La herencia de un dulce pasado que continúa en pie
La boyante industria chocolatera astorgana del tránsito del siglo XIX al XX ha dejado en la ciudad casas y edificios fabriles vinculados con esta actividad
La reciente celebración del Salón Internacional del Chocolate de Astorga (Sica) 2007 reconcilió a la ciudad con su pasado como enclave destacado de fabricación de este dulce. José Luis López, fundador del museo del Chocolate de la ciudad, que en la actualidad tiene carácter municipal, e investigador desde hace 20 años sobre esta materia, que ha sido asunto fundamental de algunos de sus libros, afirma que la industria chocolatera local empieza a arrancar en el siglo XVII, aunque de aquella época no se conserva documentación que permita precisar más las fechas. En 1756, según sus investigaciones, ocho industriales fabricaban este producto en Astorga. El momento de mayor esplendor fue el año 1914, en el que 49 fabricantes titulares, de los que dependían un número variable de obreros, pagaban sus impuestos para poder ejercer dicha actividad. «En 1914 no había otra ciudad en España con tantas fábricas de chocolate, aunque sí pudo haber otras industrias de mayor producción, y a las locales hay que añadir las que se repartían por toda la comarca», señala López. En las décadas posteriores la industria chocolatera astorgana comienza a decaer por diversos factores, entre los que cabría destacar la competencia de compañías extranjeras muy potentes, la limitación del mercado local para los fabricantes de la zona, o los efectos de la guerra civil española, apunta López. Llegó un momento en el que las empresas elaboradoras quedan reducidas a las dos actuales. Pese a ello, la ciudad aún conserva restos de aquel esplendor. Por supuesto, el museo del Chocolate, que el propio López puso en marcha como una iniciativa privada el 13 de diciembre de 1994, atesora miles de piezas representativas del pasado. Los fondos museísticos de este centro ascienden a 10.114 objetos, de los que sólo el 33% forman parte de la exposición permanente. Pero además, la relevante trayectoria de elaboración de chocolate queda patente en varios edificios que la ciudad aún conserva y que en su momento fueron viviendas de chocolateros. José Luis López, que, precisamente, está trabajando en el que será su sexto libro, que repasará esta cuestión y otros aspectos de la vida de los chocolateros locales, señala que entre finales del siglo XIX y principios del XX los fabricantes de este dulce comienzan a tener cierta solvencia económica que, en muchos casos, los conduce a realizar fuertes inversiones en casas. Quizá la más emblemática de todas sea la casa Granell, que mandó construir Heriberto Granell hacia 1915 al final de la actual calle Enfermeras Mártires de Somiedo. López atribuye casi con total seguridad el diseño de esta vivienda modernista al arquitecto Antonio Palacios. De la construcción, que recuerda, salvando las distancias, al propio palacio de Gaudí, contemporáneo de ella, destaca su esbelta torre, de la que las cigüeñas itinerantes ya se han hecho inquilinas habituales, y la bella vidriera visible desde la calle. «Heriberto Granell pertenecía a la segunda generación de chocolateros de la familia, y él nació en Astorga, pero su padre era de Castellón. La fábrica continuó funcionando después con otros propietarios», explica López. Una casa que rivaliza en belleza con la anterior es la sede de las sucesivas escuelas taller y talleres de empleo con los que ha contado el municipio, y conocida desde hace décadas como la casa de don Paulino, por haber residido en ella Paulino Alonso, padre del que fuera cronista oficial de Astorga, Luis Alonso Luengo. Don Paulino, que era abogado, llegó a ser alcalde de la ciudad, y la propiedad de la casa pasó de esta familia al Ayuntamiento de Astorga. Esta construcción fue erigida por orden del chocolatero Magín Rubio, que residió en ella junto a su esposa, y el arquitecto artífice del diseño fue Ednariaga, según las investigaciones de José Luis López. De la edificación cabe destacar en la actualidad su mirador hacia la avenida de la Estación y su señorial escalera interior de acceso al piso superior. Otra vivienda reseñable por ser obra de un chocolatero, en este caso Juan Panero, es la situada en la esquina de las calles Pío Gullón y Prieto de Castro, orientada hacia la plaza Mayor. Juan Panero, de cuya confitería decorada de forma tradicional conserva una fotografía el museo del Chocolate, fue abuelo del poeta Leopoldo Panero y de su hermano, el también escritor Juan Panero. La ciudad conserva también vestigios industriales de su pasado chocolatero, como es el caso de la industria de Gómez Murias, situada en la carretera de San Román, que data de finales del siglo XIX. «Era de las grandes industrias de chocolate de España, aunque era también fábrica de harinas, fideos, y tostadero de café», resalta López. Lamentablemente, el tiempo ha terminado con otras viviendas de chocolateros que en su momento dieron testimonio de la boyante industria que nació en la ciudad. «La casa más importante de Astorga, de más de dos mil metros cuadrados, era la de Delfín Rubio, situada en el entorno de la actual calle Escultor Amaya», indica López. Del siglo XIX, fue adquirida por este chocolatero, y llegó a albergar a ilustres personajes, como la reina Isabel II, que durmió en ella en su única visita a la ciudad. «Con anterioridad había pertenecido a la familia nobiliaria de los Moreno, y su propietario llegó a ser alcalde de Astorga», precisó el investigador, que se lamentó de no haber podido tener acceso a fotografías de la fachada exterior de tan majestuosa construcción, aunque sí conserva alguna del interior, dijo. «La edificación, que era vivienda y fábrica y tenía un jardín, fue derribada hacia 1960 cuando la adquirió un nuevo propietario», apuntó el investigador. También desapareció la casa de Román Crespo, ubicada en tiempos en una de las esquinas de la plaza de Santocildes, y las conocidas como Casas de Miguélez, «el primer bloque de viviendas dedicadas al alquiler en la ciudad, que se debieron a Manuel Miguélez», apuntó López. A modo de recuerdo, en el patio del seminario visto desde la calle Obispo Grau, «se conserva una piedra en la fachada con las iniciales S G F, que corresponden al chocolatero Santiago González Franco, cuya casa estuvo en este vial», recordó. Mientras, la fábrica de chocolates de Tomás Rubio, padre de Magín y Delfín Rubio, de finales del siglo XIX y situada en la carretera de Nistal de la Vega, en las cercanías de la depuradora en proceso de ampliación, está condenada al derribo. Los fabricantes de chocolate, en diversos momentos de la historia, se concentraban en algunos barrios de la ciudad, como Rectivía o San Andrés. Sin embargo, los últimos que conservaban esta tradición, a mediados del siglo XX, estaban en su mayoría en Puerta de Rey, zona en la que aún permanece un industrial y en la que llegó a elaborar chocolate también el segundo cuya marca aún se conserva en Astorga, recordó López. La relevancia de los chocolateros de la ciudad, y de la propia industria local, fue tanta que en diversos momentos de la historia reciente de Astorga varios empresarios llegaron a ser proveedores de la Casa Real, según la información de la que dispone el museo del Chocolate. Así, Facundo, Modesto y Manuel Goy lo fueron en 1828, Magín Rubio en 1878 y José Lombán en 1884. El citado Gómez Murias alcanzó esa distinción en 1887 y cuatro años después lo haría Santiago González. Gervasio Sarmiento y Román Crespo, en 1896 y 1925, respectivamente, también gozaron de esta categoría. El Ayuntamiento, con proyectos como la creación de una nueva sede para el museo del Chocolate, y la Cámara de Comercio de Astorga, organizando junto al primero el Sica, pretenden que la ciudad recupere su protagonismo en el mundo del chocolate.