Leo Harlem: «Le echo pimentón hasta al yogurt»

pacho rodríguez | madrid

Abre la boca y se le caen palabras. Y resulta que la velocidad de crucero de la cabeza de Leo Harlem lo más seguro es que sea la de una batidora. Además de la amabilidad y humor exprés: «Me interesó la dotación económica de este premio. Me fueron a buscar a casa y me trajeron en metro...». Y todo está explicado. El afecto mutuo de los periodistas bercianos en Madrid y el del humorista (berciano, leonés y pucelano) que en los primeros minutos del acto ya fichaba talento de este grupo que es siempre una buena noticia con Juanma Colinas (ciberbotillada y demás señas) como catalizador. Toño Criado, José Antonio Gundín, Pablo Morán, Raquel Peláez, Mario Tascón, Manuel Cuenya, Mateo Balín... todos forman parte de una generación que sería histórica del periodismo en los tiempos en los que el periodismo hacía historia.

Tal vez, esa es la motivación de este premio que tendrá solera y que alcanzó en el Prada a Tope de Madrid, de la calle Príncipe, la séptima edición con ese adorable nombre de Lambrión Chupacandiles. El evento y cena resultó ser un encuentro de hermandad y agudeza periodística, con presencias destacadas también como la del pintor berciano, y catedrático de la Complutense, Pepe Carralero. Pero el protagonista, Leo Harlem, que de segundo se apellida Feliz, fue quien marcó el mejor ritmo cuando le dieron paso.

Nacer en el Bierzo, un milagro

Antes, Colinas anunció la aproximación a la Semana Santa de estos encuentros para doblar la reunión también en El Bierzo. Y sobre éste dijo Harlem: «Haber nacido en el Bierzo es un milagro: dos personas echando un polvo...». Para romper fronteras, añadió: «Soy berciano y leonés. Y, ahora que el otro está en Bélgica, me considero español». «Le echo pimentón hasta al yogur», también aseguró Harlem, de primer apellido González, que hasta los 7 años vivió en Matarrosa del Sil, donde nació en 1962. Acaba de terminar una película y, por ganas, su amenaza es jubilarse.