La efeméride Los festejos de hace un siglo
Cien años del vuelo de Garnier...
Las Fiestas de La Encina de 1913 incluyeron una exhibición aérea del «intrépido, inteligente y cien veces laureado piloto» Léonce Garnier con su primitivo Blériot XI.
Se llamaba Léonce Garnier, fue el primer hombre que voló sobre los cielos de Canarias, de Pontevedra, de Pamplona, de otras ciudades del norte de España como San Sebastián, donde estaba afincado, o Gijón. Y el segundo que lo hizo en Ponferrada.
Ocurrió en las fiestas de La Encina de hace justo un siglo. Garnier, un francés de 32 años que había aprendido a pilotar un aeroplano de forma autodidacta y que incluso se había fabricado sus propios aparatos, fue la estrella del programa festivo de aquel año de 1913, que no escatimaba elogios para el pionero del aire y que incluía una ilustración de su frágil Blériot XI como reclamo de portada.
«A las cuatro de la tarde, se verificará en amplísimo y bien preparado campo la más notable de las Fiestas de Aviación en la que el intrépido, inteligente y cien veces laureado piloto, señor Garnier verificará sorprendentes vuelos de altura, velocidad y planeo en un programa especial que se dará a conocer al público», anunciaba con el lenguaje pomposo de la época el folleto de las fiestas de hace cien años que todavía conserva en su casa de Ponferrada Jesús Courel.
El programa de aquel año incluían un concurso de tiro de pichón, conciertos de la Banda Municipal, de la Banda del Regimiento de Burgos, letanías a la Virgen, bailes en la plaza de La Encina, «elevación de globos de ridículas formas» en el paseo de Cantón Grande, o el lanzamiento de fuegos artificiales bajo la dirección del «invicto pirotécnico míster Mauriz», Pero sin duda, «las Fiestas de la Aviación», previstas para el día 11 de septiembre, eran el plato fuerte de las celebraciones.
Garantizar la seguridad
Y había que garantizar la seguridad, porque sólo un año antes, otro aviador francés apellidado Lacombe había dejado un rastro de «diez heridos y ocho contusionados» cuando un ala de su aeroplano alcanzó a un grupo de espectadores que asistían a la primera exhibición aérea que se celebraba en Ponferrada, en la pradera del Campo de la Cruz, según explica el historiador Miguel Jota García. «Cuantas medidas sean necesarias para asegurar el orden y brillantez del festejo serán tomadas por las autoridades, pudiendo el público tener la creencia de que este número del programa le será agradabilísimo», decía el programa de las fiestas de 1913.
Diez años después del vuelo de los hermanos Wright, elevarse sobre el suelo en un aparato a motor continuaba siendo algo extraordinario para la mentalidad popular y los programas de las fiestas patronales de las ciudades más afamadas solían incluir exhibiciones aéreas para dejar a los vecinos boquiabiertos.
Lío en Pontevedra y Vigo
Así obtenían ingresos pilotos como Léonce Garnier, que había participado con su Blériot XI en las fiestas de Begoña de Gijón, o en las de La Peregrina de Pontevedra, donde el Ayuntamiento había pugnado en 1911 con el de Vigo en una carrera por contratar al piloto que obligó a intervenir al gobernador civil y que incluso provocó manifestaciones de protesta y la dimisión del gobierno local en la ciudad perdedora.
El piloto francés llegó a Ponferrada en septiembre de 1913 después de haber volado aquel mismo año sobre Las Palmas de Gran Canaria y Tenerife a los mandos del mismo modelo de avión con el que su compatriota Blériot había cruzado por primera vez el Canal de la Mancha.
Si las crónicas de la época hablaban de que Garnier había protagonizado en Pontevedra arriesgados descensos sobre los vecinos que hicieron «sentir el escalofrío de las grandes catástrofes», dos años después en Ponferrada, y vistos los antecedentes de Lacombe, debió mostrarse más cauto porque ninguno de los documentos sobre aquella exhibición que ha consultado Miguel Jota menciona que hubiera problemas. El único que se quejó, eso sí, fue un vecino de San Lorenzo que reclamó al Ayuntamiento 50 pesetas de compensación porque el público, expectante, había «apisonado» dos fincas de su propiedad. Pero el Ayuntamiento no le dio nada.