¿Y qué fue de los encerrados?

Seis de los ocho mineros que se encerraron en el pozo Mariángela en 1994 viven en la actualidad. Pero ninguno trabaja en el sector del carbón. Carlos Do Santos Seijas lo hace en una explotación de pizarra en La Cabrera. Manuel Ruiz Frechiya vende pollos con su hermano, según cuenta Melchor Moreno, Esteban Fernández, José Antonio González Pardal y José Luis Morán están jubilados, y José Luis Moreno, que todavía reside en Santa Marina, como Pardal , trabaja en conservación de carreteras.

«Brindamos con champán, era hora de salir, no le aconsejo esto a nadie», decía en la boca de la mina el líder de todos ellos, Marino Jardino, la mañana del 25 de noviembre en que salieron del pozo. Jardino acabó trabajando en Carbones El Túnel, la empresa que Luis Rayo explotaba en Cerezal de Tremor. Pero el 26 de julio de 1999 perdía la vida a los 31 años después de sufrir la caída de un pequeño costero en la cabeza, mientras trabajaba a 400 metros de profundidad. El golpe, contaba Diario de León, ni siquiera le dañó el casco, pero le alcanzó en la sien de forma fatal.

Y Joaquín Augusto Castro Quintero no murió en la mina, sino en un accidente de tráfico a la entrada de Bembibre, «dos o tres años después del encierro», cuenta Melchor Moreno, que ayer acompañó a José Antonio González Pardal en una emotiva visita a la exposición con las crónicas del encierro que reflejaron los periódicos. «Los seis mineros de Virgilio Riesco S.A. que resistían ‘enterrados’ a 220 metros de profundidad en el pozo Mariángela de Santa Marina de Torre volvieron a ver ayer el azul del cielo después de 30 días de cautiverio», arrancaba la de Diario de León.