Diario de León

Los últimos doce de Brañuelas

Un grupo de mineros desmantela estos días las galerías de la última gran mina de antracita de la cuenca de Torre del Bierzo. Del interior sólo sale ya chatarra industrial

La docena de mineros del pozo Santa Bárbara de Antracitas de Brañuelas saliendo de la galería.

La docena de mineros del pozo Santa Bárbara de Antracitas de Brañuelas saliendo de la galería.

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MANUEL FÉLIX | TORRE DEL BIERZO
León

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Zurra el sol a la entrada de la bocamina. El verde de las matas de roble parecen masticar los hierros viejos que quedan en la explanada de la casi centenaria Antracitas de Brañuelas. No huele a nada entre tanto polvillo aposentado por el cese de las máquinas. Son más de las tres y media de la tarde y apenas una docena de mineros cumple su turno laboral. Salen con la cara negra del carbón. Pero esta vez, no como han hecho cada día en los últimos años. Dejan la galería con viento de despedida, con mezcla de melancolía, arrastrando un baúl de recuerdos buenos y menos buenos. No sacan carbón y las vagonetas salen llenas de arqueología industrial.

Son los últimos mineros de Brañuelas, los del pozo Santa Bárbara, la última gran explotación de la mítica cuenca de Torre del Bierzo. Es el comando de desmantelación, los -drenaminas-, los que están intentando sacar del interior hasta el último hierro que se pueda para reutilizarlo en otros pozos de Uminsa.

Aquí están cerrando algo así como lo que ha sido su catedral de la nómina durante muchas décadas. Y ahora, en unos días, cuando cuelguen finalmente el cartel de cerrado para siempre a la entrada al pozo, un muro de hormigón sellará casi cien años de historia viva de la minería del Bierzo. Dentro se queda el silencio, la oscuridad y el hueco de una riqueza negra que dio vida a una comarca durante generaciones.

Francisco González es el ingeniero que está al frente de la operación de cierre, el director técnico de Uminsa para el sector Torre. Tiene ya experiencia en el sellado de otras minas. Pero, siempre hay alguna especial, y ésta lo es. Lo es por su dilatada historia y eso, se quiera o no, siempre toca el corazón. Esta mina se cierra porque el yacimiento de las entrañas de esta montaña llegó a su límite.

La galería principal del pozo Santa Bárbara de Antracitas de Brañuelas mide 4,5 kilómetros desde la entrada hasta el tajo final. El plano de inclinación es de 18 grados. Por el camino se bifurca en otras tres grandes galerías horizontales con nombres de mujer (Esperanza, Carmen y Elena). En una de ellas quedaron enterrados cinco mineros, pero se salvaron y la hija de uno de ellos fue la que dio nombre a ese lugar.

Dice Alfonso Presa, con 38 años, 19 de ellos de mina y ahora con categoría de vigilante (vive en Pobladura y es hermano del alcalde de Igüeña), que el primer día que entró en este pozo perdió la noción del espacio y fue víctima de la desorientación. Para entenderlo, comenta el ingeniero que cuando la mina estaba en activo a pleno rendimiento, los mineros tardaban una hora en llegar al frente de arranque del carbón (es casi el mismo tiempo que emplea a diario un trabajador de la pizarra que vive en Ponferrada y tiene que llegar en coche a las canteras de Casaio, en Valdeorras). Desde la bocamina, estos mineros de Torre, subidos a una vagoneta especial, recorrían la galería 20 minutos en tren. Luego -"como quien dice-" hacían transbordo a otro tren interior durante otros cinco minutos por culpa del plano inclinado. Y finalmente aún debían patear entre las tinieblas y la humedad de la mina más de media hora para llegar al tajo principal o destino. Una hora de su trabajo era precisamente llegar al destino de trabajo.

 

El más veterano en activo. Ricardo Álvarez Seara es el minero en activo más veterano de Antracitas de Brañuelas. Es de Torre y vive en Bembibre. Lleva 31 años en esta misma empresa, más de media vida. Tiene ahora 47, está casado y con un hijo. Conoce este pozo como si fuera su hogar. Y como tal, ahora que se cierra, confiesa ese sentimiento que él llama «pena». «Sabía que algún día tenía que llegar a su fin, pero me da mucha pena. Esta mina ha dado de comer a muchas familias, ha sido algo muy importante para esta zona durante muchos años», expresa. A la hora de echar la vista atrás, Ricardo -"que ahora es el que se encarga de la máquina que tira del cable que saca del interior los vagones-" dice que le vienen a la cabeza muchos recuerdos. «Buenos y malos, pero me quedo con los buenos, que son más», puntualiza. Y sobre el futuro Ricardo aboga porque la minería fuera a mejor y durase otros 40 años, aunque siente como propio el cierre de esta mina.

José Morillo Paniagua es otro de los veteranos en activo de Brañuelas. Su tarjeta laboral de presentación tiene 25 años de mina, todos en la que ahora cierra. Pertenece al grupo de los que llaman «los autóctonos», porque no conoce otra explotación minera que esta de Torre del Bierzo, el mismo pueblo que le vio nacer, aunque vive en Albares. Lleva un casco de minero y el resto de la iconografía propia, pero hay algo en él que le da un aire de intelectual, y son sus gafas a lo Woody Allen. La jubilación casi le pilla en esta mina que se cierra. Dejará el tajo en diciembre del 2012, pero será ya en otro pozo de Uminsa, bien en el de Salgueiro, o bien en el de Santa Cruz, los dos entre los que se repartirán los 90 trabajadores de la finiquitada Brañuelas.

Al preguntarle por su sentimiento ante este cierre irremediable, Morillo no se muerde la lengua sentimental: «¡Me duele, joder! Sabíamos que iba a pasar, pero son muchos años aquí, muchos recuerdos. Esto es como mi casa. Mi padre también trabajó aquí 33 años, desde 1964 a 1997». Entró con 20 años en esta mina y aunque pesan más los buenos momentos, también los hubo malos, como los tres accidentes mortales que están en su cabeza. Incluso los sitúa de memoria en cada año tras el primero en 1988.

José Guerrero uno de los últimos mineros contratados en Antracitas de Brañuelas. Lleva apenas cuatro años en este pozo y no le ha cogido por sorpresa el cierre: «Cuando yo entré en el grupo, hace cuatro años, había 180 trabajadores y antes del ERE ya se había reducido a la mitad. Además, al ser una explotación tan antigua, las capas ya quedaban muy lejos. Nosotros tardábamos hora y cuarto en llegar al tajo, y otro tanto de regreso, con lo que la jornada de siete horas se quedaba en apenas cuatro de producción y eso no puede ser rentable de ningún modo. Era previsible el cierre», zanja.

El alcalde de Torre del Bierzo, Manuel Merayo, se sumaba al pesar generalizado por el cierre de otra explotación minera en el municipio. «Sentimentalmente produce una gran tristeza, como cuando la casa en la que naciste queda en ruinas», explica el regidor municipal. Pero aún tiene esperanzas para el futuro del carbón. «Si Alemania decreta un parón nuclear, hasta que las energías alternativas puedan sustituir esa producción, la propia Alemania, que cuenta con grandes yacimientos de carbón, echará mano del carbón, y nosotros reclamaremos una política sensata», concluye.

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