La derrota en Afganistán | Pedro Baños
«Hay un acuerdo secreto que se nos escapa pero que iremos conociendo con el tiempo»
AFGANISTÁN es el centro de atención en todo el mundo. El coronel leonés Pedro Baños asegura que los problemas que han llevado a esta situación son las erróneas decisiones de Estados Unidos y el apoyo popular del que gozan los talibanes en las zonas rurales. También critica la «prepotencia» occidental con la que se juzgan los hechos sin conocer la historia
«Esto es algo que poca gente sabe. En el año 2004, yo estaba destinado para ir como jefe de contrainteligencia de toda la misión de Afganistán, incluyendo, en principio, hasta a los americanos bajo mi mando. He vivido Afganistán desde el principio y me he empapado de todo lo ocurrido allí. He leído un montón de libros que tengo apilados en casa, de documentos y mucha información clasificada. Desde ese momento no he perdido la estela», dice Baños tras dar unos sorbos a su infusión.
En las últimas semanas, Afganistán ha ocupado páginas y páginas en los periódicos y muchos minutos en televisiones y radios. El avance talibán ha pillado por sorpresa en los países occidentales y muchos intentan comprender cómo ha sido posible. «Afganistán es un país muy complejo que no es fácil de comprender con nuestra mentalidad occidental. Por lo tanto, muchas veces, cometemos el error de pensar que sabemos lo que ellos necesitan y, cuando finalmente descubrimos que nos hemos equivocado, nos damos cuenta de que esos errores han costado muchas vidas y muchísimo esfuerzo económico», apunta. «Yo pongo siempre este ejemplo: imagínate que la democracia es una flor preciosa que, además, da unos frutos sabrosísimos, pero necesita un terreno y unas condiciones atmosféricas determinadas para que prenda. Si no tienes esas condiciones no va a prender. Y, por más que te empeñes en plantarla en un pedregal, y por muchas piedras que quites –que al final son vidas–, tú sabes que eso nunca va a prender. Y, si prende, será muy efímero aunque la trates de regar artificialmente desde fuera. El problema es que nosotros, con buena voluntad e ignorancia –porque hay mucha gente que no ha leído historia y hay que leer muchísima siempre–, hacemos este tipo de cosas en lugar de entender a otros pueblos, intentar ponernos en su lugar y dejar de hablar con la soberbia que tanto nos impide razonar. Sabemos que vamos a fracasar pero hay gente que no quiere aprender esa lección».
El presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, aseguró en su primera aparición, tras la toma de Kabul, que la intervención no se había producido para llevar la democracia a Afganistán sino para evitar ataques terroristas en suelo estadounidense. Al escuchar esto, el coronel hace una mueca como si algo le hubiese molestado y rápidamente sentencia: «Mira, sus declaraciones me parecen realmente desafortunadas y, me atrevo a decir, incluso, insultantes sobre todo para los aliados. Fuimos llevados a esa guerra por Estados Unidos. La prueba está en que nosotros tuvimos un atentado que para nuestras características fue similar al 11-S, y no invadimos ningún país ni llevamos a nuestros aliados a que ocuparan estos países. Que ahora nos diga Biden que el objetivo de Estados Unidos no era democratizar ni pacificar Afganistán y que qué necesidad había de mandar a nuestros soldados allí a morir me parece un verdadero insulto y es inaceptable. Si lo analizas fríamente, es absolutamente bochornoso».
Joe Biden
A nivel diplomático, según el coronel, la repentina retirada de EE UU y las excusas de Biden han dejado a Washington en muy mal lugar. «En diplomacia, algo que se vende muy bien es la lealtad. Es decir, cuando vas a negociar con alguien, ofreces una lealtad porque tienes unos antecedentes históricos que te respaldan. Ahora mismo, Estados Unidos ha quedado en descrédito total. Abandonó a Ben Ali en Túnez, a Mubarak en Egipto y a los kurdos igual que hizo con la Alianza Norte, en su momento, en Afganistán. Es decir, Estados Unidos abandona a sus aliados. ¿Qué ha hecho Rusia? Rusia dice: ‘Yo no abandono a mis aliados ni en la paz ni en la guerra’. Eso es lo que ha hecho en Siria con al-Assad. Nos puede parecer bien o mal pero es un mensaje muy importante que manda de cara al futuro de la diplomacia. En cambio, el mensaje que lanza Estados Unidos es que uno no se puede fiar de ellos y que, además, te ha engañado», anota.
Visión occidental
A pesar del descuido de Washington con respecto a los miembros de la Otan, Baños no cree que vaya a haber una gran variación en la forma de proceder de los aliados. «Estados Unidos tiene mucha influencia y mucha gente trabajando para los intereses estadounidenses dentro de Europa y sigue habiendo mucha subordinación a esos intereses. Además, ¿qué va a hacer Europa si somos incapaces de tener una solución homogénea y unificada para los temas más trascendentales?», se pregunta el coronel con cierto humor. «Yo creo que quitando, no sé, para la cría del salmón, por decirte algo, para lo demás somos incapaces de ponernos de acuerdo».
«Parece de locos»
Al coronel no deja de sorprenderle que Estados Unidos haya abandonado tal armamento sin inutilizarlo. «Ahora mismo, Afganistán tiene más helicópteros artillados que la mayoría de los países del mundo. ¿Cómo es posible que eso haya ocurrido? Por eso, una de mis teorías es que esto está pactado. Ha habido algún acuerdo secreto que a nosotros se nos escapa pero que iremos conociendo con el paso del tiempo», dice el coronel antes de coger aire mientras que pega su espalda a la silla. «Intuyo que será algo como ‘déjanos salir, no ataques a las otras delegaciones, de momento tú hazte un lavado de imagen y, una vez que nos hayamos ido, como el mundo tiene muy poca memoria y surgirán otros problemas, de aquí a enero nadie se acordará de Afganistán. A partir de ese momento hacéis lo que os dé la gana’. Hay muchas cosas que no cuadran de todo lo que está sucediendo».
«Hay que darle historia»
Afganistán es conocido ya como ‘la tumba de los imperios’. Los británicos perdieron tres guerras y Alejandro Magno sufrió todas las bajas que no había tenido su ejército antes, ni siquiera cuando se enfrentó a casi un millón de persas en Gaugamela. «Los soviéticos, con todo el esfuerzo que hicieron, con todas las barbaridades que llevaron a cabo –llegaron a llenar el país de minas que simulaban ser juguetes o con colores muy llamativos para que las cogieran los niños–, no pudieron nunca controlar el campo. En cuanto salían de Kabul, sabían que estaban sometidos a emboscadas y golpes de mano sistemáticamente», añade Baños.
Nación islámica
Estos días se escuchan conversaciones sobre la horrible victoria de los talibanes. En los bares, en casa, en el trabajo. Todos se echan las manos a la cabeza. No es posible comprender cómo la democracia ha sido abandonada en ese país. Parece que se ha vuelto a pecar de matemáticos. En Afganistán, 1+1 no es igual a 2 pero muchos continúan insistiendo. «Es un país muy fragmentado que nunca ha aceptado, en general, al gobierno de Kabul porque, entre otras cosas, se mantenía al margen de las necesidades populares y porque casi siempre ha estado manipulado por unos o por otros desde el extranjero. Además, hay diferentes etnias –principalmente pastunes, casi la mitad de la población; tayikos; turkomanos; uzbekos; y hazaras, unos 4 millones de chiíes–, muchas veces enfrentadas entre sí, que han utilizado precisamente los extranjeros para dominar el país. Tenemos un puzzle absolutamente demencial». Por si esto no fuera suficiente, «solamente entre los pastunes hay más de 60 tribus y 300 subtribus. Cuando se votaba en Afganistán, no se votaba a un programa o a un partido político sino al líder de la tribu de uno. Un pastún jamás votaría a un tayiko, ni siquiera a otro pastún que no pertenezca a su tribu. Allí los líderes tribales y los mulás (los líderes religiosos) tienen una influencia absoluta», dice tras apuntar que la democracia afgana siempre ha sido una falacia.
Representar al islam
Después de la caída del gobierno y todo lo que representaba, el régimen talibán ya ha sido reconocido por países como Arabia Saudí, los Emiratos, o Pakistán y parece que otros tantos –incluida Europa– se sumarán a la lista. Baños explica cómo esto puede ser un aliciente para que situaciones similares se repliquen en otras partes del mundo. «Podría ocurrir en Siria, con el Frente al-Nusra o en Irak, a los que hemos estado entrenando y financiando, empezando por los españoles; a lo mejor mañana son a los que tenemos que combatir. También puede ocurrir en Libia, en el Sahel o en cualquier país del Magreb», comenta. «Para cualquier islamista muy radical –y no estamos hablando de musulmán sino de islamista– el objetivo es siempre el mismo: conseguir el califato universal. Para ello, hay que seguir varios pasos. El primero, dominar un pequeño territorio, un país; luego, países más importantes y acabar con los gobiernos ‘apóstatas’ como el de Arabia Saudí; recuperar el califato histórico, que incluye al-Ándalus; y, finalmente, establecer un califato universal donde rija un califa e impere la sharía. El gran problema que tienen entre ellos es decidir quién va a ser el califa», afina.
Sin embargo, el coronel cree necesario destacar que los talibanes no tienen las pretensiones expansionistas de otros grupos como Al Qaeda, Estado Islámico, los Hermanos Musulmanes o el wahabismo. «Su único objetivo era alcanzar el poder en Afganistán. Punto. Quizá, por ampliación, también en las zonas pastunes de Pakistán. Pero no han pretendido ni pretenden llevar acciones de ningún tipo fuera de su país».
Era un país avanzado
Uno de los argumentos más extendidos para hablar de la «vuelta a la Edad Media» –que, según Baños, ya es una frase hecha para referirse a la sociedad afgana contemporánea, tanto como con los talibanes como en los últimos años–, es que, allá por los años 70, Afganistán era un país donde las mujeres llevaban minifalda y al que los hippies viajaban casi en modo de peregrinación. Internet se ha llenado de antiguas fotografías del país asiático que, aparentemente, reafirman los valores occidentales.
Sin embargo, según Baños, «curiosamente, los [gobernantes] más aperturistas, que eran personas que habían estudiado en el extranjero y estaban apoyadas por países occidentales, no llegaron nunca a prohibir el burka porque no se atrevieron. Es decir, en Kabul, la que quería llevar minifalda, podía llevarla, pero quien quisiera llevar un burka podía hacerlo también». «Con nuestra mentalidad materialista, hedonista y muy relativista no podemos entender las filosofías tan diferentes de los afganos. Los pastunes, por ejemplo, se rigen en realidad por el código ‘pashtunwali’, en el que uno de los pilares principales es el de la venganza, al igual que tienen otros como el de la hospitalidad. Son modos de vida que nosotros no podemos entender quizá porque somos excesivamente prepotentes y pensamos que hemos alcanzado el cénit de la civilización, pero no nos damos cuenta de que, al final, somos una minoría en el mundo», continúa.
Un acuerdo secreto
«Por supuesto, ojalá se pueda mejorar y avanzar con respecto a los derechos elementales de todas las personas, que exista una igualdad absoluta de las mujeres, pero hay que tener en cuenta las circunstancias de cada lugar», concluye el coronel.
El problema de la mujer en Afganistán es uno de los que más se ha hablado en los últimos años, con el temor de que los talibanes volvieran a imponerse, como en 1996. Sin embargo, Baños ha intentado siempre llamar la atención sobre asuntos que pasan desapercibidos. «Por ejemplo, algo muy lamentable que sucede, tanto en Afganistán como en Pakistán, es la esclavitud a la que se ha sometido, no solo a mujeres sino también a hombres, y, sobre todo, la explotación sexual, más de niños que de niñas», apunta el coronel, en alusión a los bacha bazi (los niños bailarines que amenizan, vestidos con faldas y maquillaje, las fiestas de los hombres). Otro asunto que le llama la atención a Baños es el medioambiental. «En Kabul mueren al menos 5.000 personas al año por enfermedades relacionadas con el este problema. Esto no lo cuenta nadie», apunta.
El ejército afgano, una panda de holgazanes con las botas desatadas
Las fuerzas gubernamentales afganas han sorprendido al mundo con su estampida ante los talibanes. «Cobardes» y «traidores» son algunos de los calificativos que han utilizado estos días los más resentidos. El propio Joe Biden habló de las tropas afganas como si se tratase de una panda de holgazanes con las botas desatadas. El ejército afgano dista mucho de ser un ejército profesional como los que salen en las películas bélicas de Hollywood.
Según el coronel Pedro Baños, hay que comprender las particularidades de este asunto. En Afganistán, «los talibanes tienen un amplio apoyo popular, especialmente en el mundo rural, porque ponen orden», dice. «Que el orden signifique que a cualquiera que cometa un pequeño delito le corten un pie, una mano o las dos cosas, nosotros no lo entendemos. Pero en Afganistán, la corrupción está absolutamente extendida y con los talibanes no hay corrupción, no hay sobornos. Imponen un orden que, para nosotros es brutal, pero que para muchos afganos, en su mentalidad, es un orden correcto».
Orden brutal
De acuerdo con Baños, el ejército afgano contaba también con numerosos problemas internos. Las listas estaban llenas de «soldados fantasma» que servían a los mandos para recibir más dinero de la ayuda internacional. Por otro lado, como anota Baños, la moral de las tropas había tocado fondo: «Había unidades en las que las deserciones llegaban al 90%». Algunas, para ir a hacer sus cosechas y otras para pasarse «con armas y bagajes» al adversario. «Esto ya pasaba en los años 80 con las tropas financiadas por los soviéticos que se pasaban al bando de los muyahidines», añade. En un intento de ponerse en la piel de aquellos soldados, el coronel se pregunta: «¿Con qué moral combaten las fuerzas gubernamentales si el gobierno ya no existe? ¿Para qué? ¿Defendiendo qué gobierno? ¿Defendiendo qué democracia si nos están diciendo que los aliados no han venido para defender la democracia?».
Washington, además, cometió el error de introducir a personas de etnia tayika en las fuerzas de seguridad, asegura Baños, que añade que, en consecuencia, «unos se fueron a Tayikistán y otros directamente se pasaron al lado de los talibanes para salvar la vida. Estados Unidos pensó que ellos iban a ser diferentes».