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PATRIMONIO

Ponferrada rescata la ermita de Escayos

El Ayuntamiento pone en valor las ruinas del templo de origen prerrománico después de un siglo de abandono

Los restos de la ermita están entre Manzanedo de Valdueza y el molino de San Juan, en el Oza

Ponferrada

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Citada en el testamento de San Genadio en el siglo X, parroquia de la antigua aldea de Valdescayos, ya desaparecida, y a medio camino entre Manzanedo de Valdueza y el molino de San Juan, en el Oza, las ruinas de la milenaria ermita de Santa María de Escayos acaban de liberarse del abrazo de la maleza y de dos siglos de abandono gracias a una intervención del Ayuntamiento de Ponferrada y la Fundación Pedro Álvarez Osorio, que se han encargado en los últimos días de desbrozar su entorno y consolidar sus muros. Lo que queda del templo de estilo prerrománico —la última voluntad del obispo San Genadio, reedificador del Monasterio de San Pedro de Montes, está escrita en un documento del año 915— cuenta además con una señalización desde Manzanedo y desde la carretera de Peñalba en el cruce de San Juan del Tejo para que los visitantes atraídos por el Valle del Silencio también sepan de la existencia de la antigua ermita.

El templo, de planta basilical y erigido en mampostería de equisto, toma su nombre de la palabra con la que se llamaba en la zona a una planta espinosa, o bien al terreno yermo que se recuperaba para el cultivo y pudo tener el obispo San Genadio su fundador, según explicó ayer el Ayuntamiento en una nota, porque en su testamento donaba el templo al vecino Monasterio de San Pedro de Montes. A principios del siglo XII, la ermita se unió a la iglesia de San Pedro Villarino, también en Manzanedo, para formar una única parroquia y alternar los oficios religiosos en los dos templos.

Con la despoblación de los pueblos de Valdescayos y de La Cisterna en la Edad Moderna —de esta época datan los restos que se conservan— la iglesia se mantuvo como ermita de Manzanedo hasta que a finales del siglo XIX o principios del XX se abandonó definitivamente. Parte de sus muros se usaron en la década de los cincuenta para rellenar el camino de Manzanedo a San Juan, de ahí que ya no quede nada de la fábrica de los pies de la iglesia ni de su portada.

A pesar de todo, hoy aún se aprecia la cabecera de bóveda de cañón, estrecha, y la nave rectangular, sin techumbre.