El señor de Bembibre y la muerte de Franco
Luciano Berriatúa dirigió en 1975 la única versión cinematográfica de la obra más conocida de Gil y Carrasco, del que se viven los últimos estertores de su Año Romántico.
Cuando descolgué el teléfono me soltó de sopetón: ¿Conoces la novela de Gil y Carrasco? Le respondí, sin vacilar: ¡Claro!, y encantado de rodarla. Sin embargo, era mentira. No la conocía. Se la compró esa misma noche en un local nocturno madrileño, donde se encontraba casi de todo. Y se la leyó de un tirón. El encargo era de Fernando Méndez Leite a Luciano Berriatúa. Se trataba de dirigir ‘El Señor de Bembibre’ para Televisión Española.
Después de cuarenta años, Luciano Berriatúa se enfrenta a los recuerdos del que fue su segundo largometraje. Le encargaron la película en 1975 y tras 12 días de rodaje por El Bierzo, Asturias y Galicia, entregó a la cadena la única versión cinematográfica conocida de esta novela romántica. Al terminar de leerla, se le cayó el alma a los pies: «Me pareció una porquería. Un bodrio pseudohistórico, copia de Ivanhoe a la española, muy cursi y melodramática... Bueno, tampoco estaba tan mal, pero en ese momento me deprimió el hecho de caer en una trampa al aceptar el encargo, solo por el hecho de afianzar mi carrera como director». Lo que destaca como valioso en la novela son sus aspectos autobiográficos, la sinceridad con la que el autor traslada a la literatura su tortuosa vida.
Luciano Berriatúa (Madrid, 1949), había trabajado en varios proyectos cinematográficos, hasta que en 1974 comienza a rodar su primer largometraje: ‘El Buscón’ (1979), basado en la novela de Quevedo, con actores como Juan Diego, Ana Belén o Francisco Rabal. La película tuvo muchos problemas con la censura. En plena época del ‘destape’, los clásicos de la literatura servían a mayor gloria de los cuerpos serranos de entonces. «Los distribuidores me amenazaron. Tenía que meter desnudos en la película o me la comía con patatas porque jamás llegaría a las salas». Luciano cedió a las presiones de la carne (la película era producida en cooperativa) y en 1975 rodó nuevas escenas con destape «que me garantizaron el estreno de la película aunque la desvirtuaron». Méndez Leite conocía su trabajo y le entrevistó para un programa de televisión. Pensó en él para el proyecto del Señor de Bembibre, ya que nadie quería rodarlo, con guión de su amigo José Luis Cuerda, enmarcado en la exitosa serie de televisión Cuentos y leyendas (1974-76), cuando Adolfo Suárez era director del ente público.
Si la obra le había gustado poco, «el guion era una locura», dice. En la estela de Ciudadano Kane, Cuerda complicaba la trama argumental con idas y venidas en el tiempo que ni el mismo Gil hubiera entendido la sencilla trama de su obra. Así la resumía Inma de Santis (actriz que encarnó a doña Beatriz Ossorio) en una entrevista de la época: «Ella está enamorada de un señor, pero que es templario y sus padres se oponen a esa unión, y la casan con otro». Mejor imposible.
Tras la adaptación de Berriatúa, y una vez superados los recelos al proyecto de Pilar Miró —a la que asustaban los costes que pudieran suponer rodajes en exteriores y, sobre todo, las batallas— el equipo comenzó a rodar en julio de 1975. Fueron dos semanas intensas, con un equipo de unas 40 personas, en escenarios naturales como O Cebreiro (Lugo) y la iglesia de Santa Cristina de Lena, los lagos de Covadonga o los bosques de Valdedios, en Asturias. En tierras bercianas rodaron en el castillo de Ponferrada y en el monasterio de Carracedo. En las Médulas quiso filmar algunas escenas, pero no fue aceptado por los productores de Televisión. Y no porque el sitio fuera feo, ni porque careciera de gestión unificada.
La película se rodó en 16 mm., «con mucho sentido del humor» que nadie entendió. Incluso en la puesta en escena donde el director imitó la estética de las películas medievales, en aquel tecnicolor del Hollywood de los años cincuenta. A Berriatúa le gustaba inspirarse en los códices medievales para su escenografía. Cuidaba al detalle el vestuario, mucho del cual se hizo exclusivamente para la película por Hermanos Peris, en particular los trajes de templarios. En ella trabajaron Emma Cohen, Inma de Santis, Miguel Arribas, Quino Pueyo, Félix Rotateta y William Layton, gran maestre de la Orden que grabó sus diálogos en inglés. Recuerda como anécdota que Félix Rotaeta, interprete del malvado conde de Lemos, no montaba a caballo. En la toma que aparece éste en el puente de Cangas de Onis, con el agravante de llevar un halcón en el brazo, Quino Pueyo está debajo del equino, para sujetar y calmar al animal. El actor estaba muerto de miedo y, en una de estas, el halcón se escapó. Todo el equipo lo estuvo persiguiendo durante horas por los tejados del pueblo, hasta que consiguieron atraparlo.
La película se estrenó ese mismo año en Televisión Española. A Pilar Miró le gustó la solución que Luciano Berriatúa empleó para la batalla entre las huestes del conde de Lemos y los Templarios. Un charco frente al castillo de Ponferrada, teñido de rojo, con varios cascos flotando y planos cortos de patas de caballo, espadas que chocan y detalles de hombres luchando, que eran unos pocos a los que cambiaban la vestimenta. Todo con un montaje dinámico y vertiginoso de Julio Peña que hizo de la necesidad, virtud. La película no tuvo ningún premio. Ni siquiera demasiado eco al coincidir su estreno, en el mes de noviembre, con la muerte de Franco y estar el personal ocupado en otros asuntos menos románticos y más asamblearios. En los años 90, Televisión Española puso a la venta copias de sus series. También del Señor de Bembibre. Y Luciano guarda (lo ideal sería averiguar dónde), una de aquellas copias en formato VHS. La última vez que se emitió en televisión fue en 1989.
Termina el cineasta diciendo que «aunque nada tenga que ver con esta película, los años siguientes fueron terribles. Escribí muchos guiones que nadie quiso producir y me dediqué a trabajar de montador para sobrevivir». A Ponferrada no ha vuelto desde entonces. La ve desde la carretera al pasar hacia Galicia. Entre sus recuerdos de aquella época está el tren de la Minero, por el que sentía veneración y para el que escribió un western, pero que no prosperó. También lo intentó con las Médulas, en 1977, pero nada. Esperemos que el cineasta tenga una segunda oportunidad, como también sería de esperar para Enrique Gil y Carrasco al que no acompañó la suerte ni en la salud, ni en los homenajes… Había que hacer algo.
Jesús A. Courel Es cineasta, historiador y escritor