Francisco Jorquera | Jefe del servicio de Digestivo del Hospital de León
«Creímos tener la mejor sanidad del mundo, pero estaba descapitalizada»
La pandemia del coronavirus no sólo ha pasado factura a las personas y las empresas. El sistema sanitario, la joya de la corona de España, ha mostrado sus carencias en momentos de crisis, salvado por el esfuerzo de los profesionales, que tras diecinueve meses al frente, muestran síntomas de agotamiento. El jefe del servicio de Digestivo del Complejo Asistencial Universitario de León (Caule), Francisco Jorquera, repasa lo vivido y el estado actual de la sanidad.
—¿Cómo ha afectado la pandemia al servicio de Digestivo del Hospital de León?
—El servicio de Digestivo, como todos los del Hospital, ha tenido infectados, aislamientos y bajas. Pero por fortuna no tiene a nadie con secuelas por covid grave o por covid prolongado y ahora está a pleno rendimiento para recuperar los estragos ocasionados en forma de retrasos en diagnósticos de pacientes con patologías distintas a la covid. Una parte significativa del servicio participó en los equipos Covid, colaborando con Medicina Interna y Neumología y con el resto de los servicios del Hospital en la atención de estos pacientes que en la primera ola pusieron nuestros recursos en León al límite.
—¿Qué cambios hicieron que todavía no se han recuperado y cuáles han venido para quedarse?
—El cambio más notable ha sido utilizar todos los medios disponibles para no perder el contacto con los pacientes. En este sentido, la telemedicina ha sido una herramienta crítica para ello, pero teniendo claro que cuando era necesario examinar al paciente en nuestras consultas, la covid-19 no supuso una limitación. Hemos aprendido que hay pacientes que precisan controles analíticos periódicos, o a los que hay que dar resultados, que no necesitan subir a nuestras consultas presencialmente, que no necesitan pedir el día en su trabajo y que no precisan desplazarse. Podemos resolver sus problemas o dudas utilizando la telemedicina y esto sí ha venido para quedarse.
—¿Cómo ha afectado la pandemia a los pacientes de su consulta? ¿Se suspendieron citas y tratamientos?
—Tras las primeras semanas, todas las consultas se reconvirtieron a consultas telemáticas, por lo que en este sentido no perdimos actividad ni tratamientos. El problema estaba en aquellos pacientes que no nos llegaban porque nadie los enviaba y que ahora llegan tarde y desesperados a nuestras consultas. Una situación especial supusieron las endoscopias digestivas. Por indicación de las autoridades sanitarias y de las propias sociedades científicas, durante la primera ola de la pandemia sólo se realizaban exploraciones preferentes o urgentes. Cerrar las salas de endoscopia en León suponía que cada mes, por ejemplo, se dejasen de diagnosticar 40 neoplasias de colon que se diagnosticarían más tarde y en peor estado. De igual modo, se dejó de invitar desde la Junta de Castilla y León a los pacientes para el cribado de cáncer de colon. Esto lo sabíamos y nos generaba mucha angustia además de un pulso con los gestores para intentar recuperar la normalidad con la máxima rapidez posible puesto que la demanda posterior iba a superar con creces nuestra capacidad.
— ¿Qué fallos y que aciertos ha habido en la gestión de esta pandemia?
—Se ha hecho lo que se ha podido. Creímos tener uno de los mejores sistemas de salud del mundo y lo que teníamos era un sistema de salud descapitalizado tras la crisis de 2008 y carente de salud pública, desaparecida tras las transferencias a las comunidades autónomas. El gasto en salud pública de nuestro país en el año 2019 fue de 823 millones de euros, el 1,1% del gasto sanitario total, una cifra sencillamente ridícula. Todo agravado además por un Ministerio de Sanidad sin competencias, sin presupuesto, sin plantilla y sin conocimiento. Ha habido errores de bulto desde luego, no hay nada más que mirar el manejo y los fallecidos en países asiáticos, Australia o Nueva Zelanda. El trato a los ancianos ha sido cruel en muchos lugares. Necesitamos de verdad una auditoría, pero no para buscar culpables en la gestión sino para aprender de nuestros errores y no volver a cometerlos.
—¿Cómo recuerda esos primeros meses sin apenas medios de protección y con las consultas suspendidas?
—Con angustia, con mucha angustia, pero no por miedo a la infección, que la cogí al principio y me inmunicé, sino por las incógnitas que cada día iba generando la infección y que no permitían pronosticar con un mínimo de seguridad su control. Sabíamos que la falta de derivación de pacientes a nuestras consultas y el cierre de endoscopias iban a retrasar diagnósticos importantes porque las enfermedades ni descansan ni desaparecen.
—¿Qué papel va a tener la sanidad privada?
—En estas circunstancias la sanidad privada irá adquiriendo cada vez un mayor protagonismo siempre lógicamente para aquellos que puedan pagarla. Si no se refuerza la sanidad pública a largo plazo acabará habiendo dos tipos de atención sanitaria en función de los recursos económicos de que disponga cada ciudadano.
—¿Cómo ha afectado la pandemia a los tratamientos contra la hepatitis C?
—Después de todo lo ganado con el Plan Nacional para el abordaje de la hepatitis C en la que nuestra Comunidad tuvo una actitud ejemplar, el bloqueo de Atención Primaria ha provocado que los nuevos diagnósticos se hayan reducido un 80%. Nuestro país, que era de los pocos en el mundo capaz de cumplir los objetivos de la OMS para la eliminación de la hepatitis C, corre el riesgo de no alcanzarlos. Esto es una pena porque con las acciones llevadas hasta el inicio de la pandemia, los ingresos, la mortalidad, los trasplantes hepáticos y los cánceres hepáticos relacionados con la hepatitis C se habían reducido en más de un 80%. Esto es verdaderamente extraordinario y demuestra que cuando se invierte bien en salud el retorno en salud y en dinero es mucho mayor.
—¿Han participado en proyectos de investigación durante los 19 meses de pandemia?
—Sí, tanto nosotros como otros servicios del Hospital hemos participado en diferentes proyectos relacionados con la covid-19. Nosotros acabamos de publicar un estudio realizado en colaboración con el Hospital Universitario de Burgos en el que hemos analizado el cribado de las hepatitis B y C en pacientes con covid 19. También publicamos un estudio liderado por enfermeras y auxiliares de la planta de hospitalización de Digestivo tras la primera ola en el que se puso de manifiesto como en torno al 16% de enfermeras y auxiliares del Hospital se infectaron, con más de 250 bajas, la mitad de más de cuatro semanas de duración. Por encima del centenar de la plantilla de Enfermería precisó ayuda psicológica. Este colectivo consideró como pobre el reconocimiento por la institución a su esfuerzo y dedicación aunque la experiencia con la pandemia les hizo crecer personal y profesionalmente a la gran mayoría de ellos. Hemos seguido investigando en otros campos. Así, este próximo mes de noviembre se celebra el congreso americano de enfermedades hepáticas y el servicio de Aparato Digestivo del Complejo Asistencial Universitario de León participa presentando ocho comunicaciones, unas propias y otras colaborativas sobre microbiota, NASH, hepatocarcinoma, cirrosis VHC, covid y VHC y enfermedades hepáticas autoinmunes.
— ¿Qué cree que va a pasar a partir de ahora en la sanidad pública y qué le gustaría realmente que pasara?
—La sanidad pública es parte fundamental de nuestro estado del bienestar. Da seguridad a la mayor parte de nuestra población en lo más preciado, en lo más íntimo, en lo único que no tiene repuesto, en su salud. Soy pesimista, muy pesimista, porque nuestros políticos han aprendido a sobrevivir con demagogia. Mienten con obscenidad hablando de reforzar nuestro sistema de salud mientras lo descapitalizan. A mí me gustaría que hubiese un pacto nacional por la Salud que asegurase el derecho a la prevención, promoción y cuidado de la salud de calidad de todos los españoles con independencia de quien gobierne en el Estado o en cualquiera de sus autonomías. Que asegure la equidad para todos los españoles. Y que en el desarrollo de ese pacto tuvieran un protagonismo real aquellos que entregan su vida en ello, los profesionales sanitarios. Nuestro país ha cambiado y necesitamos cambios estructurales profundos en nuestro sistema de salud. En este pacto nacional tenemos que abordar con urgencia retos como el envejecimiento, las enfermedades crónicas, la dependencia, posibles epidemias futuras con una ley de pandemias, la equidad, la forma de financiación, la gobernanza y otros muchos más que no pueden esperar. Pero por encima de todo me gustaría que nuestros políticos fuesen honestos y hablasen con claridad a los ciudadanos diciéndoles con números la importancia que conceden a la sanidad pública.
—Los políticos expresan ahora su compromiso a reforzar el sistema sanitario. ¿En qué estado actual está el sistema y cómo ve su futuro?
—Los políticos sí que son un problema y grave. Si dejamos por un momento al margen los efectos de la catástrofe social y sanitaria que ha provocado la pandemia, lo peor de todo en este tiempo ha sido el espectáculo bochornoso que ha dado una parte significativa de la clase política durante toda la pandemia. Con esta clase política nuestro país no tiene ningún futuro. No me resigno a pensar que los ciudadanos de nuestro país tenemos lo que nos merecemos, que no nos merecemos algo mejor. Los que no somos militantes tenemos claro que si no hacemos nada para cambiar nuestra cultura política sí que nos mereceremos esta clase política y nuestros hijos no tendrán ningún futuro en este país. Hablan en público de que van a reforzar la sanidad cuando en privado reconocen que no hay recursos ni materiales ni humanos. Todo se fía a los fondos europeos sin que tengamos noticia de planes concretos de en qué y cómo se van a utilizar. En la sanidad que yo conozco, la de a pie, no se ha abierto ningún debate con los profesionales que conocen los problemas e intuyen muchas de las soluciones.