Entrevista | Conoce a Manuel Ferrero, nuestro invitado de hoy

Una excusa para dejar volar la imaginación y trascender a la palabra. Esa es la clave de la pasión que mueve a Manuel Ferrero, que lleva dos décadas en el meollo. Asegura que contar cuentos no es una tarea destinada exclusivamente a los niños: cuando era pequeño, recuerda escuchar las picarescas que los mayores se contaban en los filandones... 

¿Qué es lo más bonito de contar un cuento?

Cuando las palabras son un pretexto para ir mas allá de las palabras, cuando un cuento es resumen de lo que es más grande, cuando juntarse para oír a otra persona es rebuscar en la memoria de los tiempos aquello que abre el corazón, (lo que asombra, lleva al misterio, acerca, aleja, conmueve, enseña, hace soñar, reír, llorar o simplemente da presencia), cuando un anécdota es la excusa ancestral para recordar que la misma fuerza que mueve las hogueras de San Juan, la lluvia de las tormentas, la arena de las dunas o la brisa de los sauces, nos habita en cada aliento compartido, en ese momento, cada silencio se convierte en un tesoro.

Esa energía que viene de nuestros antepasados, nos anima a mirar hacia delante. No hay diferencia entre el rugido de un león, el aleteo de una mariposa, la inteligencia de la esfinge, las botas de siete leguas, la valentía de Juan sin miedo y los ojos asombrados de una persona. Todo es energía. Por todo esto, el cuento es una llave hermosa para abrir puertas; chispas.

¿Cuándo empezaste con tu proyecto?

Hace 20 años. Al principio contaba en campamentos y ahora en todos los espacios donde alguien quiera escuchar.

¿Un cuenta cuentos puede valer tanto para niños como para adultos?

Yo nunca he diferenciado por edades la valía, pues no tiene edad el ingenio o la capacidad de conmoverse. Cuentos realistas, chanzas, de hadas o de realismo mágico, forman parte de la sabiduría inconsciente. A veces algo aparentemente muy sencillo puede ser semilla de la maravilla para un adulto.

No hace falta que uno sea sabio para dar esa verdad, pues en los ojos del que escucha se completa lo que el narrador no sabe completar. Eso depende del trance, que no es algo que se domine. El trance sucede cuando varios corazones se unen en una misma dirección de complicidad. El cuenta cuentos hace circulo y comunidad, nos cura, distrae, despierta o enseña, no porque sea portador de todas las virtudes, sino porque la palabra amable es muy poderosa para un oído atento. Hablar puede ser un abrazo. Ya hay muchas palabras para herir. Demos pues cuentos para aunar.

¿Por qué empezaste en este sector?

Gracias a mi madre que me cantaba, a mi abuela que me contaba y mi padre trabajando en la mina para que yo aprendiese.  Juntos me conectaron con el legado de mis antepasados. Narrar se volvió para mí en un modo de mirar al mundo con ojos nuevos.

¿Tiene algún referente en el mundo del cuento? 

A parte de mi madre y mi abuela paterna. Mi abuelo materno, con sus bromas ingeniosas de pocas palabras y mucha precisión, despertaron en mi la creatividad. Mientras la abuelita cocinada, el abuelo me contaba parches (así los llamaba él) También muchos abuelos y abuelas de adopción, que me contaron sus cuentos y memorias. Everilda de Turcia, Macrina de Puente Castro, Rosa, Miguel, Socorro, Matilde y Pepe de Aviados, Miguel de Otivar, Ambrosio de Valdepolo, Josefina de Ciñera o Celerina de Velilla de la Reina. Personas grandes de mucho ingenio, memoria y sentido del humor.

¿Qué van a poder disfrutar los usuarios del Diario de León en su directo?

Vamos a narrar como cuenta cuentos de guardia, historias para atraer la protección de nuestros mayores. Ellos/as fueron verdaderos supervivientes en tiempos duros. Ni yo mismo sé que voy a contar. Tiraré del hilo para quien lo quiera oír. Tal vez en vez de contar me salga una oración a las montañas que me criaron.

¿Cómo lleva la cuarentena? 

De momento tranquilo en casa. Saco a la perrita a hacer pis y para casa con mi compañera María. Pero esto es carrera de fondo. Hemos empezado a hacer yoga con un libro que teníamos en la biblioteca del hogar, porque esto va para largo. Esperemos sea menos de lo que parece. Yoga en casa con un perro… son las risas.

¿Qué cree que vamos a aprender de esta dura experiencia?

Sí… Vamos a aprender a darle valor a lo importante. A la naturaleza, a la familia y a los amigos. Tengo la esperanza de que el sistema descubra que no se puede vivir corriendo detrás del dinero y que la rentabilidad sin amor, sale muy cara. Una sociedad sin cimientos buenos se cae. Ya han caído muchos imperios que parecían eternos. O aprendemos a cuidar el planeta o viviremos mas experiencias así. La abundancia es mucho más que tener dinero. Tener una sociedad humana, compasiva y solidaria, es algo que no se puede comprar. Lo valioso no se puede comprar.

La felicidad es un estado de animo que acontece a quien desea lo mejor para poder compartirlo. Desear a costa del sufrimiento de otros es miseria. Vivimos para darnos unos a otros lo mejor. No para tener objetos y cifras en la cuenta. Ojalá aprendamos a soñar cosas que sean buenas para el mundo y para todos los seres y no para ampliar el egocentrismo. Esto nos demuestra que somos como hormigas y un ser invisible puede derrumbar toda la economía, pero si nos unimos y ayudamos, saldremos reforzados de esta. Toca arrimar el hombro con los vecinos, aunque sea cada uno desde su hogar cuarentena. Toca resistir y conectar con nuestra fortaleza interior.