Diario de León
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Opinión | domingo shankly

Tomar café los lunes por la mañana en Ponferrada se había convertido desde hace ya muchos meses en una especie tortura. A veces uno desearía ser sordo para no escuchar el rumor de los lamentos pesimistas que se entrecruzan de un lado a otro de la barra del bar como un látigo atormentador. Ayer, en cambio, ese crujido lastimero se había esfumado como por ensalmo. No se hablaba de Eres, ni de despidos, ni de lo mal que pinta para fulanito o puchunguito. Al otro lado del cristal brillaba un sol reluciente y las miradas hoscas se habían transformado en guiños cómplices, sonrisas amables y camaradería un punto bobalicona.

¿Habría desembarcado Microsoft en El Bayo? ¿Habría caído el bote del Euromillón en La Puebla? ¿Habría quemado Compostilla una tonelada de «María» en lugar de antracita? Mucho mejor que todo eso, señores. Ganó la Deportiva el domingo en Sant Andreu. Y los dos mil legañosos que ayer por la mañana acudieron religiosamente a su trabajo después de poner la piel de gallina a Granero, a Gaspart y hasta a la Moreneta, habían aventado por toda la ciudad ese incienso alegre del fútbol que no sé por qué cuatro idiotas se empeñan en calificar despectivamente como el nuevo opio del pueblo.

Esta ciudad ya necesitaba una alegría que meterse entre pecho y espalda. Y la Deportiva es una anestesia dulce que maldita sea no vuelve tan loca a la gente como para olvidarse de que esta comarca atraviesa por uno de los peores momentos de sus historia contemporánea.

Los dos mil que viajaron 2.000 kilómetros, los diez mil que desbordarán el Toralín y los otros tantos mil que vibrarán con la radio -”aunque no sepan distinguir un fuera de juego de un saque de banda-” se olvidarán seguramente de la crisis el domingo, y el lunes y tal vez el martes si gana su Depor. Como aquel viejo Casale de los cuentos de Fontanarrosa, que tras ser secuestrado por un grupo de jóvenes hinchas del Rosario como amuleto de la buena suerte, se olvidó en el estadio de todos sus infartos para morir finalmente con una sonrisa en la boca tras la victoria de su equipo.

Por estas mañanas, por las que nos quedan por disfrutar:¡Gracias señor Mackay!

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