Entre la Encina y el cielo
El rectorado de la basílica concluye la pasarela que hará visitable el espacio entre la bóveda y el tejado, y busca 200.000 euros para completar el mirador previsto en la torre.
El espacio que hay entre la bóveda de la basílica de la Encina y el tejado del templo era el reino de las palomas. Durante más de tres siglos, las aves se refugiaban allí del frío y de la lluvia. Y en las épocas de carestía, como ocurrió durante la Guerra Civil, por ejemplo, servían de alimento ocasional al cura párroco cuando no había nada más para comer. Sobre los travesaños de madera de castaño, cortados en un soto a las faldas del monte Pajariel que hoy ha desaparecido, se aprecian las huellas que han dejado nidadas y nidadas de palomas. No en vano, para colocar la pasarela que en un futuro hará visitable el bajo cubierta de la iglesia, recién instalada tras concluir la primera fase de la restauración de la torre, los obreros han tenido que sacar —lo contaba ayer el rector de la basílica, Antolín de Cela— nada menos que doce contenedores de estiércol de entre las vigas.
El rectorado, que ha recibido 10.000 euros del Plan de Catedrales de la Diputación de León para abrir nuevos espacios entre la torre y el bajocubierta, afronta ahora el reto de reunir 200.000 euros en los próximos años destinados a financiar el museo que explicará a los visitantes la historia de un templo que comenzó a edificarse en 1573, sobre el solar de la antigua iglesia de Santa María, y el mirador previsto en el campanario. de 44,99 metros de altura, el punto más alto de la ciudad.
Un paseo por la torre y el bajocubierta permite descubrir entre las vigas de castaño algunas de las piezas que De Cela quiere exhibir en el futuro museo de la torre. Tres poleas de madera, empleadas en la construcción de la iglesia, según el rector, reposan en tres rincones distintos del bajocubierta, con las sogas incluidas, a la espera de que alguien les quite el polvo y las ponga en valor. «Todo esto hay que explicarlo, cómo las vigas soportan el peso, limpiarlas con aceite de semillas, y enseñar esas poleas», decía ayer De Cela.
Pendiente la escalera
A la pasarela bajo la cubierta renovada hace dos años se accede desde unas escaleras de madera que el rectorado quiere sustituir por una estructura más moderna, que soporte el paso de los pies de decenas de visitantes camino del campanario. La primera fase de la reforma de la torre diseñada por el arquitecto Gerardo Arias ha dejado pendiente la instalación de la nueva escalera, muy costosa, pero los 13.300 euros del presupuesto han servido para abrir un nuevo acceso una habitación—improvisado palomar en otro tiempo— a través de la cual entraban las aves en el bajocubierta. El nuevo espacio, con la madera del suelo renovada, albergará a medio plazo una de las salas del museo, asegura De Cela.
La reforma de la torre que ha diseñado Gerardo Arias proyecta colocar una escalera más «apropiada», explica el arquitecto, para acceder a los cuerpos altos de la estructura que corona el templo. «Se plantea crear un espacio expositivo que cuente la Historia de las Fábricas de la Basílica exponiendo su evolución formal y constructiva desde sus inicios», añade Arias, uno de las mayores conocedores de la basílica de la Encina, en la memoria del proyecto.
A partir de 1573
El edificio actual comenzó a edificarse en 1573, una vez que la vieja iglesia de Santa María —derribada dos años antes— se quedó pequeña para acoger a todos los feligreses de una población en crecimiento como Ponferrada. La construcción de la torre empezó en 1615, siendo corregidor de la villa el doctor Gutiérrez Molina, aunque la primera piedra de la estructura ponga 1614. Las obras comenzaron con un año de retraso sobre lo previsto.
Pedro Álvarez de Toledo remató el crucero de la iglesia y puso entonces los cimientos. Y fue Juan Bautista de Velasco el que concluyó la torre en 1670. Si el campanario tiene hoy un aspecto más barroco que renacentista es porque un rayo destruyó el chapitel y fue necesario reconstruirlo con posterioridad.
Todo esto lo quiere explicar el rectorado con mayor profundidad en el museo. De momento, los primeros 13.300 euros invertidos con el apoyo del Instituto Leonés de Cultura de la Diputación Provincial han servido para retirar kilos y kilos de excrementos de palomas, abrir huecos en los muros de piedra para reorganizar los accesos al interior de la torre y al bajocubierta para facilitar así el mantenimiento de las distintas fábricas que componen el edificio religioso, y también para eliminar estructuras de madera dañadas por el paso del tiempo.
Nuevos accesos
Así, los obreros han abierto un hueco de dos metros de altura y 70 centímetros de ancho para acceder desde la cara sur de la torre al altillo que otro tiempo usaban las palomas. Otro hueco de dos metros y medio de altura y uno de ancho en el muro de mampostería travesar de la cara norte da paso ahora al espacio bajo cubierta.
El tiempo que le lleve al rectorado completar su presupuesto dependerá ahora de la financiación que obtenga. «La obra se puede hacer en cinco años o en uno, en función del presupuesto del que se disponga», reconoce Gerardo Arias.
Por el momento, el rectorado cuenta con un proyecto dividido en ocho fases y presentará una nueva solicitud de fondos a la Diputación, institución que ha sostenido el presupuesto de las últimas obras en la basílica, para acogerse de nuevo al Plan de Catedrales del Instituto Leonés de Cultura. Porque la basílica de la Encina, lo ha dicho más de una vez Antolín de Cela, es la catedral que tenemos en Ponferrada.