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Innovación agraria

Economía azul con nombre de mujer

El proyecto de agricultura ecológica Bioencina, finalista del concurso Desafío Mujer Rural.

Encina Álvarez, impulsora del proyecto finalista. CÉSAR SÁNCHEZ

Publicado por
León

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d. Álvarez | ponferrada

Coincidiendo con las multitudinarias manifestaciones con las que el movimiento feminista llenó las calles de las principales ciudades españolas para reivindicar igualdad y un reconocimiento al imprescindible papel de la mujer en la sociedad, el Instituto de la Mujer y para la Igualdad de Oportunidades entregó esta semana los premios a los mejores proyectos presentados a la segunda edición del Concurso de Desafío Mujer Rural, en los que la berciana Encina Álvarez resulto escogida como una de las cinco finalistas gracias a su proyecto Bioencina, radicado en el municipio de Cubillos del Sil.

Bioencina es una huerta, pero también es una granja y una pequeña industria transformadora. Se trata de un proyecto de agricultura y ganadería ecológicas, basado en los principios de la economía circular, en la que «todo residuo es un subproducto que sirve de base a un nuevo ciclo de la materia». «Producimos alimentos de manera sostenible, en una simbiosis entre nuestros animales y nuestra huerta. Nuestros animales comen los excedentes de lo que producimos en nuestras huertas y pastos y aportan las enmiendas orgánicas suplementarias, en forma de abono, al terreno», explica Encina. En esa línea, la filosofía detrás del proyecto busca «integrar el suelo, las plantas y los animales en una relación mutuamente beneficiosa».

Se trata de un sistema que no usa pesticidas, insecticidas ni abonos químicos y que busca «producir más con menos», ya que en cada fase del proceso de producción se busca que los residuos se conviertan en un «insumo» para un nuevo proceso. «Cuando sacrificamos a un ternero, quemamos los huesos para obtener fosfatos que luego se aplican a la tierra», pone como ejemplo. Además de las evidentes ventajas ambientales asociadas a la ausencia de residuos, el sistema también es potencial creador de «sinergias sociales y económicas».

En ese sentido, Encina explica que los animales de la granja «están continuamente pastando en las praderas y nuestras gallinas se alimentan con malta procedente de cervecerías de la zona». «Es un circuito que ya existía en tiempos de nuestros abuelos, lo que yo he vivido toda mi vida», reconoce la impulsora del proyecto, que muestra un pequeño enojo por tener que defender cosas que considera obvias. Así, en un terreno de poco más de dos hectáreas, conviven, además de las gallinas, diversas especies de patos, ocas, gansos, vacas, ovejas, conejos y abejas, que disfrutan de una vida en libertad lejos de las jaulas y barrotes que asociamos a las típicas explotaciones ganaderas, gracias, en ocasiones, a «sistemas portátiles de refugio» construidos para tal efecto. Ellos ayudan a producir los huevos, la miel y la carne que ofrece Bioencina a sus consumidores.

En cuanto a las praderas y huertas, se organizan mediante un sistema de agricultura regenerativa en base a un diseño de permacultura. Este sistema de producción sin residuos se basa en las enseñanzas del libro La economía azu l, del belga Gunter Pauli.