ejemplar incautado en el ferrol
La ‘España Libre’ que llegaba de Nueva York a la España de Franco
La publicación que difundió el tiroteo contra el dictador en Compostilla, ahora desmentido, entraba en el país de forma clandestina por los puertos.
Era vecino de El Ferrol. Su nombre se encuentra en uno de tantos legajos con causas abiertas para enjuiciar a quienes se oponían a la dictadura que se conservan en el Archivo Militar de la ciudad portuaria. Y lo habían detenido con un montón de propaganda antifranquista encima. Pero lo que llamó la atención al investigador berciano Santiago Macías fue que entre los panfletos, pasquines y publicaciones que le habían incautado había un ejemplar de España Libre, el periódico que editaba un grupo de exiliados en Nueva York, con aquel titular tan rotundo: ‘Guerrilleros del Bierzo tirotean a Franco’.
A su portador «lo habían encausado por llevar propaganda, no recuerdo ahora si llegué a apuntar su nombre, pero aquella portada me pareció curiosa porque hablaba de guerrilleros bercianos y por eso la incluí en el libro El monte o la muerte», explicaba ayer Macías, que no le dio mayor credibilidad al contenido de la publicación cuando la encontró por casualidad en el año 2005. Fue la primera vez que se difundió una fotografía con un ejemplar del número de España Libre del 6 de agosto de 1949, el que informaba del supuesto atentado contra Franco durante la inauguración de la central térmica de Compostilla en Ponferrada el 28 de julio. Un atentado que el último miembro de la guerrilla que operó en el Bierzo, Francisco Martínez Quico desmentía en la edición de ayer de Diario de León y del que historiadores e investigadores como Secundino Serrano, experto en el maquis en León, y Antoni Batista, que ha recapitulado en un libro los intentos de matar a Franco, no han hallado ninguna documentación que lo avale.
El hallazgo del ejemplar de agosto de 1949 en el bolsillo del vecino de El Ferrol sí sirve como prueba, sin embargo, de que las Sociedades Hispanas Confederadas que editaban España Libre en Brooklyn conseguían introducir ejemplares de la publicación de forma clandestina en la España de Franco a través de los barcos mercantes que partían de Nueva York. La misma ruta empleada para recibir la correspondencia de quienes les nutrían de información, parece que no siempre del todo fiable, de lo que ocurría en el país.
España Libre se editó en Nueva York entre 1939 y 1977, recuerda la profesora de la Sam Houston State University, Monserrat Feu. Además de denunciar la dictadura del general Franco, las Sociedades Hispanas Confederadas, antes Comité Antifascita Español, «organizan la acción colectiva que apoya a los refugiados, a los prisioneros políticos y a la resistencia clandestina en España», explica Feu en un artículo publicado en la revista digital Fronterad. «En España Libre se divulgan los procesos judiciales a líderes sindicales en España, las deportaciones evitadas en Estados Unidos, los refugiados reubicados y los gastos sufragados gracias a todos los obreros miembros de las Confederadas». Y añade Feu que «la labor humanitaria de las Confederadas no se limita al apoyo legal y económico de los refugiados españoles. Durante la guerra se recaudan fondos y se envían ambulancias y alimentos a las zonas republicanas. Durante la dictadura se apoya a la resistencia obrera clandestina y a sus familias».
En todo ese tiempo «la circulación del órgano es residual y modesta; pasará de semanal a bimensual, y de 1.500 a 6.000 ejemplares en sus cerca de cuatro décadas, siempre pendiente de financiación. Sin embargo, se distribuye en los países donde se refugian los exiliados de la Guerra Civil española y clandestinamente en el interior de España», explica Feu. El editor de España Libre, el anarcosindicalista Jesús González Malo, siempre estaba preocupado por el dinero necesario para sufragar la publicación. Y a pesar de que sus campañas para captar suscriptores y donaciones de particulares e instituciones de Estados Unidos no lograban acabar con la precariedad con la que se editaba «consigue distribuir una media de 3.000 ejemplares en Estados Unidos, en las asociaciones del exilio repartidas por el mundo, e incluso introducir clandestinamente y con cierta frecuencia 500 ejemplares dentro de España».
Camuflado entre la prensa
María Ángeles Ordaz Romay, que ha rastreado las huellas de las Sociedades Hispanas Confederadas en los archivos del FBI ya mencionaba lo mismo en un artículo publicado en 2006 en la Revista Complutense de Historia de América. «El periódico se distribuía por suscripción y venta callejera y sus lectores no se reducían a residentes en Estados Unidos, también llegaba a México, América Central y Sudamérica. Algunos exiliados refieren que incluso eran remitidos a España de forma ‘camuflada’ entre las páginas de periódicos norteamericanos».
El camuflaje, en cualquier caso, no le sirvió de nada al vecino de El Ferrol al que sorprendieron con el ejemplar que informaba —o desinformaba, según el desmentido de Quico— del atentado contra Franco en Ponferrada. Una causa menor, la del portador del periódico clandestino, a la que nadie ha prestado demasiada atención. El titular que escondía en los bolsillos se lo come todo.