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Rescatan las memorias del primer alcalde republicano de Ponferrada

Francisco Puente Falagán.

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CARLOS FIDALGO | PONFERRADA
Ponferrada

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Fue el primer alcalde de Ponferrada durante la Segunda República, no le importó enfrentarse al poder fáctico de la antigua Minero Siderúrgica de Ponferrada (MSP) para ordenar el urbanismo de la ciudad, y al de la Iglesia cuando convirtió el cementerio en propiedad municipal, pero tuvo que dejar el Ayuntamiento después de un año de tarea para defenderse de una falsa acusación de malversación de fondos de la que finalmente resultó absuelto. Francisco Puente Falagán (1897-1973), autodictada, socialista moderado, hombre íntegro en un periodo convulso y ciego desde los 40 años debido a una enfermedad degenerativa, dictó sus memorias a sus hijos y a sus nietos al final de su vida para salir al paso de las calumnias que le marca. Su testimonio mecanografiado, que ha permanecido medio siglo en un sótano, sale ahora a la luz en una edición de Helena Fidalgo Robleda, autora también del prólogo, que publica la editorial leonesa Lobo Sapiens.

«Quiso llevar el Ayuntamiento de una forma tan honrada que los poderes económicos de la época fueron a por él», contaba ayer Fidalgo de Francisco Puente, un hombre del que ni siquiera se acordaron sus compañeros de militancia en el PSOE cuando los socialistas gobernaron la ciudad durante 16 años y cuya figura comenzó a recuperarse en el año 2008, con la biografía que la propia Fidalgo publicó en la colección de la Fundación Pedro Álvarez Osorio.

Las memorias del ex alcalde, maestro cantero de profesión, vendedor de máquinas de coser, fundador de las primeras asociaciones obreras de la comarca y de la Agrupación Socialista del Bierzo abarcan su infancia y su juventud, su época de alcalde y los años de la Segunda República. Pero se interrumpen abruptamente en vísperas de la Guerra Civil. «No sabemos si dejó de dictar o se han perdido», explica la editora del libro.

Sí se sabe que a Puente, al que no restituyeron en el cargo cuando resultó absuelto de la acusación de malversación —ni los alcaldes ni los concejales recibían entonces ninguna remuneración y le reprocharon que le pasarle al consistorio la factura de un viaje a un congreso municipalista— le ofrecieron volver a su puesto pocas semanas antes del estallido de la guerra, en plena crisis del Frente Popular local. Pero lo rechazó. En su lugar nombraron a Juan García Arias y Puente le aconsejó que no aceptara un ofrecimiento envenenado. «No me voy a dejar manipular», cuenta Fidalgo que le respondió el último regidor republicano de la ciudad al primero. Semanas después, comenzaba la guerra y Puente se enteraba de que a su amigo lo habían fusilado.

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