EL AULLIDO
Esteban García Porrero
PELO NEGRO español y piel clara europea, distanciamiento emocional inevitable, decisión, dedicación, maneras de príncipe obrero doctorado en cautela y una gestualidad casi geométrica. Es antiguo si ser caballeroso es algo antiguo. Es moderno si ser cosmopolita se puede considerar algo moderno. Y, como los poetas orientativos, se dedica a la ciencia del corazón. Efectivamente el prestigioso cardiólogo Esteban García Porrero -uno de esos grandes valores que intenta hacer nacional y hasta internacional la medicina leonesa- acaba de dirigir esta semana otro ciclo de conferencias y actos en torno al tema de la prevención de cardiopatías. Y hemos asistido pecadoramente a esas disertaciones como quienes creen que, a pesar de nuestra debilidad, una vida saludable aún es posible. Va por libre el corazón latiendo como un caballo salvaje que huye de su sombra mientras la mente toma nota de las recomendaciones de los médicos -ojo al colesterol, haz dieta, haz ejercicio, no fumes, no¿-. ¿Cuándo escuchamos conferencias sobre medicina todos somos pacientes? Por eso no deja de ser un placer masoquista el estar atento a las palabras de este facultativo en apariencia tan vocacional como mi médico favorito de la Historia antigua -Maimónides, el médico de Egipto nacido en Separad-. Uno se queda estático como un soldado de terracota ante el aplomo discursivo de ese hombre docto -cuando habla de medicina su voz tiene más tono de profeta que de sacerdote- al tiempo que se autochequea mentalmente, y se alecciona, y se hace firmes promesas imposibles de cumplir. ¿La medicina preventiva, como la poesía, no tiene algo de utopía? Ciertamente al observar con perspicacia las maneras, el porte, el ritmo y el aura de un conferenciante estos comunican tanto como sus palabras. En el caso de nuestro curioso doctor si uno va más allá de la contención de los gestos y de esa ponderación verbal que dota a su voz de la solemnidad de los idiomas antiguos, puede ver no sólo un gran curriculum sino también y sobretodo la historia y el resultado de una vocación junto al placer de curar, de aprender, de enseñar. Y uno puede vislumbrar también, como un más allá de la bata blanca, el sol milagrero de su amado México, la sonrisa bondadosa de su madre, el nombre de sus hijas tan creativo como todo nuevo mundo¿ Esteban García Porrero es conocido en León y fuera de León no sólo como prestigioso cardiólogo sino también como organizador de congresos y eventos médicos internacionales, pero más allá de todo eso asombra al asistir a alguna de sus conferencias -siempre pretendidamente más rigurosas que brillantes- la forma en que sus palabras transmiten, además de significados, cuánto hay de cabeza y cuanto de corazón en lo expresado¿ De hecho este médico nos dice sin decirlo que la cardiología es apasionante, sí, pero que se trata de una materia que ha de ser puesta en práctica más con la cabeza que con el corazón (igual que su forma de ser esto se nos antoja al instante tan contradictorio como razonable). Resulta fascinante o cuando menos estimulante asistir a una conferencia no sólo para atender al mensaje sino también para escuchar los silencios del ponente: así uno analiza lo que explica un médico y, más allá de su parlamento técnico, o completando éste, disfruta adivinando el misterio personal de ese ponente, eso que le hace dejar de ser personaje y convertirse en persona. Reconozco que, por mi dilatada experiencia como paciente, me sobrepasa esa distancia emocional que los médicos suelen aplicar en su trabajo como si creyeran que el rigor se diluye cuando va asociado a la cercana humanidad. Pero, por contraste, esta semana he visto en el doctor García Porrero una pasión casi poética oculta en sus palabras pero evidente en el brillo inconsciente de sus ojos color cielo azul eléctrico¿ Por eso le he pintado este retrato.