EDITORIAL | Vivir en el casco antiguo, cada vez más difícil
Un desierto hasta media tarde y una sucesión de ruido y jaleo desde entonces hasta bien entrada la noche. Falta de servicios y de negocios que no estén relacionados con el ocio, y una despoblación galopante en la que la huida de vecinos deja paso a la temida ocupación por los apartamentos turísticos, que se extiende en cada piso que queda vacío. La vida en el casco antiguo agoniza sin remedio. Los sucesivos planes de intervención en la zona, que se han llevado a cabo con una inversión millonaria, han servido apenas para remozar la apariencia de las calles y fachadas; pero no han conseguido poner freno a la desaparición de los negocios, que son los que estructuran la vida en los barrios. Las pocas tiendas y los escasos habitantes que resisten en el Barrio Húmedo parecen ser muy conscientes de que tienen los días contados en la zona.
El debate sobre las fórmulas para evitar el deterioro de los casos antiguos no es nuevo ni afecta sólo a León. Pero hasta el momento parece haberse centrado más en conservar el patrimonio histórico y artístico que en vertebrar estas zonas como una parte de la ciudad que debe seguir estando viva. Arraigar los negocios y los habitantes a las calles históricas debe ser una actuación prioritaria en la que las administraciones no sólo apoyen, sino intervengan y financien directamente la actividad y la habitabilidad. Quizá ya lleguen tarde, pero de no tomar medidas urgentes el Barrio Húmedo será en breve un parque temático del beber, un decorado fantasma de la vida que fue, y que se dejó desaparecer. Un corazón de la ciudad hueco y muerto.