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Fundaciones Cepa y Cerezales: grandes activos para toda la provincia de León

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León

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V egaquemada, ese precioso lugar de la montaña leonesa, es para mí un paraíso. Cuando era niño mis padres recalaron allí sorprendidos por la hermosura de su iglesia y por los servicios que tenía el pueblo y que entonces no eran habituales en otros: agua corriente, alcantarillado, calles asfaltadas, grupo escolar propio, médico, cancha polideportiva, etcétera. Poco a poco fuimos conociendo otra historia de enorme calado personal y humano que, trascendiendo a la del propio pueblo, explicaba el bienestar existente en el mismo, y que ha condicionado su devenir desde mediados del siglo pasado: la de don Pablo Díez y su familia. Un gran hombre, muy singular en todas sus facetas.

De la nada supo levantar un imperio industrial y financiero con profundas raíces en su amado México y en otros países. Con motivo de mi desempeño profesional he tenido ocasión de conocer en primera persona lo que el Grupo Modelo y sus empresas satélites han representado, y aún representan, en el país americano. Don Pablo fue un empresario de gran visión y valentía; pero también de enorme inteligencia y contrastado talento para los negocios. Supo apostar en cada momento por sectores clave. En 1913 entró como socio en la empresa fundada por donBraulio Iriarte, Levadura Comprimida Leviatán, SA. Más tarde, en 1922, accedió al capital de la incipiente Cervecería Modelo, SA, promovida también por don Braulio. Al producirse el fallecimiento de éste, en el año 1932, sus herederos le vendieron su participación accionarial. Pudo así tomar las riendas de un negocio cuyos cimientos consolidaría cuatro años más tarde, en 1936, al adquirir junto con don Félix Aranburuzabala los intereses de donMartín Oyamburu en la empresa y conseguir el control definitivo de la misma.

Sin duda poseía también habilidades de organización y gestión poco comunes en su tiempo. De una de las pocas entrevistas que concedió entresaco lo que él mismo consideraba como bases de su éxito: la incansable actividad, el sentido de la previsión y la confianza ciega en la voluntad humana. Cualidades a las que de mi cosecha añadiría al menos dos más.

La primera, es la de implicar a la familia en la gestión de sus intereses empresariales. De ahí surgen nombres que han tenido una profunda influencia en la evolución de este grupo empresarial, como los de don Antonino Fernández, don Cesáreo, D. Luis y don Pablo González Díez, fallecido a principios de este año en Ciudad de México; o más recientemente, don Carlos Fernández González, presidente del consejo de administración del Grupo Modelo entre los años 2005 y 2013, cuando fue vendido al conglomerado multinacional Inbev.

La segunda, una profunda vocación humanística hacia sus empleados y filantrópica en las comunidades que le eran afines; con la inestimable connivencia de su esposa, doña Rosario Guerrero Herrero. En un país y un tiempo en los que no era habitual, proporcionó a sus trabajadores guarderías, escuelas, servicios sanitarios y otros beneficios sociales. También promovió en México asilos para ancianos, hospitales y diferentes servicios y equipamientos siempre para y en beneficio de la comunidad. Y qué decir de sus aportaciones para la constitución de la Fundación Virgen del Camino y su santuario, en León; de la Basílica de Guadalupe, en Ciudad de México; o de los decididos apoyos a centros de educación, a la promoción del arte, la cultura y la ciencia.

Esas prácticas de responsabilidad social corporativa perfilan la dimensión humana de un empresario que fue pionero en la aplicación de estos conceptos, recogidos por primera vez en la historiografía económica en 1953 por el profesor Howard R. Bowen en su obra Social Responsibilities of the Businessmen, y que él ya venía aplicando desde mucho antes.

La convicción de que hay que devolver a la sociedad parte de lo que ésta facilita a las empresas ha sido no sólo inspiración, sino norma, para sus dignos sucesores. Así, la familia González Díez ha constituido en el año 2013 la Fundación Cepa González Díez, con domicilio fiscal en Vegaquemada y sede social en la ciudad de León, cuya presidencia ostenta don Carlos Fernández González. Y en Cerezales del Condado radica la Fundación Cerezales Antonino y Cinia, con actividad desde el año 2008, presidida por Dña. Rosa María Juárez Fernández.

Los objetivos estatutarios de sendas instituciones son muy claros y no dejan lugar a duda sobre su compromiso con León y sus gentes, a saber: la primera, impulsar el desarrollo humano, personal, cultural e intelectual de las personas, especialmente de las más necesitadas, y favorecer sin exclusividad el desarrollo económico y social de la zona; y la segunda, el desarrollo del territorio y la transferencia de conocimiento a la sociedad mediante la producción cultural y la etnoeducación.

No quiero extenderme en los muchos y buenos proyectos que ambas fundaciones están desarrollando. El detalle figura en sus respectivas páginas web. Pero cabe destacar que colaboran en múltiples iniciativas de contenido social enfocadas a la atención de los más necesitados; conceden becas de estudio; patrocinan el equipamiento y docencia de centros educativos; promueven la inserción laboral de personas con discapacidad; facilitan la atención a mayores y enfermos; respaldan la investigación científica y técnica; despliegan acciones innovadoras en formación, como la de estimulación neuronal en niños. También apoyan el arte y la cultura en sus diversas formas de expresión, el deporte y la conservación de tradiciones autóctonas. Y contribuyen a la recuperación y puesta en valor del patrimonio cultural, humano, económico y social de León con apoyos, por ejemplo, a la Catedral o al Museo de la Emigración.

No soy leonés de nacimiento, pero siento esta tierra como si fuera la mía propia. Por eso, y a la vista de lo que estas dos fundaciones están haciendo en León, creo que es de justicia reconocer y agradecer a sus promotores, bien que modestamente, el compromiso con sus paisanos, con el sitio que los vio nacer, con el presente y el futuro de un territorio que necesita no sólo recursos, que ellos aportan, sino también ideas, impulsos, proyectos; aires nuevos en añejos terruños que a través de sus fundaciones contribuyen a generar y potenciar.

Gracias es siempre una hermosa palabra que es de justicia regalar a esta gran familia empresaria. Son dignos depositarios de la memoria de don Pablo. Y, con sus acciones, también un ejemplo a seguir para otras compañías.

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