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Tres corderos y un sola ubre

Un pastor de Priaranza alimenta con biberón a las camadas de una oveja con un solo teto que ha parido 18 crías en tres años .

‘Pepín’ Carrera y su nieto Luis Jorge, ayer con la oveja y los tres corderos de su última camada.

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C. F. C. | PONFERRADA
Ponferrada

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Pepín Carrera tiene 88 años, una huerta en Priaranza del Bierzo y un cobertizo donde cría cerdos, gallinas y guarda un rebaño de ovejas con una churra muy especial. La llama la Pinta y ha parido 18 corderos, a razón de tres por camada, en poco más de tres años de vida. la Pinta es un tesoro que siempre está gestando —las ovejas están preñadas durante 19 semanas y suelen alumbrar una única cría—, pero también un dolor de cabeza para Pepín desde que perdió una de las dos ubres en el primer parto.

Desde entonces, la rutina de Pepín siempre es la misma. Cada mañana se levanta temprano, prepara tres biberones de leche con azúcar y ayuda a la Pinta a alimentar a sus crías. La operación se repite al mediodía y a la noche.

«Sólo hay un teto para tres bocas y va poniendo a los corderos por turnos. Pero como la oveja está muy débil tiene que ayudarla con los biberones», explicaba ayer su hijo Valentín, después de que el abuelo ‘Pepín’, que siempre ha vivido en Priaranza, y su nieto Luis Jorge mostraran a este periódico los tres últimos corderos que ha parido.

El de la Pinta es un ejemplo de fertilidad, porque no pasan quince días y ya vuelve a estar preñada. «Una buena oveja puede llegar a parir tres corderos y hacerlo tres veces cada dos años, pero lo de La Pinta lo supera», asegura Valentín Carrera, sorprendido por la naturaleza excepcional de la oveja churra de su padre.

Es una cuestión de buenos genes, porque la reina del establo come cebada y pienso natural, cuenta Luis Jorge, orgulloso del trabajo de su abuelo. Porque a sus 88 años, José Francisco Pepín Carrera, no sólo se encarga de engordar a sus cerdos o trabajar la huerta, desde que la Pinta se hizo adulta, apenas ha tenido intervalos de descanso con el biberón. «Y son nueve biberones diarios, desayuno, comida y cena», recuerda su hijo Valentín.

Será que los genes de Pepín , acostumbrado a una vida de trabajo en el campo, tampoco tienen nada que envidiarle a los de su oveja.