San Miguel recupera vocación
Después de 30 años sin celebraciones, sor Hortensia profesa los votos perpetuos.
Hacía ya casi tres décadas que la iglesia del monasterio de San Miguel de las Dueñas no acogía la celebración de una profesión solemne, en la que la hermana que confirma los votos se convierte definitivamente en un miembro de la comunidad cisterciense. El templo se llenó ayer para ver cómo Hortensia Fernández Solano, de 38 años, tras hacer el noviciado y el postulado y profesar los votos simples hace seis años hacía ayer juramento de pobreza, castidad y obediencia, como manda la regla de San Benito que rige su orden.
Sor Hortensia había confirmado sus votos simples hace seis años y ayer dio el último paso para integrarse definitivamente en su comunidad religiosa. «Ahora, si quisiera abandonar la orden cisterciense debería acudir a la Santa Sede», explicó la abadesa del monasterio de San Miguel de las Dueñas, sor Corazón.
Postrándose en tierra ante el altar, la hermana del císter imploró la aceptación a Dios, pidió su ayuda y prometió vivir bajo sus mandamientos. Durante la celebración de ayer, sor Hortensia cambio su velo blanco por el negro, después de que sus hermanas le impusieran la cogulla, vestimenta que representa la caridad y que cubre todo el cuerpo de la ya nueva monja. Tras la bendición solemne y con su nuevo hábito, ante la mirada de todos los asistentes a la ceremonia religiosa, sor Hortensia fue abrazada por todas las integrantes de la orden.
Actualmente residen en el monasterio berciano 21 religiosas y sor Hortensia se sitúa entre las más jóvenes, a excepción de dos postulantes de origen africano —de 32 y 33 años— que actualmente también conviven en el convento de clausura. La mayor de las integrantes de esta congregación alcanza ya los 92 años y la media de edad supera los 50. «Las vocaciones han ido cayendo poco a poco, antes cada mes entraba una nueva», explicó la abadesa. Sor Corazón achaca la caída de las vocaciones religiosas a los cambios sociales: «Las familias ya no tienen tantos hijos y la fe ha caído. Además, el bienestar ha hecho a la sociedad más cómoda, lo que hace que se acuerde menos de Dios y que sólo recurra a Él cuando lo necesita».
La hermana Hortensia no ha tenido que renunciar a su nombre bautismal como antiguamente hacían las monjas de clausura, «por la complejidad que implica después en los trámites burocráticos». La congregación religiosa lleva una vida ordenada que comienza a las 4.45 horas de la madrugada con las vigilias. «Trabajamos la porcelana y mantenemos el convento, atendemos la tienda y hacemos algunos dulces, que es de lo que vivimos», explicó sor Corazón, que recordó que las máquinas de la fábrica Teleno, con las que elaboraban lencería, «siguen paradas». A las 21.30 horas, las 21 hermanas del monasterio de San Miguel se acuestan, tras una jornada de rezos y trabajos que volverá a repetirse al día siguiente.