Un enemigo silencioso
El principal problema de los espaces de monóxido de carbono es que son imperceptibles y difíciles de detectar salvo con dispositivos especialmente preparados para ello. Esto es lo que hace al gas tan peligroso, ya que cuando el afectado empieza a notar los síntomas es porque los niveles de CO2 en sangre son ya elevados. Por ello es importante detectar pronto esos síntomas.
Náuseas, vomitos y palpitaciones en las sienes son los signos iniciales de una intoxicación por esta causa. Si no se ataja a tiempo y la exposición al mónoxido se prolonga, el herido empieza a notar debilidad, somnolencia, pérdida de visión y audición, y dificultad para respirar.
La última fase de la afección por C02 pasa ya por la pérdida de conciencia, incluso con convulsiones; pupilas dilatadas y cambio de tono en la piel y los labios, que se tornan azulados.