Diario de León

Un puntal económico que se apaga

A punto de cumplir 33 años, la central térmica de Anllares entra en fase terminal con tope en 2023. Alrededor de 3.000 personas trabajaron durante casi tres años en su construcción. A sus pies florecieron numerosos negocios de comidas y alojamiento. Fue «la salvación» del municipio, según recuerda el que era alcalde de Páramo entre 1979 y 1983. «No había ni un metro cuadrado de asfalto», pone de ejemplo

Fase inicial de la construcción de la central, en 1980.

Fase inicial de la construcción de la central, en 1980.

Ponferrada

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En noviembre de 1978 el Ministerio de Industria autorizó su construcción y menos de un año después las obras ya estaban en marcha. Fue en diciembre de 1982 cuando se acopló a la red eléctrica con un único grupo estándar de 350 megawatios y supuso «la salvación» del municipio, según defiende el que por aquel entonces —entre 1979 y 1983— era alcalde socialista de Páramo del Sil, Nemesio González. Hoy, la central térmica de Anllares está en fase terminal. Poco más de siete años la separan del final de un recorrido que ha marcado la historia del territorio en el que echó raíces, punto intermedio entre las explotaciones mineras del Bierzo, Laciana y Cerredo; en una zona mesetaria ideal para su construcción. La decisión de Unión Fenosa de mantener vinculada esta instalación térmica al plan de 17.500 horas y las exigencias en materia ambiental la condenan al apagón —como fecha tope— en 2023, cuando ya habrá superado las cuatro décadas de historia. Sólo un giro de los acontecimientos y una apuesta decidida del Gobierno de España por el carbón podrían ser su tabla de salvación cuando llegue el momento de desconectarla.

Con su adiós, Páramo también se despide de una época dorada en la que pasó de la tierra al asfalto, de la oscuridad a la luz eléctrica y vivió un ‘boom’ sin precedentes. Casas de comidas, alojamientos y negocios florecieron a los pies de la central, en toda la contorna, desde el barrio de La Estación hasta Palacios del Sil, pasando por Sorbeda, Argayo, Páramo, Anllares o Anllarinos. Había para todos. Y es que hasta 3.000 personas trabajaron durante prácticamente tres años en su construcción, muchas de ellas procedentes de Galicia. Una vez en marcha, la plantilla fija llegó a estar integrada por más de 140 personas dependientes de la empresa eléctrica y en torno a un centenar de las contratas. Hoy quedan en la central 85 operarios de Gas Natural Fenosa y 60 de empresas subcontratadas. Es, sin ninguna duda, el puntal económico de Páramo y una importante fuente de ingresos para el Ayuntamiento. Son los impuestos derivados de su actividad los que le permiten a este municipio cerrar cada año con superávit.

El ex alcalde Nemesio González recuerda bien como era el municipio por aquel entonces. «No había ni un metro cuadrado de asfalto, ni alumbrado público en todos los pueblos. El cambio fue absoluto, total, y todo el dinero salió de Anllares. Páramo no era nada, fue Fenosa quien permitió a los pueblos salir adelante», asegura, convencido de que sin la central, el propio pueblo de Anllares habría desaparecido. «La central ayudó mucho y sigue haciéndolo. Muchos negocios se mantuvieron durante años vinculados a su actividad», añade, poniendo como ejemplo de su importancia una instalación pública tan vital como el colegio. «El Ayuntamiento no hubiera podido mantenerlo de no ser por el dinero que recibía de Fenosa. Costaba un millón de pesetas al año por aquel entonces». Y como antes, ahora, ya que Páramo costea el mantenimiento de numerosos edificios públicos que integran su red de servicios (colegios, polideportivo, edificio de usos múltiples, piscinas climatizadas...).

Y eso que inicialmente la central no había sido diseñada para Anllares. «Iban a ponerla en Degaña, porque Fenosa era dueña de las minas de Coto Cortés, pero aquello era un pozo y entonces encontraron este terreno, del que ya había comprado Endesa la mitad», recuerda el que fue regidor de Páramo en aquellos años. Se construyó un único grupo térmico, pero durante un tiempo estuvo sobre la mesa el proyecto de otro que nunca se materializó.

Es la historia de una central que se apaga y con ella la certeza de futuro para un municipio sin más industria que alguna explotación de pizarra y canteras. «Sin las minas ni la central, aquí no queda nada», se lamenta el ex alcalde, que aún se resiste a creer que el final sea definitivo. Por delante le quedan todavía algo más de siete años de descuento.

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