Narcotráfico y reincidencia
Un narco de verdad no se jubila jamás, sea hombre o mujer, español o foráneo. Este tipo de malhechores son en realidad yonquis de su propia adrenalina. Pablo Escobar, del cártel de Medellín; El Chapo Guzmán, de Sinaloa; los hermanos Santacruz, de Cali o, entre otros narcomafiosos de una larga lista, Mohamed Taibeb, El Nene, de Marruecos. Todos murieron con las botas puestas.
Si hacemos un breve escrutinio de narcos «nacionales» vivos, veremos que viejos capos de la fariña como Sito Miñanco o Los charlines, en Galicia, entran y salen de prisión siempre por idéntico motivo, pese a los años. En Andalucía Meridional pasa lo mismo con los clanes violentos locales del llamado narcosur, a punto de convertir la zona en una narcorregión.
Grupos criminales del hachís y la cocaína en el Campo de Gibraltar, como Los Pantoja, Los Chachos, Los Castaña o la peligrosa Mocro Maffia euromagrebí, asentada ya en la Península, campan por sus respetos sin que el empeño policial pueda, de momento, hacer mucho más, que no es poco, en honor a la verdad. Es necesario, para luchar con efectividad contra ese «territorio comanche», que el Ministerio del Interior declare de una vez la zona de especial singularidad, aumente las plantillas de las FFCCSE e incentive las tareas para favorecer el arraigo de los agentes.
La vieja historia de la multirreincidencia de los narcotraficantes que envenenan a una sociedad que vive ajena
Así las cosas, uno de esos «padrinos de la droga» del sector malagueño (madrina en este caso), María del Mar Mellado, acaba de ser detenida de nuevo por la Udyco con un alijo de farlopa colombiana y un dineral en el aeropuerto de Barajas, junto a un par de «mulas» que le hacían de mozos de estación. María del Mar, a la que apodan, entre otros alias, «La reina de Ronda», es una vieja conocida de la policía. En 2012 la condenaron a 11 años entre rejas por el puente aéreo de cocaína casi pura que tenía montado con su banda desde Punta Cana a España.
Hace tiempo trabajé en ese caso para el programa Equipo de investigación. Pocas veces me ha sorprendido una personalidad tan envanecida. Ocurrió que, en Cuevas del Becerro, su pueblo natal, a 20 kilómetros de Ronda, María del Mar se hacía llamar «La narco del pueblo» entre el personal del clan que lideraba. En Navidad y otras festividades, la mujer y su lugarteniente se dedicaban a obras «benéficas» patrocinando cabalgatas de Reyes y conmemoraciones populares que pagaba complacida de su bolsillo. María del Mar deseaba en su fuero interno alcanzar dos metas: ser una «ONG» del narcotráfico y deslumbrar como la nueva Reina del sur, al modo de Teresa Mendoza, protagonista de la novela, luego película, de Arturo Pérez-Reverte, coreada más tarde como narcocorrido por los Tigres del Norte.
De momento, María del Mar Mellado ha conseguido vivir de nuevo una buena temporada a cuenta del Estado, intramuros. Pero volverá a dar literatura policíaca. No lo duden. Una narco como ella muere con los tacones puestos. La vieja historia, una vez más, de la multirreincidencia de los narcotraficantes que envenenan a una sociedad que vive ajena a la tragedia de miles de vidas destrozadas por las drogodependencias.