«Sólo tengo el sol que me alumbra y un cáncer»
Desprotegida en la enfermedad. La vida parecía sonreír a Mari Cruz García Hernández cuando después de seis años en paro encontró trabajo en julio. Pero, como dice el refrán, la alegría dura poco en la casa del pobre. En octubre le operaron de un cáncer de mama y quedó de baja sin prestación de ningún tipo. Ha pedido ayuda de emergencia.
«Tras ser operada de cáncer y no haber cubierto el periodo de carencia de seis meses del seguro de la empresa, estoy sin ingresos ni para cubrir las necesidades básicas ni para medicamentos, por lo que solicito la reactivación de la RGC». Con estas palabras, escritas de su puño y letra, Mari Cruz García Hernández recurre a la Gerencia de Servicios Sociales en busca del último recurso para sobrevivir con la salud quebrada y sin prestación por incapacidad transitoria.
Mari Cruz encontró trabajo en julio, en la filial textil de Ilunion, un centro especial de empleo. En mayo le habían reconocido una discapacidad física, mental y social que le abrió las puertas a un puesto de auxiliar textil. En la práctica hacía de limpiadora, empaquetadora y lo que le mandaran.
Estaba contenta y motivada, sobre todo desde que consiguió que le compraran un carrito para llevar los utensilios de la limpieza, pues tiene artrosis en la espalda y se le carga continuamente. Se afanó en limpiar las cristaleras de la nave, el cuarto donde guardan los materiales de limpieza y todos los rincones,
El empleo era la primera buena noticia que recibía después de seis años en paro y del golpe que sufrió con la muerte de su madre, que falleció, con tan solo 66 años, dos días después de que ella saliera del hospital. En 2020, durante el confinamiento, le extirparon un fibroadenoma gigante en la mama izquierda.
«Me operaron en la Clínica San Francisco», comenta. En aquellos días los quirófanos del Hospital de León estaban ocupados por las UCI extendidas para enfermos de covid y se externalizó la cirugía. Mari Cruz estaba en seguimiento por el problema mamario, pero nada indicaba que no pudiera trabajar. Los quistes que tenía en el pecho figuran en el informe de discapacidad pero no le contabilizaron para el reconocimiento. «La trabajadora social me aconsejó que fuera a hacer la valoración, porque con una discapacidad a lo mejor encontraba trabajo con más facilidad».
«Me concedieron en mayo un 37%: 17% por salud física, 10% por salud mental y otro 10% por circunstancia social», explica. Dos meses después tenía su primer contrato.
No pasaron muchos días hasta que todo empezó a torcerse de nuevo en la vida de Mari Cruz. La biopsia que tenía programada para el 9 de agosto no se la hicieron hasta octubre. «Me dijeron que tenía un tumor in situ el día internacional del cáncer de mama»,. A los nueve días le operaron de urgencia y le extirparon una parte de la glándula junto con el tumor.
Mari Cruz quedó de baja por incapacidad temporal. Según los informes médicos, no podrá trabajar en al menos siete meses y 26 días, aunque la duración definitiva está a expensas del tratamiento que le pongan en la consulta de revisión que tiene para el 11 de noviembre. Lo que no sabía es que también se quedaría sin sueldo. «Pensé que me quedaría algo. Pero no tengo derecho», lamenta. La Seguridad Social le dijo que su caso dependía de la mutua que cubre la incapacidad laboral temporal en la empresa y Fremap se acoge a la ley.
«Solo tengo el sol que me alumbra y u cáncer», afirma. El artículo 130 de la Ley General de Seguridad Social establece como requisito para acceder a la prestación por incapacidad temporal «tener cubierto un periodo de cotización de 180 días dentro de los cinco años inmediatamente anteriores al hecho causante».
decepcionada
Su caso no entra en las exigencias de la ley, puesto que no había cotizado desde hacía seis años antes del nuevo trabajo. En la empresa le respondieron que no podían hacer nada. Ya estaba decepcionada después de que le descontaran cuatro días de sueldo por no ir a trabajar el jueves y el viernes después de que le practicaron la biopsia. «Me descontaron también sábado y domingo», se queja.
Habló con los responsables de Recursos Humanos por si era posible otra salida, como le aconsejó un asesor fiscal. «Al ver que no tenía solución legal, traté de buscar un atajo. Me asesoré y me dijeron que la única solución era que le hicieran un despido procedente. De esta manera podría acceder al subsidio de la RAI por ser mayor de 45 años», relata. Pero la empresa no accedió: «Me dijeron que no podían despedirme», señala. La trabajadora esperaba que la empresa «tuviera un poco de humanidad, ya que es una filial de la Once, y le dieran alguna facilidad para «poder sobrellevar estos meses» de baja por la enfermedad. «He trabajado en empresas familiares y en más de una ocasión me ayudaron a salir de algún apuro», apunta.
«No podemos hacer nada», comentaron en Ilunion a este periódico. Aconsejaron a la trabajadora que acudiera a los servicios sociales. La normativa establece que los contratos de los centros especiales de empleo se pueden rescindir «por falta de asistencia al trabajo, aun justificadas, pero intermitentes, por falta de adaptación del trabajador, por su ineptitud o cuando exista la necesidad objetivamente acreditada de amortizar puestos de trabajo y en número inferior al establecido en el artículo 51.1 de la Ley del Estatuto de los Trabajadores».
Mari Cruz, de 49 años de edad, tiene reconocida una vida laboral de ocho años, dos meses y 28 días. «En realidad es mucho más, puede que el doble porque trabajé en hostelería y en algún sitio solo me dieron de alta por dos horas». En cualquier caso, el tiempo cotizado anteriormente, aunque fuera el doble, no le serviría por no cumplir el requisito de las cotizaciones de 180 días en los últimos cinco años.
«Consigo un trabajo y porque cojo un cáncer lo pierdo todo...», se lamenta la mujer. Hasta julio estaba cobrando la renta garantizada de ciudadanía, pero al empezar a trabajar, con su sueldo de 880 euros, le suspendieron esta ayuda. Ahora ha vuelto a solicitarla alegando la situación en que se encuentra. También ha solicitado una ayuda de emergencia en el Ayuntamiento de León.
Hace cuentas y no le salen de ninguna manera mientras saca de la cartera los 30 euros que le quedan. «Tengo que pagar la casa —350 euros de renta—, la comunidad , la luz y los medicamentos que son caros. Con la renta garantizada tenía las medicinas gratis».
Mari Cruz García Hernández llegó a León hace seis años después de varios años fuera. «Fui víctima de malos tratos, por eso me vine para León. Y porque mi madre estaba enferma. Tal y como vivía, me dije: «Me voy y cuido de mi madre. Los cuatro primeros años fue renqueando, los últimos los pasó muy mal. Estuvo más tiempo en el hospital que en casa y luego vino todo lo mío...», dice apesadumbrada. Detrás de su historia están la precariedad, el paro, la discapacidad, las cargas por los cuidados y los malos tratos... y ahora una enfermedad ante la que «no puedo dejar que me lleve la cabeza. La doctora me lo ha dicho: que no pare...», señala. Su perra Kira es el aliciente que tiene para salir a la calle, pero tampoco se ha parado después de la operación. Con los puntos en el pecho ha movido Roma con Santiago: «No me puedo parar, aunque no puedo con mi vida».