PERSONAJES SINGULARES
El eterno peregrino se llama Rafael Azor
Minero prejubilado y residente en Zaragoza, ha hecho 101 veces el Camino de Santiago desde el año 2000 y ayer volvió a pasar por Ponferrada.
Rafael Azor Redondo tiene 62 años y hace 20 que la prejubilación le abrió las puertas a una nueva forma de vida. Minero de profesión, ejerció durante años en Andorra (Teruel), pero cuando su vida laboral llegó a su fin, sus hobbies tomaron las riendas de un día a día en el que bicicleta y montaña hacían un tándem perfecto. Eso hasta que una lesión le impidió hacer lo segundo y tuvo que echar a andar en llano. Fue en el año 2000 cuando entró en contacto con el Camino de Santiago. De aquella, en bicicleta. Lo completó con quien entonces era su pareja y, probablemente, no pensó que 19 años después iba a convertirse en un peregrino eterno que ha hecho 101 veces el Camino de Santiago en sus diferentes vertientes. Han sido 64 en bicicleta y 37 caminando.
Rafa —como prefiere que le llamen— volvió a pasar ayer por Ponferrada y lo hizo en la vuelta de su última aventura. Sí, cada vez que este ciudarraleño residente en Zaragoza se embarca en un Camino, lo hace de ida y vuelta, por lo que cuenta dos veces. Este último lo empezó en Pamplona y, tras llegar a Finisterre, está ahora de regreso. Por delante le quedan todavía diez días hasta su destino y completará 1.550 kilómetros. Una cifra lejana a sus récords personales. Hace sólo cuatro años, Rafa conquistó el camino entre Roncesvalles y Finisterre en tan sólo doce días, a una media de 62,5 kilómetros por jornada. Ahora, viene haciendo 40 kilómetros de media. En bicicleta, la mejor marca supera los 4.000 kilómetros de una sola vez. «Di la vuelta a España», explica.
El año pasado, hizo trece veces el Camino de Santiago y, para este, tiene dudas de si serán «ocho u once». Lo que ya ha decidido es que en julio volverá con dos de sus tres nietos y, antes de ello, lo completará dos veces en bicicleta por la ruta del Norte y el tradicional Camino Francés. No siempre programa el viaje.
«En los últimos cuatro años, he hecho 40 caminos. Me lo tomo como un trabajo. Si estoy en casa, cojo kilos enseguida y así me mantengo en forma. También ayuda el hecho de no tener pareja y que mis hijos ya son mayores», explica un hombre amante del deporte que ha encontrado en el Camino de Santiago un modo de vida al que, de momento, no piensa renunciar.
Por más que repite, cada Camino es diferente. «Conoces a gente nueva y vives cosas distintas», asegura. En su espalda no carga sólo una mochila en la que nunca faltan cintas de la virgen del Pilar —son su amuleto—, sino también cientos de historias y anécdotas que recordar. Ayer contó una de las que más le ha impactado en estos años de peregrinaje: «Me encontré con un grupo de gitanos, seis u ocho personas, que porteaban una virgen sobre palio, como en una procesión, y cada quince o veinte pasos, se ponían de rodillas».
Rafa Azor no lleva un diario y en el poco tiempo libre del que dispone cuando llega a su destino diario, teniendo en cuenta la cantidad de kilómetros que hace, le gusta disfrutar de lo que éste le ofrece. Ponferrada le recuerda a su pueblo natal, Puertollano, y de la capital berciana le gusta mucho su tradición de «tapeo». De los pinchos disfruta siempre que pasa y es aquí donde más veces ha hecho noche.
Además del Camino Francés y el del Norte, que atraviesa la costa cantábrica, Rafa ha hecho también la ruta mozárabe, la inglesa y la portuguesa. «Las importantes las he hecho todas», dice. No es rara la vez que enlaza varias para acrecentar el reto y, de paso, ver a alguno de los amigos que ha ido haciendo a largo de estos años. Eso sí, prefiere dormir en los albergues porque es así —asegura— «como realmente se vive el Camino». Su único pero, según reconoce, es que no sabe inglés.