El Obispado ha restaurado la iglesia del XVII y ahora falta el retablo
Los que no han pleiteado con Uminsa también cuentan con daños en sus casas y el sentimiento de cabreo brota a poco que se le pregunte por la situación pasada y actual. Santiago Alonso Álvarez es uno de ellos, pero optó por no poner su caso en manos de la Justicia. «Yo no me metí en abogados porque no podía, no tenía dinero, pero mi casa sigue repisando; las puertas están descuadradas y hay rajas por varios sitios que se pueden ver», dice con cara de cierta resignación.
El campanero y la sacristana. Andrés Gundín Guerrero tiene 85 años, pero aparenta diez menos. A su edad es el que voltea las campanas de la iglesia de Santa Eulalia cuando hay entierro o fiesta. Trabajó 25 años en las minas y una de ellas fue precisamente la que está debajo del pueblo, en las capas Perdiz y Bienhallada. Es de los que cobró por los daños y enseña la reparación efectuada en la iglesia del pueblo, junto con la ama de llaves. María Díaz Rodríguez, casi a modo de queja de sacristana, explica la intervención hecha con la indemnización: «Han arreglado todo menos el retablo, pero la mina sigue tirando y en mi casa pueden hacerle fotos a las grietas si quieren».