ANIVERSARIO DEL ESCRITOR
El verdadero retrato de Gil y Carrasco
Aparece una vieja fotografía del escritor que avala la hipótesis de que se hizo un daguerrotipo al final de su vida
Tiene aspecto avejentado, los pómulos hundidos y un gesto demacrado que no encaja bien con sus 29 años. El verdadero rostro de Enrique Gil y Carrasco revela las huellas de la tuberculosis que poco a poco le iba robando la vida y que finalmente le llevó a la muerte un 22 de febrero de 1846 en Berlín, sin haber cumplido los 31 años de edad. La imagen, desconocida hasta ahora fuera del ámbito de la familia Casasola —descendientes de la madrina del escritor, Petra Carrasco— y de algún vecino del casco antiguo de Ponferrada, avala la hipótesis de que Gil llegó a hacerse un daguerrotipo hacia el final de su vida, como ya adelantaba el profesor Jean-Louis Picoche en su famosa tesis sobre el autor.
La familia Gil-Robles, contaba Picoche, conservó durante mucho tiempo un original que se ha perdido. Y de la misma forma, la familia Casasola, según han transmitido al autor de este texto, guardó hasta hace unos años en su álbum familiar una copia en papel montado sobre cartón que bien pudiera haber realizado un fotógrafo experto a partir del daguerrotipo original y que Leonor Casasola, ya fallecida, cedió hará unos veinte años a un coleccionista. Los Casasola, que tienen entre sus ancestros al músico Julio Casasola, fundador de la Banda de Música de Ponferrada, conservan, sin embargo, una reproducción más moderna en papel fotográfico, extraída de la foto antigua de su álbum familiar, que ahora publica Diario de León y que hoy se proyectará en el transcurso del Congreso Internacional sobre el escritor romántico.
No está claro en qué momento llegó a hacerse Gil y Carrasco un daguerrotipo, pero Raquel Pérez Valle, autor de una tesina sobre la faceta del escritor como crítico teatral y aficionada la fotografía antigua, cree posible que el autor de El Señor de Bembibre aprovechara su escala en Barcelona, donde se embarcó hacia Marsella al comienzo de su último viaje a Berlín en 1844, para visitar alguno de los gabinetes donde por 40, 50 o 60 reales, según anunciaban los periódicos de la época, cualquiera podía retratarse si tenía la paciencia de mantener la compostura.
En cualquier caso, en vista de las similitudes que presenta la vieja fotografía con el fotomontaje que Arturo González Nieto, elaboró en 1924 por encargo de la Diputación —según ha contrastado la investigadora María Regina Ramón— y con el cuadro que el pintor José Romero realizó en torno a 1934, no es descabellado pensar que la imagen de Gil y Carrasco demacrado y avejentado por la enfermedad está en el origen de todas las representaciones posteriores, y más idealizadas, del escritor.