teléfono de otra generación
La vieja guardia de la comunicación tiene un pie en el retiro
Ponferrada custodia aún 23 cabinas telefónicas pero sólo la conquista de Internet garantiza su futuro.
m. carro | ponferrada
Si las cabinas de teléfono hablaran, tendrían muchas historias que contar y no sólo las escritas a ambos lados de un teléfono. Niños y no tan niños que se valían de ellas para gastar bromas telefónicas, parejas de enamorados que en las noches de más frío buscaban el refugio de aquellas acristaladas, amigos que querían un poco de intimidad o fumadores que las elegían para disfrutar de un cigarro si más allá de su cristal el día no acompañaba. Han sido, incluso, escenario de varias películas; pero el guión de su existencia parece cercano a marcar el final. En Ponferrada quedan 23, aún por encima de lo que establece el Servicio Universal, pero su futuro al término del año en curso es más que incierto.
El mes que viene finaliza el decreto de adjudicación del Servicio Universal que ha fijado la regulación en el último lustro y con él la obligatoriedad de mantener un servicio poco rentable hoy en día y que conlleva importantes costes de mantenimiento, principalmente porque las cabinas son diana fácil para los vándalos.
«La aparición hace unos años de los locutorios públicos y, sobre todo, la extensión del uso del teléfono móvil entre la población han sido responsables de la paulatina bajada del uso de cabinas. Pero el principal problema al que se enfrentan es al vandalismo, que supone un importante coste de reparación y mantenimiento», describieron fuentes de Telefónica, explicando que en España quedan todavía más de 19.600 cabinas, 189 de las cuales están en la provincia de León.
Es posible que las cabinas telefónicas tal y como hoy se conocen estén en fase terminal, pero su reconversión puede garantizar su futuro y ya existen experiencias piloto. Aunque se han ido actualizando a lo largo de los años —desde aquellas que reposaban sobre la barra del bar y daban un servicio inexistente en la mayoría de los hogares— sólo dejarse conquistar por la nueva generación tecnológica servirá a su supervivencia. En algunas se puede recargar el teléfono móvil, pero esto no es suficiente. De hecho, el Eurobarómetro de 2015 indicaba que prácticamente nueve de cada diez españoles —un 88%— nunca habían utilizado una cabina.
«Ahora mismo se está llevando a cabo un proyecto piloto en Andalucía. Una colaboración entre el Ayuntamiento de Sevilla, la Junta de Andalucía, Telefónica y la startup iUrban.es, que permite la reconversión de las cabinas de teléfono en neocabinas que ofrecen información de la ciudad en tiempo real, además de permitir la carga de móviles y la conexión gratuita a internet», explicaron fuentes de Telefónica.
Pese a su bajo uso, la ley establece un número de cabinas por habitante y siempre que se retira una, la compañía telefónica debe presentar argumentos objetivos al Ayuntamiento de la población en cuestión. Son un símbolo urbano, la materialización del recuerdo de aquellos años en los que el teléfono móvil era impensable y los jóvenes llamaban a sus padres a cobro revertido o las mujeres y hombres de negocios las buscaban encarecidamente por la ciudad para resolver trámites urgentes. Las cabinas son el emblema de la última generación analógica y todavía hoy tienen ventajas de las que adolecen los terminales móviles: no necesitan batería y siempre tienen cobertura. «Además, si una persona no dispone de saldo suficiente y tiene una urgencia, las cabinas le permiten de forma gratuita contactar con los servicios de emergencia llamando al 112», recuerdan desde Telefónica.
General Vives a la altura de Correos, las inmediaciones del puente Cubelos, el Temple, la plaza República Argentina o el barrio de los Judíos en Ponferrada son todavía testigos de historias contadas en un teléfono público.