El accidente de la Vasco a juicio: las claves
¿Era previsible una invasión masiva de grisú?
El fiscal considera que los sistemas de ventilación eran insuficientes, una tesis respaldada por parte de los informes periciales. Otros aseguran que las subidas de metano eran las habituales en el Pozo Emilio del Valle
«La mina siempre avisa», aseguran las familias de los mineros fallecidos y heridos en el accidente de la Hullera Vasco Leonesa del 28 de octubre de 2013. Las acusaciones del juicio que comienza justo después de la Semana Santa se aferran a las subidas del porcentaje de metano registradas durante los avances en la explotación del taller en el que ocurrió el accidente. Unos índices que desde las defensas señalan que son habituales en una mina de categoría 3 (altamente grisuosa), y que se consideraron habituales en los distintos libros, registros y auditorías que se llevaban a cabo.
Al margen de las diferentes interpretaciones de los peritos sobre la causa de la invasión masiva de grisú que acabó con la vida de seis mineros y dejó graves lesiones a otros ocho en el la Planta 7ª del Macizo 7º del Pozo Emilio del Valle, los informes de los muchos expertos que han investigado el siniestro se centran también en la eficiencia de los sistemas de ventilación de la mina.
El informe del fiscal recoge las explicaciones de los peritos sobre un sistema de ventilación que entra por el plano que une la planta 740 (en la que se produjo el accidente) con el túnel por el que el carbón salía al lavadero de La Robla. Un sistema que además saca la ventilación secundaria desde cada uno de los pozos hacia las plantas. A mayores, cada planta está equipada con dos ventiladores y tuberías de ventilación para que realicen el circuito completo de las zonas de explotación y transporte. Para evitar fugas de ventilación estaban instaladas también dos puertas de acero en las plantas 740 y 865. Además el sistema de control ambiental de la Planta 7ª contaba con un conjunto de sensores que realizaban mediciones de manera continua, «de forma que los cortes de los aparatos o el disparo de las alarmas es instantáneo».
Masiva
El accidente del 28 de octubre de 2013 se produjo por una invasión masiva de metano en el taller donde se encontraban los fallecidos, e invadió las zonas este, oeste y el transversal de la planta séptima. Además alcanzó el pozo y la culata de los ventiladores. Al superar de forma súbita el 5% del metano causó la parada de la ventilación secundaria en el taller.
El sistema de aparatos eléctricos ubicados en las distintas explotaciones se detiene automáticamente cuando el nivel de metano supera el porcentaje del 1,5%, para evitar chispazos que puedan provocar explosiones. Esa circunstancia, según el fiscal, agravó también que el oxígeno prácticamente desapareciera en la zona.
Invasión súbita
Fuera cual fuera la causa original de la «invasión masiva y súbita» de metano en el taller, el fiscal concluye que el accidente «era previsible y evitable» y que se incumplieron las normas de seguridad en un taller que estaba dando señales de alarma. «Los trabajos se realizaban en unas condiciones muy peligrosas y sin las adecuadas medidas de seguridad». Insiste en que desde el inicio de la explotación del taller había «numerosos factores y avisos de riesgo», que debían haber paralizado el trabajo y la presencia de mineros y variar la forma de explotación.
Por su parte las defensas de los 18 imputados (desde los directivos de la empresa a los ingenieros y vigilantes, además de la compañía aseguradora) han presentado informes periciales en los que se certifica que las labores de explotación se desarrollaban de acuerdo al plan aprobado anualmente por los responsables de Minas de la Junta de Castilla y León, auditorías que certifican que se cumplían todos los planes de seguridad (oficiales e internos) que estaban establecidos y que existía un amplio organigrama de responsables de seguridad con claras atribuciones y un presupuesto para este apartado que nunca se redujo, pese a las dificultades que ya por entonces evidenciaba el estrangulamiento del sector minero.
Informes en los que se recogen las actas que en los períodos establecidos legalmente (desde cada turno a diarios, semanales o cada cierto tiempo) en las que no se recogió ninguna incidencia que fuera ajena al devenir de la actividad habitual en el pozo; y en las que ningún responsable de seguridad alertó sobre fenómenos que hicieran presagiar un accidente que las defensas insisten en que fue imprevisible.
Una invasión súbita
Por lo que se refiere a los elementos de medición instalados en la mina, los expertos señalan que están previstos para incrementos graduales de presencia de metano en el ambiente, que a partir de un nivel disparan las alarmas para que los trabajadores se coloquen los autorrescatadores y abandonen la zona. A partir del 5% de presencia de metano, estos medidores quedan «fuera de rango», es decir, ya no señalan porcentajes superiores de grisú.
En el accidente del Pozo Emilio la invasión súbita de metano superó de forma casi instantánea el porcentaje del 95%, y el oxígeno se redujo inmediatamente por debajo del 1%.El Plan de Emergencia para Interior de Mina del Grupo Pozo Emilio contemplaba una invasión de grisú gradual por encima del 5%, pero no una invasión de la magnitud de la que ocurrió aquel 28 de octubre.
No sólo los medidores quedaron fuera de rango, sino que la violencia del ‘soplido’ de grisú no dejó tiempo a seis mineros experimentados para echar mano de sus autorrescatadores y poder respirar hasta salir de la zona accidentada.
Los autorrescatadores son una especie de petaca que cada persona que entra en la mina lleva anclada en su cinturón, y ante una emergencia despliegan una bolsa que hace los efectos de ‘pulmón’ que permite respirar durante unos minutos hasta abandonar la zona de peligro.
Los datos oficiales
El caso es que el informe de Minas refleja, en los análisis del porcentaje de metano que se registró durante los días anteriores al accidente, que los vigilantes detectaron que en la primera semana de la explotación, del 14 al 18 de octubre de 2013, «los valores son en general altos». Disminuyeron entre los días 21 y 24, pero a partir del segundo relevo del día 25, tres antes del escape mortal, «volvieron a reactivarse».
En concreto, entre los días 13 y 18 el control ambiental de la explotación de la Planta 7ª refleja que el metano estuvo entre el 1,5% y el 2%; del 19 al 21 de octubre por debajo del 1,5%; el 22 en torno al 1,5%; al 23 sobre el 1%; el 24 entre el 1 y 1,5% y el 25 también; pero ese día a las 19.10 se produce una brusca subida que sitúa el metano en el 2% hasta la finalización del relevo.
El día 28 los trabajos de explotación se reanudaron después del paréntisis habitual del fin de semana. En la entrada del primer turno el metano se situaba en torno al 1%, porcentaje en el que se mantiene, con algunas oscilaciones próximas al 1,5%, hasta que sucede el accidente a las 13.24 horas. Llegó entonces el aumento brusco de grisú: por encima del 5%.
La mañana del accidente
Las labores comenzaron con normalidad con la entrada del primer relevo a las 8.00 horas. A las 11,35 se produjo una avería en el circuito de extracción en una de las cintas transportadoras, que origina un fallo en el suministro eléctrico interior y paraliza la actividad en la totalidad de las explotaciones del Grupo Pozo Emilio. No se vio afectada la ventilación principal.
El suministro eléctrico se restauró a las 11.47 horas, y diez minutos después se limpió el gas acumulado tras la parada de la ventilación secundaria. En ese tiempo el personal abandonó la labor y permaneció en el transversal.
A las 11.57 se intenta arrancar las cintas transportadoras y se produce un nuevo fallo en el suministro eléctrico, así que se decide paralizar todas las labores del grupo. Desde las 11.58 hasta las 13.24 horas el valor del retorno de ventilación del taller oscila entre el 1,79% y el 1,02%.
La labor fue inspecionada a las 12.00 y a las 12.30 horas, Esta última por el ingeniero técnico subjefe del primer relevo. En ese momento la labor de sutiraje estaba parada, los picadores terminando las labores de avance.
Sobre las 13.20 horas fue cuando Javier Cabello, a la vuelta de su pausa para el bocadillo, se incorporaba a la explotación, y notó «como un bufido o soplido» tras el que «no podía respirar», y echó a correr. Amancio Viñayo, con el que poco antes comía en el descanso junto a Abel Viñuela, le ayudó a salir. Los tres relataron que habían notado «un golpe muy fuerte de ventilación, semejante a un soplido».
El metanómetro registró a las 13.24 horas una subida brusca de metano, por encima del 5%, con lo que el aparato quedó fuera de rango. El control abmiental en la cabeza del Pozo 7ª registró una subida brusca del metano por encima del 5% a las 13.26 horas.
Durante las operaciones de rescate se constató que el contenido de oxígeno a la entrada transversal de la Planta 7ª era del 1,1%, lo que permite estimar que el contenido de metano era del 95%.
La Brigada de Salvamento entró a las 14.30 horas en la galería del Este registró un contenido de oxígeno del 1%, lo que implica una concentración estimada de metano del 95%.
La Hullera Vasco Leonesa cubicó el metano emitido desde las 13,35 horas del 28 de octubre a las 8.00 horas del 30 de octubre, en un valor medio de 19.754 metros cúbicos.
El hecho fue que en la explotación en la Planta 7ª Este del Macizo 7ª sobre las 13.24 horas se produjo una invasión brusca de metano, desplazándose el metano por la planta 7ª y la planta 6ª hasta el pozo 7ª procedente del postaller. Un fenémeno tan rápido que ni al grupo de experimentados mineros que estaba en la zona les dio opción a colocarse sus autorrescatadores.
Decidir si era algo que la mina llevaba tiempo avisando, si el largo organigrama de seguridad de la empesa lo detectó e hizo algo para solventarlo, o si se trató de un fenómeno geológico imposible de predecir, no sólo en el momento de ocurrir sino en sus dimensiones, es uno de los interrogantes que tendrá que decidir el Juzgado de lo Penal 2 de León
Provincia
Un ‘bufido’ de muerte en el taller: el soplo de grisú que alertó a los mineros
María Jesús Muñiz Prieto