ADIÓS A UN BAR DE OTRO TEIMPO
La necesidad de los lugares inútiles
El cierre del Tomelloso, un clásico en el casco antiguo de Ponferrada, deja a la ciudad sin uno de los locales con más solera. El director del Teatro Bergidum hace memoria de «un bar para beber vino honrado»
Ismaíl Kadaré, un señor miope que hacía novelas cuando Albania era Corea del Norte, recomienda en Las mañanas del café Rostand no escribir en los cafés de Tirana. Un amigo que a ello se dedicaba oyó el comentario de su vecino de mesa cuando tachaba alguna línea: «lo ves, ya te dije que no sabe escribir». Si Kadaré hubiera conocido el Tomelloso, habría aconsejado escribir sobre sus gastadas mesas de mármol, tan propias para la épica proletaria como para la lírica de los enamorados. Ninguno de sus parroquianos iba a tomarse la molestia de atender al suceso.
El Tomelloso es (era: cuesta escribir sobre él en pasado) un bar sin atisbo de diseño, con barra alta azulejada, ventiladores en el techo y una luz blanca, antigua y menestral. Era un bar para beber un vino honrado, sin demasiado linaje, en compañía charlatana. O para tomar unas tapas cocinadas con aquella pericia de antes de que los charlatanes convirtieran la cocina en un laboratorio estructuralista. Los días de mercado, servían los riñones más suculentos del mundo civilizado. Unos riñones humildes y sabrosos, capaces de poner en marcha la revolución definitiva de los desheredados de la tierra.
Sobrevivió el Tomelloso en la cuesta esotérica de La Calzada incluso al desarrollismo del ladrillo, que se llevó por delante el último jardín romántico de Ciudad del Puente. Un lugar donde los gatos tenían montado su senado en las noches de luna creciente.
Pero el fracaso se ha instalado en nuestro calendario. José Luis Suárez Roca, presidente de la República de Almendros y congregante de la secreta cofradía del Tomelloso, dejó escrito por algún sitio que este bar «es una alegoría de la silenciosa resistencia civil, de la memoria urbana que no podrán derrotarnos nunca». Los poetas escriben cosas hermosas, saben poner palabras a lo que nos pasa a todos, pero no siempre son buenos oráculos.
El Tomelloso ha cerrado. La memoria urbana ha sido derrotada. Se equivoca quien piense que era sólo un bar viejo, pasado de moda, inútil. Estamos acabando con cosas, con lugares inútiles que bien pronto necesitaremos.