OPINIÓN Manuel Cuenya
Una tarde en El Retiro
En el artículo/columna del pasado lunes hablaba del retiro espiritual, que tal vez uno podría realizar en el útero berciano, véase la Sierra de Gistredo. No sé si lo de útero queda como muy psicoanalítico, pero mola un güevo. ¿O no? Ustedes dirán, estimados lectores. En el Bierzo hay varios lugares en los que uno puede alejarse del mundanal ruido. Aunque dicho así resulte harto bucólico y poco creíble. Bien. Vayamos en busca del ansiado retiro por el camino de Swann. O, si lo prefieren, por el camino de Turienzo Castañero, haciendo un alto, eso sí, en El Redondal, para luego emprender ruta hacia Matavenero. Mataveneiro o el jardín de las delicias. Otro día hablaremos de este jardín. Ya sabemos que en el Bierzo aún es posible el retiro. Quienes lo tienen un poco más jodido son los madrileños, que aun contando con El Retiro, no tienen muchos huertos en los que reposar sus existencias de urbanitas contaminados por el ruido informativo, amén de otros ruidos. El pasado fin de semana volví a El Retiro madrileño como quien vuelve a su jardín preferido, donde crecen las blancas flores del mal. Y aun otras rosas astrales, personales, de pareja. El objetivo (ahora todo cristo utiliza palabras como ésta) no era otro sino el de retirarme del ruido berciano. Y no se me ocurrió algo mejor -en qué estaría pensando- que elegir como destino la capital de España, concretamente el archiconocido parque del Retiro. Paradojas de la vida. Uno va en busca del retiro deseado y se topa con manadas de antropoides paseando sus delirios y sus perros de semana agitada y absurda. El ratón Mickey, y algunos otros animales de la factoría Disney, te dan la bienvenida. Empezamos con buen pie. El Retiro es, sin embargo, un buen lugar para acariciar el verde que te quiero verde de los campos en flor y abrazar esperanzas verdes como las ranas que habitan en las Llamas del Valle. Qué verde era mi valle. El Retiro, además, es un sitio en el que uno puede remar sus sueños de placer, mientras los enamorados, tumbados en el césped, se hacen arrumacos y sellan su amor eterno en forma de beso, a buen seguro, eterno. Y si lo que uno pretende es averiguar el futuro, no tienes más que acercarte a alguna echadora de cartas, que ella se encargará de leértelas por el módico precio de 6 euros. También podría impartirte un curso acelerado de tarot y autoayuda. Todo es posible en El Retiro. Al final, en vez de lograr el retiro ansiado, te sumas a los músicos bolivianos y de paso dejas que el maestro chino en chikong te relaje los puntos duros de tu cuerpo estresado. Toda una sesión de retiro espiritual. No se la pierdan.