Diario de León

A debate

¿El último Dalai Lama?

Tenzin Gyatso ha liderado durante décadas a 150.000 tibetanos en el exilio y millones de budistas en todo el mundo. una tradición que podría estar a punto de morir

KIMIMASA MAYAMA

KIMIMASA MAYAMA

Publicado por
Noemí Jabois
León

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Exiliado en la India desde 1959 y viajante empedernido por la difusión de la causa tibetana, el actual dalái lama, Tenzin Gyatso, de 82 años ya ha dicho que quizás, cuando muera, no se vuelva a reencarnar como lo había hecho hasta ahora. También ha abierto la puerta a una reencarnación fuera del Tíbet, lejos del dominio del Gobierno de Pekín que tanto le odia.

Y es que muchos ya barajan que China vaya a elegir a su propio dalái lama cuando Gyatso abandone este mundo, como ya lo hizo con el último número dos del budismo tibetano, el panchen lama. Ante tal incertidumbre, el líder budista separó en 2011 el poder político y el religioso al ceder las competencias de Gobierno a un líder elegido democráticamente.

Ahora se dedica a las enseñanzas espirituales y a difundir su mensaje pacifista por todos los rincones del mundo, con la tranquilidad de que, cuando falte, el Gobierno en el exilio continuará con su mandato.

NIÑO CAMPESINO

Cuando nació el 6 de julio de 1935, Gyatso se llamaba Lhamo Dondhup. Su familia vivía en Amdo, en el Tíbet oriental, donde sus padres plantaban patatas, cebada y trigo sarraceno en una pequeña parcela arrendada, a menudo castigada por la sequía o las granizadas.

Es por ello que también tenían algún que otro pollo y varias decenas de ovejas y cabras, según cuenta él mismo en su autobiografía Libertad en el exilio .

Pero su vida dio un giro de 180 grados cuando apenas levantaba unos palmos del suelo, al ser reconocido como la reencarnación del fallecido Thubten Gyatso, el decimotercer dalái lama. Su nombre pasó entonces a ser Tenzin Gyatso y cambió los pollos y el campo por el estudio de meditación, religión y filosofía.

En 1950, siendo apenas un mozuelo y dos meses después de la entrada en Lhasa de las tropas chinas, asumió el poder político y espiritual del Tíbet. «Allá a donde iba estaba acompañado de un séquito de sirvientes. Estaba rodeado de ministros del Gobierno y asesores envueltos en suntuosas túnicas de seda, hombres extraídos de las más eminentes y aristocráticas familias», cuenta en su autobiografía.

En el libro, Gyatso describe su vida de dalái lama en el Tíbet como un sueño que le llevó a vivir en un palacio de mil habitaciones y a desfilar en un palanquín amarillo rodeado por centenares de monjes, caballos y policías. «Siempre, toda la población de Lhasa, la capital, venía para tratar de verme cada vez que salía», escribió el líder espiritual sobre una etapa de su vida que duraría apenas una década.

Tras una fallida revuelta popular en Lhasa contra el dominio chino, en 1959 el dalái lama tuvo que cruzar el Himalaya a pie para exiliarse en el norte de la India. Junto a él, se exiliaron otros miles de tibetanos y, al igual que ellos, el dalái lama se identifica desde entonces con un documento amarillo de refugiado.

La localidad en la que se estableció, Dharamsala, es hoy la sede del Gobierno tibetano en el exilio y por sus estrechas callejuelas se ven a menudo monjes con túnicas carmesí que descienden de los varios monasterios y se entremezclan con el olor a pan tibetano recién horneado.

La búsqueda de un nuevo dalái lama es un trabajo arduo. Los llamados altos lamas, importantes figuras del budismo, meditan en el lago sagrado Lhamo La-Tso a la espera de que les aparezca alguna pista para encontrar a la reencarnación del líder espiritual.

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