doble VÍCTIMA DEl terrorismo
«Es duro, pero se aprende a ser duro»
Óscar Villafañe, de raíces leonesas, perdió a su padre dos meses antes de nacer y a su abuelo leonés cinco años después en atentados de ETA Pese a lo que ha vivido, nunca se ha querido ir: «Yo he nacido en Euskadi y si me voy algún día será por voluntad propia». .
manuel c. cachafeiro | león
Óscar Villafañe ha padecido el terrorismo de ETA por partida doble. La vida le golpeó muy duro antes incluso de nacer. Su madre estaba embarazada de siete meses cuando perdió a su padre, Domingo Merino, en 1978, asesinado a tiros en Zarauz, cerca de San Sebastián, por varios pistoleros de la banda, y volvió a ser cruel con él cinco años después, en 1993, tras el asesinato de su abuelo materno, Juvenal Villafañe García, en Andoain, también en tierras guipuzcoanas, al hacer explosión una bomba.
«Sé que es duro, pero se aprende a ser duro», confiesa. Su padre, explica, descendía de Ermua (Vizcaya), mientras su abuelo era originario de Mansilla de las Mulas, en León. Tras retirarse como subteniente de la Guardia Civil en 1968, Juvenal Villafañe García se incorporó como funcionario de la Diputación de Guipúzcoa en Andoain, para los trámites de concesión de pasaportes y licencias de caza y pesca, y allí se había quedado a vivir tras su jubilación. Cuando ETA segó su vida, tenía 78 años, por lo que para la cruel sinrazón de los terroristas se convirtió, y sigue siendo, una de las víctimas más ancianas de toda la historia de la organización
El asesinato del padre de Óscar se produjo cuando aparcaba su vehículo en el Hotel Duque de Zarauz, la localidad más turística de Guipúzcoa. Los etarras estaban en el interior del aparcamiento y, cuando le vieron llegar, le dispararon a corta distancia. La víctima presentó seis impactos de bala mortales de necesidad, según relata en su web de las víctimas de ETA Libertad Digital. ETA reivindicó el atentado al día siguiente después de algunas dudas suscitadas. Todo ocurrió el 5 de julio de 1978 y Óscar nació el 19 de septiembre de ese mismo año, por lo que ahora tiene 39 años.
Pese a vivir dos casos tan terribles en primera persona, Óscar Villafañe no ha abandonado Euskadi. Es más, se siente muy orgulloso de ser vasco. Y con el mismo orgullo, añade: «Por mucho que nos haya pasado, nunca nos hemos ido de aquí. Yo he nacido en Euskadi y si me voy algún día será por voluntad propia». El tiempo ha pasado pero la memoria sigue latente. Hace ahora un año, la Secretaría General para la Paz y la Convivencia del Gobierno Vasco entregó al Ayuntamiento de Andoain un documento bajo el título de «Retratos municipales de las vulneraciones del derecho a la vida en el caso vasco». Una iniciativa que, pueblo a pueblo vasco, ha recopilado las víctimas del terrorismo durante 50 años, también de grupos anticapitalistas y paramilitares como la Triple A o el Batallón Vasco-Español en el caso de esta localidad guipuzcoana.
En el informe, de 21 páginas, que se puede descargar en Internet, se explica que la recopilación de víctimas de Andoain, «quiere contribuir a esa tarea colectiva de un reconocimiento, que debe llegar a todas las víctimas guiado por el principio de igualdad y no discriminación».
A su nieto, que desconocía la existencia de ese informe, no le parece mal la iniciativa de honrar a las víctimas de un conflicto también entre vascos, pero advierte que «no se puede quedar bien con todo el mundo» en alusión al Gobierno Vasco. Y es que hay sectores en Euskadi —«no de ahora, sino de hace mucho tiempo», dice Óscar— que intentan meter a todas las víctimas en el mismo saco.
El Colectivo de Víctimas del Terrorismo (Covite) lleva años luchando contra ese intento. Por eso ha pedido a los mismos ayuntamientos que coloquen placas de recuerdo a las víctimas de ETA en las plazas y calles donde cayeron abatidos. En Andoain, el documento de la Secretaría General para la Paz y la Convivencia del Gobierno Vasco incluye, además de Juvenal Villafañe, cuatro nombres más entre los fallecidos a manos de ETA, entre ellos el periodista José Luis López de Lacalle y Joseba Pagazaurtundua. En 2010, el lendakari Urkullu asistió al descubrimiento de una escultura por todas las víctimas del terrorismo en Andoain.
Este exguardia civil leonés murió a la puerta de su casa, en la calle Eskola, el 16 de septiembre de 1993. Un comando etarra colocó una bomba en el interior de su coche, que estalló al abrir la puerta. Juvenal Villafañe García llevaba 26 años en esta localidad vasca.
«Cada cuadernillo es un retrato municipal y humano de lo que no debe repetirse, ni olvidarse», dice el documento del Gobierno Vasco, que incluye la palabra retrato porque un retrato tiene rostro humano, tiene cara, ojos y expresión. «Un retrato representa a una persona concreta, con nombre, apellidos, familia, amigos/as, historia, sueños y proyectos», dice. Nunca mejor dicho, habría que mirar a los ojos a Óscar, por todo lo que ha sufrido.
A su padre no le conoció, pero al abuelo leonés, sí. «Para mí fue como un padre; siempre iba con él. Se llevaba bien con la gente», recuerda. Y aunque murió cuando él tenía cinco años, se le viene a la cabeza que siempre le decía que estaba deseando que tuviera 18 «para verme conducir».
Aquella tarde del atentado, la propia hija de Juvenal Villafañe fue quien le identificó, tras bajar a la calle al escuchar el estallido desde su domicilio. Aunque fue rescatado con vida del amasijo de hierros, nada pudo hacerse por su vida. Un atentado que se produjo en vísperas de una manifestación de Batasuna y cuando se estaba a la espera de la inminente liberación del ingeniero secuestrado por ETA Julio Iglesias Zamora. Juvenal Villafañe fue la víctima número 12 de aquel año. Su caso se cerró sin que los culpables fueran condenados.
Cuando se conoció la noticia en Mansilla de las Mulas aquel septiembre de 1993, pocos vecinos recordaban al fallecido. Óscar Villafañe nunca ha estado en León, la tierra de su abuelo. Aunque cree que «debe de ser muy bonita».