no puedo variar el plan que me tiene encargado con lo que contesto al oficio de Vm, que acabo de recibir».
Caballerosidad entre contendientes
Según nos refiere el propio don Luis de Sosa, se encontraba enfermo, no obstante, durante los diecinueve días que resistió en León, ni una sola noche se acostó en la cama. Las incidencias de la resistencia las resumimos de las Actas de la Junta, que se hicieron públicas en la Gaceta de Oviedo: «... y así es que resistió heroicamente un ataque continuo, sucesivo y casi no interrumpido, en los diez y nueve días que se sostuvo en dicha Ciudad, habiendo rechazado y escarmentado siempre al enemigo, que se presentaba diariamente a sus puertas con osadía y temeridad, causando continuas alarmas hasta en las noches más obscuras, habiendo logrado únicamente esos tan repetidos encuentros que nuestras tropas hubiesen muerto a muchos de sus Dragones, entre los que se encuentra uno de sus comandantes, y hubiesen herido a un número más considerable, señaladamente en el día treintayuno del repetido mes de julio y el siete de agosto, que condujeron en diferentes carros, desde el Pueblo de Mansilla al de Valencia, siendo de notar, que provocando continuamente a nuestras tropas a salir de la Ciudad, no admitiesen el combate, que dicho Comandante General les presentó por dos veces en las alturas del Portillo, media legua distante de los arrabales de la repetida Ciudad».
En el corto espacio de los diecinueve días, se dieron actos de cierta caballerosidad entre los jefes contendientes. El día 8 de agosto de 1809 el Comandante General francés de las tropas acantonadas en Mansilla, Monsieur Dejean, Coronel del 11 Regimiento de Dragones, Gran Oficial de la Legión de Honor y Varón del Imperio, envió a D. Luis de Sosa un paquete de papeles y boletines, impresos en Bayona, en que se comentaban los éxitos de las tropas francesas contra las austriacas en el Danubio.
En la misma fecha el defensor de León, Coronel Sosa, le contestó remitiéndole sus proclamas impresas, periódicos de Oviedo y una carta, de la que copiamos los siguientes párrafos: «Por el contenido inferiréis la notable discrepancia entre ambos asertos. O a vos os han engañado, o a nosotros; mientras el autor de tan tremendos males se ríe de nuestra muerte. ¡Y qué lástima! La mayor, sin duda, en todo el orden humano. Yo sé que vos, Señor Coronel, tenéis un alma muy sensible para no estremeceros al contemplar esta verdad, cuyo resultado no puede ser otro que el que España triunfe sobre sus propias ruinas o Francia se avergüence de sus mismas glorias. Entretanto, Señor Coronel, disminuyamos, por nuestra parte, los horrores de la guerra. El ardor militar no debe oponerse a la energía de la razón. Yo os ruego que tratéis a los pueblos subyugados por vuestras armas con la exquisita humanidad que yo trato a vuestros enfermos prisioneros, y con la que os aseguro de toda mi consideración hacia vuestra persona. Tengo el honor de ser, Señor Coronel, vuestro generoso enemigo. Luis de Sosa».
A los pocos días, el 14 de agosto, volvió a escribir Monsieur Dejean remitiendo a Sosa más gacetas y boletines, esta vez impresos en París, en los que se daba cuenta de los acuerdos de paz entre Napoleón y los austriacos. Y nuevamente, le contestó en la misma fecha el Coronel de León, adjuntándole gacetas de Oviedo y dudando, por dolorosa experiencia, de la fiabilidad de los compromisos solemnes del Emperador. Al mismo tiempo, le rogaba «con todo encarecimiento que hagáis experimentar a los moradores de los pueblos que respetan vuestras armas, los dulces efectos de vuestra conmiseración, pues, aún así, agradaréis a vuestro Emperador, si prefiere la gloria de rendir fuertes Provincias a la de conquistar desiertos escombrosos».
Partidas enemigas en las inmediaciones de la ciudad
Las cosas marchaban pasablemente aceptables en la Ciudad que, aunque diariamente atacada, se sentía segura y capaz de rechazar todos los embates franceses. Tan es así que, el 8 de agosto, recibía el Coronel Sosa un escrito en que se le comunicaba desde Villafranca: «Ayer marchó para Otero de las Dueñas el Brigadier D. José Odonel que manda una División Asturiana, y mañana sale de aquí el Regimiento de la Princesa para el mismo destino». Nuevo comunicado: «El Excmo. Señor Don Francisco Vallesteros, General de la 3ª División del Exército de la Izquierda, con fecha 13 del corriente, desde su Quartel General de Otero de las Dueñas... [solicita establecer en León] un Hospital Militar para los enfermos de la División de mi mando». Desde La Ciudad le contesta la Superior Junta «que en la actualidad es arriesgado el proyecto ínterin no se aleje el enemigo del punto que ocupa en Mansilla de las Mulas, a las tres leguas cortas de aquella Capital que, diariamente está insultando, presentándose hasta sus mismas Puertas. Siempre que las tropas del mando de V. S. se adelanten en sus posiciones, logrando alejarle de aquellos puntos, no habrá dificultad en proporcionarle el referido Hospital en alguno de los Conventos o edificios más aparentes a el objeto según el número de enfermos». Respuesta del General al día siguiente, 14 de agosto: «Sólo el inconveniente de las partidillas enemigas que subsisten a las inmediaciones de León ocasiona el reparo que V. E. pone en que mis enfermos pasen a aquella Ciudad. Por las operaciones combinadas del General en Jefe, no dude V.E. verá luego ausentarse ese corto número de enemigos de donde ahora se hallan. Conforme a ellas, pasado mañana emprendo mis movimientos, y por consiguiente no creo el menor riesgo en que dichos enfermos pasen a la expresada Ciudad, ni yo puedo menos de verificarlo así, pues de lo contrario me vería precisado a dejarlos abandonados». El día 15 de agosto, el Vocal Secretario De la Junta Superior, Manuel de Villapadierna, oficiaba desde Carrizo al «Sr. D. Luis de Sosa, Comandante General de la Provincia: «En Vista de todo acordó S. E. que, haciéndose V. S. cargo de estos antecedentes, y mediante no poder prestar por su parte las diligencias correspondientes a el objeto, lo haga V. S. en su nombre, designando el edificio o edificios más proporcionados, teniendo presentes, en primer lugar, la Casa de Valdemora, el Hospital de San Marcos, y su Real Casa, antes que otro alguno del centro de la Ciudad, proporcionando así mismo todos los demás utensilios que fueren precisos para su establecimiento, valiéndose de los medios y recursos que juzgue más convenientes».
«-¦ atacarnos en la madrugada de mañana»
Todo quedó frustrado, aunque el heroico Defensor ordenó a los arquitectos militares reforzasen las puertas y almacenasen en ellas maderos para su seguridad. En la noche del dieciséis, el Comandante General Sosa, se vio obligado a abandonar la Ciudad con sus tropas. También a él le habían abandonado. Primero fue Porlier con su División y los dos cañones que poseía, por más que Don Luis repetidamente le suplicó que se quedase o, por lo menos, le dejase las dos piezas de artillería. Álvarez Acevedo se marchó con toda la Caballería que Sosa había reunido por el Bierzo y las Babias. Por otra parte, sus espías le informaban de las muchas fuerzas que los franceses habían concentrado en torno a León, y la inminencia de un asalto para apoderarse de la Ciudad. Así se lo comunicaba al General en Jefe, Marqués de la Romana, que acampaba por Astorga, y allí reunía cuantos soldados le era posible para lanzarse a otros proyectos de mayor amplitud: «Excmo. Sr: Desde las tres de la tarde [del 16 de agosto de 1809] sin intermisión recibo avisos repetidos de que el enemigo ha reunido fuerzas considerables en el punto de Valencia de don Juan, habiendo llegado a dicha villa a la referida hora de las tres de la tarde de mil quinientos hombres de infantería con algunos cañones al mando del General Tamieres procedente de Palencia con el intento, sin duda, según nos aseguran, de atacarnos en la madrugada de mañana con dicha fuerza, y la que dice esperaba hasta el número de cinco mil hombres, y aunque esta aserción no sea creíble en todas sus partes, no obstante, habiendo perseverado el Brigadier D. Juan Díaz Porlier, a pesar de mis fuertes insinuaciones, en ejecutar su salida de esta Ciudad a las diez de la noche, conforme a las órdenes terminantes de V. E., me he visto en la dolorosa precisión de ejecutarlo yo igualmente hacia el punto de Rioseco de Tapia, desde donde procuraré reunirme a V. E. con la brevedad que me lo permitan las circunstancias. He cumplimentado la orden que V. E. me ha dirigido con fecha del catorce, para que pusiese a disposición del Teniente Coronel D. Félix Álvarez de Acevedo toda la caballería de mi mando, e incluyo igualmente a V. E, según me encarga, los estados de la fuerza de Infantería que está a mi cargo. Dios N. Señor guarde a V. E. muchos años. León, diez y seis de Agosto de mil ochocientos nueve, a las diez de la noche. Excmo. Señor. Luis de Sosa.
Excmo. Señor Marqués de la Romana». Al mismo tiempo, y en los mismos términos, el Coronel Sosa comunicaba su decisión al Corregidor de la Ciudad, D. Manuel Castañón.
El Comandante en Jefe describe cómo llevó a cabo la salida de León: «Ejecuté mi retirada hacia los puntos designados con todo el orden necesario, habiendo salvado hasta el pan cocido de la provisión en trece carros tirados por bueyes. Permanecí el diez y siete apoyado en la falda de las montañas y en la madrugada del diez y ocho, y me dirigí a las inmediaciones de Astorga».
(Todo lo entrecomillado
es copia de los escritos del Coronel Sosa, depositados
en el Archivo Capitular de la Colegiata de San Isidoro,
caja 315)