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Silla baja josé álvarez de paz
Mucho se ha escrito sobre la publicidad como alternativa a la deuda acumulada de RTVE como única manera, decían, de frenar los impulsos privatizadores de los neocon, atentos a la primera cadena que es rentable económicamente, por consiguiente la mejor para los decididos a «reducir el Estado de forma que podamos ahogarlo en la bañera», dejando fuera, eso sí, el «libre» mercado y otras armas de destrucción masiva. Si logran un día hacer realidad tan firmes propósitos, las generaciones futuras heredarán la deuda acumulada junto a la deuda sanitaria añadida, allí donde la privatización hospitalaria prospere, por ejemplo en la vecina Galicia.
El presidente Aznar heredó una deuda de 200.000 millones en RTVE. Después de vender 25 empresas del Estado por cuatro billones de pesetas, empezando por las más rentables, dejó una deuda de dos billones de pesetas en RTVE, mientras el ministro Montoro hablaba de déficit cero. Según el proyecto de Ley de Presupuestos para 2007, la deuda acumulada de RTVE era de 3.100 millones de euros, asumible por el Tesoro Público en cuatro años. Hoy el nivel de pluralismo e independencia de RTVE es el más presentable de su ya larga historia, mérito del actual Gobierno que, con frecuencia, es incapaz de hacer llegar al ciudadano medio sus logros y proyectos. Ellos verán qué clase de comunicadores tienen.
Es esencial en democracia una información como la que viene ofreciendo desde hace muchos años Radio 5, noticias desnudas para personas adultas capaces de pensar sin orejeras. Nada parecido a la telebasura que llama corazón a cualquier otra víscera y libertad de expresión a la costumbre enfermiza de hurgar en las vidas ajenas.
Ya sólo falta que el espacio que deja libre la publicidad lo ocupen problemas de la vida diaria, la rentabilidad social, el relanzamiento de la imagen cultural de España en el exterior. Como ya se ocupan otras cadenas de la vida y milagros de Belén Esteban o Julián Muñoz, podremos debatir sobre quien fue Percy Sutton, defensor de los derechos civiles de los panafricanos, o el ayatolá Montazerí, conciencia moral y crítica del régimen iraní, por citar dos desaparecidos recientes.