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Las cuatro fechas del hijo del Turco

Nació el día que terminó la guerra. Recuerda, claro, el día que se casó y el que entró en Roldán. Y no puede olvidar que estaba en el Congreso el 23-F. La Fele homenajea hoy a Manuel Ángel Fernández Arias.

un mitín durante la campaña electoral de 1977

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CARLOS FIDALGO | PONFERRADA
Ponferrada

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«No quise salir hasta que no terminó la guerra», bromea Manuel Ángel Fernández Arias, que nació el 1 de abril de 1939, mientras callaban las armas y Franco firmaba su último y más famoso parte de operaciones. El hijo del dueño del desaparecido bar El Turco, que ocupaba lo que hoy es el salón de sesiones del Ayuntamiento de Ponferrada, vino al mundo en el hospital de El Ferrol porque su madre, Joaquina Arias no quería que el parto tuviera lugar en casa, donde ya había perdido a su primer hijo. Y después de una vida dedicada a la política —como teniente de alcalde en los años de Luis García Ojeda y como diputado de la UCD en el Madrid de la Transición— y a la empresa —como directivo de Aceros Roldán — recibirá esta noche el homenaje de la Federación Leonesa de Empresarios (Fele), que presidió en el Bierzo entre 1998 y el 2003, y de la Cámara de Comercio de León. Será a las 21.00 horas, en el restaurante del Hotel Ponferrada Plaza, cuando los dos mundos a los que ha pertenecido, y la familia y los amigos, premien su trayectoria pública y profesional y su talante conciliador.

Fernández Arias debió aprender mucho de su padre, Lisardo Fernández, y del ambiente del viejo bar El Turco, donde después de la guerra, asegura que la gente hablaba sin ira y en la barra y en las mesas se mezclaban clientes de distinto pelaje. «Tuve la suerte por el bar de mi padre de conocer a todas aquellas personas que habían sido alcaldes de la ciudad antes y durante la República, a muchísima gente de una gran valía, de una gran educación y una gran cultura. Fue un segundo colegio para mí», afirma. Y no puede evitar hacer una comparación con la situación actual, donde sólo ve división. «A parte de jugar las partidas, en los bares se hablaba muchísimo. Eran gente de todas las ideas y se llevaban maravillosamente bien. Cuando uno palpa aquello y veo el ambiente actual, no puedo dar crédito a que esté sucediendo algo que los que vivieron la guerra ya habían rechazado».

Arias tiene un buen recuerdo de aquellos días de infancia. «Yo era un niño eléctrico», asegura para rememorar su paso por el colegio donde estudió hasta los ocho años. «No tengo ningún trauma de mi paso por las monjas Concepcionistas», dice, aún reconociendo que en aquellos años era «muy especial».

La Escuela de Minas de León y Roldán —comenzó a trabajar en el laboratorio de la acería el 29 de diciembre de 1958 — le abrieron el camino del mundo laboral. Y Luis García Ojeda, el alcalde que construyó el segundo puente de Ponferrada en los años 70, las del Ayuntamiento, donde fue teniente de alcalde.

Antes se había casado con Chefi, como le gusta llamar a su esposa, —y el 1 de octubre de 1964 es la tercera fecha que no le cuesta nada recordar— con la que ha tenido tres hijos. Y un segundo hijo, asegura, fue él para García Ojeda, «una bellísima persona, incapaz de hacerle mal a nadie», dice del histórico alcalde, otro hombre del que aprendió mucho. «Yo era su fiel escudero y él era como si fuera mi segundo padre», afirma.

A García Ojeda, Ponferrada le recuerda por el puente junto al castillo, que en el momento de su construcción creo cierta polémica. «Era gobernador don Luis Ameijide y unos días antes de la inauguración, pasó por aquí Pons-Sorolla, arquitecto de la primera reforma de la plaza del Ayuntamiento, y al ver el puente, fue al Ayuntamiento. Yo estaba haciendo de alcalde y como no me cogió allí, se marchó directamente a León y se quejó a Ameijide de la barbaridad que le habíamos hecho al castillo con el puente». Fernández Arias tuvo que ponerse al teléfono y tranquilizar al gobernador. «Le dije que como iba a venir a la inauguración en unos días, vería que el castillo había ganado». Y así fue.

Y del Ayuntamiento dio el salto a la política nacional entre 1977 y diciembre de 1982, como diputado de la Unión de Centro Democrático (UCD). En el Congreso, vivió los años de la Transición, la legalización del Partido Comunista, los Pactos de la Moncloa y sobre todo, el intento de golpe de Estado de Tejero y una cuarta fecha de su vida, 23 de febrero de 1981, que está grabada a fuego en la historia de España.

«Un ordenanza subió corriendo por las escaleras, diciendo ‘¡gente con armas!, gente con armas!’. Yo pensé que unos comandos de ETA habían entrando en el Parlamento a jugarse el tipo. Y cuando vi entrar a la Guardia Civil en el salón de sesiones, dije una frase que me la han recordado muchas veces: ‘la Guardia Civil no son asesinos’». La Guardia Civil, asegura «siempre ha sabido estar con el Gobierno que fuera y tuviera las ideas que tuviera».

Aquella tarde, la radio escondida de un diputado canario les prestó un gran servicio porque les permitió saber que el golpe no triunfaba. Arias aprovechaba los paseos al baño para tranquilizar al ministro Martín Villa. «Me acuerdo que Felipe González me preguntó: ‘pero Manuel Ángel, ¿eso que nos estás contando es verdad?». Y lo era.

De aquellas horas recuerda además al líder golpista jugando con los taquígrafos. «Tejero era un cantamañanas», dice. Y el golpe, añade, «fue una vacuna para todo el mundo», porque «algunos querían hacer más cosas de las que se podían hacer. Y en una Transición hay que sujetar todos los cabos».