Diario de León

La muerte por implosión en el Titan fue rápida y fulminante: «Milisegundos, el único consuelo»

El chico de 19 años hijo del multimillonario paquistaní recelaba del viaje pero accedió como regalo del Día del Padre

Los barcos de búsqueda y rescate del sumergible Titán siguen en la zona del Titánic. MAXAR TECHNOLOGIES

Los barcos de búsqueda y rescate del sumergible Titán siguen en la zona del Titánic. MAXAR TECHNOLOGIES

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Ninguno sufrió la angustiosa espera a medida que pasaban las 96 horas de oxígeno para las que el sumergible estaba equipado. No tuvieron que encogerse durante cuatro días en una cabina donde sólo uno podía estirar las piernas, ni se estrenó el rudimentario retrete cubierto por una cortina, tan poco íntimo que se dice que nadie lo había usado jamás a pesar de que la excursión hasta el Titanic duraba ocho horas. Su muerte por la implosión habría sido rápida y fulminante. «Milisegundos, es el único consuelo», dijo el experto en rescates marinos David Mearns al llorar a sus dos amigos en la cadena Sky News.

Con los cinco pasajeros del Titan, el camposanto marino donde se alojan los restos del Titanic desde una fría noche de 1912 tendría ya 1.519 cadáveres, muchos de los cuales flotaron hacia la superficie o se han desintegrado. Los nombres a añadir con esta catástrofe son los de Paul-Henri Nargeolet, guía de la expedición, Stockton Rus, fundador y consejero delegado de la compañía OceanGate que organizaba la expedición y hacía de piloto, y los multimillonarios Hamish Harding y Shahzada Dawood, con su hijo Suleman, que habían pagado 250.000 dólares por cabeza. Suleman no quería ir en la excursión, recelaba, según dijo ayer una de sus tíos, pero accedió a acompañar a su progenitor —al parecer obsesionado con el Titánic—como regalo por el Día del Padre.

Se estima que el pequeño sumergible soportaba una presión de 340.000 toneladas métricas, equivalente a todo el desplome del Empire State, hecho con columnas de acero. Toda la industria submarina sufrirá un frenazo con esta tragedia.

En su carrera por el turismo de lujo, Stockton Rush, fundador y jefe ejecutivo de OceanGate Inc., había desestimado los análisis de sus propios expertos que le advirtieron del peligro que suponía el desafío para la nave y sus ocupantes. Él quería empujar los límites de la ciencia, hasta el punto de despedir al director de operaciones marinas, David Lochridge, que en 2018 escribió un informe interno denunciando la necesidad de hacer más pruebas antes de «arriesgar» la vida de los turistas en «profundidades extremas», según contó en su demanda en un tribunal de Seattle.

Lochridge era particularmente crítico de la decisión de la empresa de confiar en la vigilancia acústica para detectar problemas mecánicos en el sumergible, en lugar de escanear bajo el casco. «Basándose en los sonidos los análisis sólo detectarán una implosión milisegundos antes de que ocurra», denunció. La compañía argumentaba que no existía ningún mecanismo capaz de penetrar el grosor de 12,7 centímetros de la fibra de carbón que envolvía al sumergible para poder escanearlo. OceanGate le despidió.

El largo pliego de descargas que obligaba firmar a los pasajeros para eximir a la empresa de cualquier responsabilidad advertía de que la nave no cumplía con las regulaciones existentes ni estaba aprobada. La palabra «muerte» aparecía al menos tres veces en la primera página.

‘Míster Titánic’

Con 37 incursiones a sus espaldas, el oceanógrafo francés Paul-Henri Nargeolet, de 77 años, era el experto por antonomasia en el Titanic. Tanto, que se le conocía como ‘Mister Titanic’. Fue él quien inspiró a James Cameron en 1997 para la película que volvió a encandilar a otra generación con el naufragio del crucero de lujo en el que murieron algunas de las personas más ricas del mundo calificado por la compañía naval White Star Line como insumergible. Desde el domingo descansará para siempre en el lugar que más amaba.

La Guardia Costera estadounidenses confirmó este jueves que los restos encontrados a menos de 500 metros de la proa del Titanic pertenecen indudablemente al pequeño sumergible de 6,7 metros de eslora en el que viajaban cinco tripulantes obsesionados con el transatlántico. El contraalmirante John Mauger informó en conferencia de prensa que los múltiples pedazos en los que quedó reducida la nave son «consistentes con una catastrófica pérdida de presión en la cabina» que no pudo dejar supervivientes. Una gran multinacional oceanográfica sostenía desde el principio que los tripulantes del barco Polar Prince, nave nodriza que monitoreaba desde la superficie su descenso, escucharon una gran explosión en el momento de perder las comunicaciones, por lo que extraoficialmente la Marina de EE UU lo trataba como una operación de localización y recuperación de cadáveres, más que de rescate.

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