Una gemela solidaria en Gambia
La tetería Filandón Ciclón de Toral de Merayo abrirá una «franquicia» en la playa africana de Sanyang con la que ayudará a mejorar las condiciones de vida de la zona
La tetería Filandón Ciclón de Toral de Merayo (Ponferrada) no es sólo un lugar donde relajarse sobre una de sus alfombras provenientes de las jaimas de Merzouga -”un pueblo de desierto del Sahara, en Marruecos-” mientras se toma un rico té de naranja, chocolate o sésamo. Detrás de sus telas de colores, esculturas de forja y luces de vela, aguarda un proyecto solidario en Gambia, concretamente en las playas de Sanyang, que arrancó después del viaje que uno de sus propietarios, Javier Alonso, realizara hace tres años en busca de una experiencia distinta, como uno de esos «ritos de paso» en los que uno intenta encontrarse a uno mismo.
Sanyang es un pueblo costero, de cerca de 6.000 habitantes, situado a una media hora en coche desde el Aeropuerto de Banjul -”la capital de Gambia-” y próximo a la frontera con Senegal. Sus playas, casi vírgenes, de arena nacarada y aguas de azul turquesa -”la llaman Playa Paraíso-” no pueden ocultar la pobreza de la zona, el problema del sida y la situación que viven sus mujeres, que empiezan a trabajar a edad muy temprana y también suelen casarse muy jóvenes.
«Llegue a un pueblo llamado Sanyang y nada más llegar conocí a un chico local, Abdou, que me acogió en su casa con su familia», explica Alonso a la agencia Ical, quien reconoce que ese primer «choque» con la cultura africana fue muy duro. «El impacto fue muy fuerte, te ves obligado a bajar a la tierra de golpe». Pero en unos días la perspectiva cambia, subraya, para empezar a aprender «como a pesar de las dificultades son felices y como nosotros, con muy poco, podemos ayudarles mucho».
Ese es el germen del proyecto. En su contacto con los locales, Alonso descubrió que había multitud de maneras de mejorar su calidad de vida y junto con Abdou Fofana, que había heredado de su padre un «garito» en la playa, estudiaron la posibilidad de arreglar ese local para hacer una tetería como la que tenían en Toral de Merayo y restaurante que les permitiera obtener recursos del turismo, que cada vez está más interesado en Gambia como destino, al mismo tiempo que en los terrenos anexos acondicionarían una escuela, un consultorio y otras salas al servicio de la comunidad.
De vuelta a España, Alonso junto con su socio, Javier Beato, decidieron que parte de las ganancias de su tetería berciana se irían para este proyecto y en noviembre ya empezaron a trabajar en el acondicionamiento del local. «Con 100 euros allí se pueden hacer muchísimas cosas, piensa que su sueldo suelen ser unos 18 euros al mes y nosotros compramos un todoterreno allí, de segunda o quinta mano, por 80 euros», explica Alonso.
1397124194 Viajes solidarios . Además de la tetería gemela en Gambia, el proyecto promueve también la realización de viajes solidarios que sirvan a la gente a conocer de cerca la cultura del país, con un trato cercano y estrecho con los locales, al tiempo que pueden participar de la vida de allí y colaborar en diversas tareas, desde ayudar en el arreglo del nuevo local de té a enseñar español -”allí hablan inglés-”. «Cualquiera puede ayudar», señala Alonso.
Por el momento, alrededor de 20 personas ya han colaborado como voluntarios con esta iniciativa en la que Filandón Ciclón pone el alojamiento mientras que el vuelo y la comida corren por cuenta del viajero. «El vuelo pueden ser, dependiendo de la época, unos 500 euros y después vivir allí sale muy barato, un plato de pescado con arroz o una ración de cordero puede costar unos 50 céntimos al cambio», explicó.
Cada viaje va acompañado de un cargamento de medicamentos -”muchos donados por farmacias-”, ropa, material escolar o, incluso, una hacha y una sierra. «No se como les dejaron pasar eso», apuntó sorprendido Alonso, quien también se queja de intromisión de la oenegés que tratan de mediatizar todo tipo de ayuda, como cuando no le dejaron dar a él directamente los medicamentos que llevaba a un hospital.
A finales del año pasado, tres de los cuatro miembros de la expedición -”incluido Alonso-” volvieron con malaria y pasaron dos semanas hospitalizados. Así, en un mes volverán a ir cuatro voluntarios, entre ellos un médico y su hija de nueve años que, según Alonso, «vivirá una de la experiencias más impactantes y más ricas de su vida».
Las niñas de sus ojos. Unas de las cuestiones que más preocupa a los promotores de esta iniciativa es la situación de las mujeres en Gambia, especialmente de las niñas que no pueden ir a la escuela porque desde muy pequeñas tienen que trabajar en el campo y después son casadas muy jóvenes, siendo madres a edades muy tempranas. «Ves a niñas de 15 o 16 años que ya tienen dos o tres hijos», afirma Alonso, quien defiende que es importante incidir en su educación para que aprendan a darse valor a sí mismas, dejando un poco de lado los estrictos roles de género que establece la religión musulmana, mayoritaria en la zona.
Otra voluntaria que ha pasado un mes en Sanyang, Fani Vallés, destaca que aunque al principio las mujeres se muestran serias y distantes «en cuanto te acercas y le hablas, se abren y se ríen contigo». «Les causa risa el vernos con minifalda o, por ejemplo, un día en el mercado una compañera se probó unos pantalones vaqueros por encima de la ropa que llevaba y todas las mujeres empezaron a reírse de ella», recuerda.
La vida en Sanyang tiene un ritmo lento, un lugar donde «alguien va a buscar algo y tarda cinco días», bromea Javier Alonso. No se preocupan por el mañana -”la esperanza media de vida apenas supera los 50 años-”, « tomorrow is tomorrow », dicen en su inglés con acento mandinka (nombre de la tribu más numerosa) y todavía aplauden cuando alguien se da un beso en las películas, por cuya entrada de cine han pagado unos cinco dalasi, unos diez céntimos de euro.